Seguramente, usted piense que, adentrarse en el monte cuando
ya ha anochecido, sea una auténtica locura… Yo también lo pienso. Y no sólo lo
pienso, si no que además lo he hecho…
Ahora, posiblemente, usted piense que tenía un buen motivo
para hacerlo. Se equivoca, porque no sólo no tenía un buen motivo para hacerlo,
si no que además no tenía ningún motivo. Y se preguntará entonces porqué lo hice.
Yo también me lo pregunté. ¿La respuesta?... dos amigos descerebrados con ganas
de hacer locuras, y otro descerebrado, quien esto escribe, que les sigue con
los ojos cerrados, aunque no haga falta cerrarlos, porque de noche, en el
monte, se ve más bien poco…
El único objetivo de la caminata nocturna, de aproximadamente
unos doce km., ida y vuelta… era andar un poco y alcanzar un poco de diversión
nocturna. Y lo hicimos rodeados de muchos árboles, setas multiformes de nombres
impronunciables, sonidos extraños, más árboles, ranas en las charcas que se
cruzaban en nuestro camino, más setas, sonidos aún más extraños, y… oscuridad.
Seguramente, usted esté pensando que tal cúmulo de
circunstancias, pueden llegar a crear cierto desasosiego, canguelo o yuyu en
aquel que se ve envuelto en tal situación. No se equivoca. Sentí desasosiego,
canguelo y yuyu, en ese mismo orden, desde el primer paso que di. Sí, lo
reconozco, tales sensaciones, no sólo habrían disminuido, si no que habrían
desaparecido de ipso facto, si hubiera llevado al hombro un Kalashnikov en
lugar de un bastón, pero… no tengo licencia de armas.
Y le aseguro que, por mucha oscuridad que hubiera, debíamos
de llamar bastante la atención gracias a los frontales que llevábamos
instalados en la frente, cual minero adentrándose en el pozo, que alumbrar no
alumbraban mucho, pero llamar la atención lo hacían un rato. Claro que sólo
debimos llamar la atención de especies animales varias ocultas, porque no
encontramos rastro de seres humanos en todo el trayecto. Lógico, a esas horas
se está muy a gusto en casa haciendo lo que a uno le venga en gana, y no
comiéndose un bocadillo sentado en una piedra, en medio de la oscuridad. Porque
la oscuridad no es mala, no, pero oscura lo es un rato…
Y no sé a usted, pero a mí la noche me confunde. Seguramente
a propósito. Y le aseguro que sólo había bebido un poco de Aquarius, por el qué
dirán, pero aquellos ladridos de perro sonaban como si les tuviera pegados al
culo. Pero no, me giré y no estaban allí. Es más, no tengo ni pajolera idea de
dónde estaban, y ni siquiera hice el más mínimo ademán de intentar acercarme a averiguarlo.
Pero el caso es que, en el monte y sobre todo de noche, el sonido se propaga a
velocidad de vértigo, vamos, muy rápido. Lo suficiente como para confundirte y
hacerte echar a correr por el ladrido de un perro que está a 2 ó 3 kilómetros
de distancia…
Afortunadamente, nada nos impidió llegar a la cima y disfrutar
de unas vistas espectaculares. No, al frente no, ya le he dicho que estaba todo
muy oscuro, porque la oscuridad, sobre todo de noche, es muy oscura, si no
mirando hacia arriba. Seguramente piense que exagero si le digo que allí arriba
había dos millones de estrellas… Pues se equivoca. Así a ojo no sé calcular,
pero seguro que eran más. Así que pude disfrutar, de la compañía de las luces
luminosas de la osa mayor, la menor, de Kassiopea, de Saturno y de las luces
luminosas de un avión que volaba bajo…
Es lo que tiene la oscuridad además de ser oscura: a más
oscuridad, más belleza tiene la luz…
Pd.: Se lo recomendaría fervientemente, pero… ¿de verdad le
haría caso a un loco capaz de hacer algo así?...