Si comparamos la vida cotidiana con el ajedrez, llegaríamos a la conclusión de que ambos son bastante parecidos y que hay muchas similitudes, pero hay una diferencia, y es que en el ajedrez, las piezas no pueden moverse a su antojo, si no con unos movimientos predeterminados. En la vida cotidiana somos nosotros las piezas que se mueven y quienes eligen para donde tirar. Pero todos a lo largo de nuestra vida, en diferentes etapas nos podemos comparar con las distintas piezas de un ajedrez.
Nacimiento: Es el inicio de partida y siempre lo inician los Peones.
Bebés: De niños somos como los Peones, podemos dar pasitos cortos, siempre hacia delante, pero estamos indefensos ante las demás piezas, y en ocasiones, nuestra felicidad es sacrificada por la felicidad de las piezas mayores.
Infancia: Después somos como los Alfiles, tenemos más libertad de recorrido, pero vamos siempre cruzados a todas partes, y seguimos siendo un incordio para las piezas mayores que no saben que hacer con nosotros, si sacrificarnos, o conservarnos para sacrificarnos en posteriores batallas.
Adolescencia: Pasamos a ser Torres, cuando además de tener libertad de recorrido, tenemos también la suficiente fortaleza y presencia como para que las piezas mayores no nos sacrifiquen, si no que nos tomen en serio y nos quieran tener siempre a su lado.
Matrimonio o vida de pareja: Nos convertimos en Caballos, alguien lleva nuestras riendas cortándonos la libertad de recorrido y nos usan de sementales o para tirar del carro.
Madurez: Nos convertimos en Reina, gozamos de toda libertad de movimientos y recorrido, y disfrutamos de nuestros Peones y Alfiles para tener felicidad...., y también de nuestro Caballo, a quien montamos cuando cuadra el tema.
Vejez: Llegamos por fin a ser Rey, momento en el que todas las piezas, están pendientes de nosotros y nos protegen de cualquier jaque al Rey, incluida la Reina, que es capaz de sacrificarse por nuestra supervivencia. Sólo damos pasitos cortos.
Muerte: Es el Jaque Mate, de él no nos salva ni un enroque, y ante el que nos encontramos solos, sin nadie que se sacrifique por nosotros, y supone el final de la partida.
La gran diferencia entre la vida y el ajedrez, es que, en la vida, a veces el Jaque Mate nos puede llegar incluso siendo un Peon, sin esperar a que seamos Rey.
Nacimiento: Es el inicio de partida y siempre lo inician los Peones.
Bebés: De niños somos como los Peones, podemos dar pasitos cortos, siempre hacia delante, pero estamos indefensos ante las demás piezas, y en ocasiones, nuestra felicidad es sacrificada por la felicidad de las piezas mayores.
Infancia: Después somos como los Alfiles, tenemos más libertad de recorrido, pero vamos siempre cruzados a todas partes, y seguimos siendo un incordio para las piezas mayores que no saben que hacer con nosotros, si sacrificarnos, o conservarnos para sacrificarnos en posteriores batallas.
Adolescencia: Pasamos a ser Torres, cuando además de tener libertad de recorrido, tenemos también la suficiente fortaleza y presencia como para que las piezas mayores no nos sacrifiquen, si no que nos tomen en serio y nos quieran tener siempre a su lado.
Matrimonio o vida de pareja: Nos convertimos en Caballos, alguien lleva nuestras riendas cortándonos la libertad de recorrido y nos usan de sementales o para tirar del carro.
Madurez: Nos convertimos en Reina, gozamos de toda libertad de movimientos y recorrido, y disfrutamos de nuestros Peones y Alfiles para tener felicidad...., y también de nuestro Caballo, a quien montamos cuando cuadra el tema.
Vejez: Llegamos por fin a ser Rey, momento en el que todas las piezas, están pendientes de nosotros y nos protegen de cualquier jaque al Rey, incluida la Reina, que es capaz de sacrificarse por nuestra supervivencia. Sólo damos pasitos cortos.
Muerte: Es el Jaque Mate, de él no nos salva ni un enroque, y ante el que nos encontramos solos, sin nadie que se sacrifique por nosotros, y supone el final de la partida.
La gran diferencia entre la vida y el ajedrez, es que, en la vida, a veces el Jaque Mate nos puede llegar incluso siendo un Peon, sin esperar a que seamos Rey.