24 de julio de 2013

Día de playa.

Hacía calor.

El suficiente como para incitar a plantearse, a todo hijo de vecino, el dejarse caer por cualquier playa cercana. El suficiente como para que aquel hombre buscara un espacio para refrescarse en el agua, un espacio abierto en el que su abundante sudor, no delatara que su desodorante le había abandonado hacía ya unas horas.

Y el calor le incitó a buscar una playa cercana…, pero no la había. Así que tuvo que conformarse con buscar una playa lejana. Podría haberse sentido incitado a sumergirse en su bañera, y de hecho lo pensó, pero eso no era divertido. La playa lejana más cercana, estaba a 48 kilómetros de donde él se encontraba, así que se metió en el coche, donde a pesar de llevar las ventanillas bajadas aumentó su tasa de sudor, y puso rumbo a la playa. No, por desgracia, su coche no tenía aire acondicionado. Más bien, lo que tenía era aire condicionado.

Llegó a la playa. Llegó como pudo, casi deshidratado tras aguantar media hora de trayecto y casi otra hora para encontrar aparcamiento. Porque aquella playa lejana, al igual que cualquier playa esté donde esté, en determinados días suele estar bastante concurrida, sobre todo si hace calor. El suficiente calor como para incitar a todo hijo de vecino a visitarla. El hecho de que la playa estuviera tan concurrida, y sobre todo, lo concurrido que estaba su aparcamiento, obligó a aquel hombre a caminar casi tres kilómetros para llegar a atisbar la arena. Y otro más para llegar a pisarla.

Tras descalzarse, puso ambos pies en la arena y se adentró en la playa, constatando instantáneamente dos hechos. Primero, que descalzarse había sido una completa osadía, y que no se debía haber descalzado, al menos hasta haber llegado a su punto de destino en la playa y haber extendido la toalla encima de la ardiente arena. Segundo, que era más que probable que todos los presentes en aquella playa, estarían mirándole atentamente…, como consecuencia de los improperios que estaba vociferando y los saltitos que daba de puntillas, por culpa de la elevada temperatura de la arena… Sí, podría haber vuelto sobre sus pasos y haberse calzado, pero… ya he dicho que estaba casi deshidratado, y a estas alturas su cerebro se asemejaba más a un trozo de membrillo que a materia gris…

Cuando encontró un lugar para instalarse, curiosamente justo al alado de tres lozanas mozas que tomaban el sol en top-less, extendió su toalla en la arena, hecho este bastante laborioso y dificultoso debido a que casi no podía agacharse porque seguía dando saltitos de puntillas sobre la arena… y porque el perrito de un vecino había trincado con su mandíbula una esquina de la toalla intentando quedársela. Al perrito también le quemaba la arena, pero se comportaba con hombría y no daba saltitos. Finalmente consiguió ahuyentarle tirándole arena con un pié. Al perrito… y al vecino, quien no se levantó para darle un guantazo porque hacía calor. El suficiente para quitarle a uno las ganas de hacer un esfuerzo y abandonar la posición horizontal.


Se quitó la camiseta. No fácilmente, ya que, debido a lo empapada en sudor que estaba, hubo de hacer varios movimientos improvisados de contorsionista profesional. Movimientos estos que, al no ser un contorsionista profesional, le hicieron perder el equilibrio y caerse de morros encima de una de las lozanas mozas que estaban a sus pies. No, no es que estuvieran rendidas a sus pies, no me malinterprete, si no que estaban situadas a sus pies. Si él estuviera tumbado o sentado, claro está. Si bien la lozana moza no se lo tomó a mal, al menos aparentemente, lo cierto es que aquel hombre volvía a ser el centro de atención en 50 metros a la redonda, y para evitar males mayores, la lozana moza le ayudó a quitarse la camiseta para después… limpiarse las manos como pudo.

Continuará... 




5 comentarios:

  1. Pues ya tiene mala suerte ese señor: con todo ese pedazo de playa y tienen que tocarle, al lado, tres lozanas mozas en topless. ¿Puede existir mayor desgracia?

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  2. !Hola,elvis!

    Pues este buen hombre puede decir que paso desapercibido en la playa jajajaja,pobriño.Y como forma de perder grasa lo hizo genial,me imagino su cuerpo sudoroso,telita jajajaja.menos mal que por lo menos se regalo la vista con las buenas mozas,generosas ellas que le dieron un buen paisaje ;)
    Me he reido mucho ,elvis,siempre me haces sonreir,gracias querido amigo.Muchisimos besitos.

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  3. Espero que el relato no sea autobiográfico. Jajaja. Ansiosa estoy por la segunda parte. Un besote!!!

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  4. Mi mirada sucia imagina una segunda parte aún más sucia... :)

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  5. Si Bwuana, desde luego. Que estén tumbadas boca abajo. Eso sí que sería una desgracia...
    Saludos.


    Esmeralda, cierto. Es lo bueno de ir a la playa, siempre hay algo interesante que ver jajajaja
    Besos.


    Mi Alter Ego, algo de ello hay, aunque no diré qué, para que cada uno imagine lo que quiera. La realidad siempre supera la ficción...
    Besos.


    Dina, con personajes como este, todo lo sucio es perfectamente posible jajaja
    Besos.

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Uy lo que han dicho...