Si usted es hombre no decide…
Yo tampoco. Quiero decir que yo tampoco decido, porque soy
hombre. O eso creo…
¿Quiénes deciden? Ellas. Las mujeres. Así que si usted es
mujer, sí que decide, y el último paso será suyo. Evidentemente siempre habrá
casos… y casos, pero por lo general, si usa sujetador, el poder será suyo. Y si,
a pesar de necesitarlo, no le usa, seguramente tendrá el doble de poder para
decidir…
¿Que qué es lo que decide?... Diciéndolo finamente, las
mujeres eligen con quien se emparejan, con quien comparten lecho, con quien copulan…
y con quién se van de rebajas. Sí, es posible que usted sea hombre y haya podido
decidir alguna vez, pero pagando, y eso no es válido para nuestra reflexión,
por muy satisfactorio que le resultara… Y son varios los motivos que determinan
quién tiene el poder de decisión.
El más importante, es que los hombres, somos lo
suficientemente pánfilos como para quedarnos embobados mirando un escote, cual
hipnotizado mira a un péndulo oscilar de derecha a izquierda… aunque el
movimiento de oscilación de lo que miramos sea de arriba abajo. Sólo es un ejemplo
muy simple, de lo fácil que le puede resultar, a una mujer, anular nuestra voluntad.
Y sin voluntad no hay capacidad para decidir… salvo pagando. Y a veces ni eso
porque la decisión que gustaría tomar resulta demasiado cara.
Pero no se deprima, ni se culpe a sí mismo por ello, porque
usted no tiene la culpa, aunque tuviera pelo tampoco podría decidir… y yo
tampoco. Quiero decir que yo tampoco tengo pelo y, sin embargo, ese no es el
motivo por el que no puedo decidir. Con pelo o sin pelo, guapos o feos, nos
falta lo que ellas llaman “armas de mujer”, que como su propio nombre indica,
son de mujer, y si algo tenemos claro… es que nosotros somos hombres. Podríamos
tener “armas de hombre”, pero somos pánfilos ¿recuerda?, así que no tenemos
armas. Lo cual no deja de ser paradójico, porque por culpa de las “armas de
mujer”… solemos ir “armados”.
Una mirada, una sonrisa, un cruce de piernas, son armas que
nos desarman y nos arman al mismo tiempo. Sin embargo, ese tipo de armas no
supone ninguna desventaja, ni para usted ni para mí, ya que tanto usted como yo
sabemos mirar, sonreír y hacer alguna
gambada más (lo de cruzar las piernas mejor no lo intente…). Lo que sí
representa una clara desventaja, es otro tipo de arma, que a la postre (y al
aperitivo también), resulta definitiva: el acabado de chapa y pintura…
Usted y yo, seremos como seremos, feos o guapos, calvos o
melenudos, con bigote o sin él, pero tenemos la desventaja, de que somos
exactamente igual cuando nos metemos a la cama, que cuando nos despertamos a la
mañana siguiente. Ellas no. Usted puede acostarse con una hermosa princesa, para
despertarse a la mañana siguiente al lado de una bruja de pelo enmarañado llena
de granos.
Disponen para ello, de gran cantidad de productos de belleza
y variado vestuario que, paradójicamente, en su mayoría fueron creados por
hombres como usted y como yo. Hombres que hartos de acostarse y despertarse al
lado de la bruja, se las ingeniaron para convertirla en hermosa princesa…
Moraleja: Ellas son listas y se transforman. Nosotros somos
pánfilos… pero reales.
Continuará...