Hacía calor.
El suficiente como para incitar a plantearse, a todo hijo de
vecino, el dejarse caer por cualquier playa cercana. El suficiente como para
que aquel hombre buscara un espacio para refrescarse en el agua, un espacio
abierto en el que su abundante sudor, no delatara que su desodorante le había
abandonado hacía ya unas horas.
Y el calor le incitó a buscar una playa cercana…, pero no la
había. Así que tuvo que conformarse con buscar una playa lejana. Podría haberse
sentido incitado a sumergirse en su bañera, y de hecho lo pensó, pero eso no
era divertido. La playa lejana más cercana, estaba a 48 kilómetros de donde él
se encontraba, así que se metió en el coche, donde a pesar de llevar las
ventanillas bajadas aumentó su tasa de sudor, y puso rumbo a la playa. No, por
desgracia, su coche no tenía aire acondicionado. Más bien, lo que tenía era
aire condicionado.
Llegó a la playa. Llegó como pudo, casi deshidratado tras
aguantar media hora de trayecto y casi otra hora para encontrar aparcamiento.
Porque aquella playa lejana, al igual que cualquier playa esté donde esté, en
determinados días suele estar bastante concurrida, sobre todo si hace calor. El
suficiente calor como para incitar a todo hijo de vecino a visitarla. El hecho
de que la playa estuviera tan concurrida, y sobre todo, lo concurrido que
estaba su aparcamiento, obligó a aquel hombre a caminar casi tres kilómetros
para llegar a atisbar la arena. Y otro más para llegar a pisarla.
Tras descalzarse, puso ambos pies en la arena y se adentró
en la playa, constatando instantáneamente dos hechos. Primero, que descalzarse
había sido una completa osadía, y que no se debía haber descalzado, al menos
hasta haber llegado a su punto de destino en la playa y haber extendido la
toalla encima de la ardiente arena. Segundo, que era más que probable que todos
los presentes en aquella playa, estarían mirándole atentamente…, como
consecuencia de los improperios que estaba vociferando y los saltitos que daba
de puntillas, por culpa de la elevada temperatura de la arena… Sí, podría haber
vuelto sobre sus pasos y haberse calzado, pero… ya he dicho que estaba casi
deshidratado, y a estas alturas su cerebro se asemejaba más a un trozo de
membrillo que a materia gris…
Cuando encontró un lugar para instalarse, curiosamente justo
al alado de tres lozanas mozas que tomaban el sol en top-less, extendió su
toalla en la arena, hecho este bastante laborioso y dificultoso debido a que
casi no podía agacharse porque seguía dando saltitos de puntillas sobre la
arena… y porque el perrito de un vecino había trincado con su mandíbula una
esquina de la toalla intentando quedársela. Al perrito también le quemaba la
arena, pero se comportaba con hombría y no daba saltitos. Finalmente consiguió
ahuyentarle tirándole arena con un pié. Al perrito… y al vecino, quien no se
levantó para darle un guantazo porque hacía calor. El suficiente para quitarle
a uno las ganas de hacer un esfuerzo y abandonar la posición horizontal.
Se quitó la camiseta. No fácilmente, ya que, debido a lo
empapada en sudor que estaba, hubo de hacer varios movimientos improvisados de
contorsionista profesional. Movimientos estos que, al no ser un contorsionista
profesional, le hicieron perder el equilibrio y caerse de morros encima de una
de las lozanas mozas que estaban a sus pies. No, no es que estuvieran rendidas
a sus pies, no me malinterprete, si no que estaban situadas a sus pies. Si él
estuviera tumbado o sentado, claro está. Si bien la lozana moza no se lo tomó a
mal, al menos aparentemente, lo cierto es que aquel hombre volvía a ser el
centro de atención en 50 metros a la redonda, y para evitar males mayores, la
lozana moza le ayudó a quitarse la camiseta para después… limpiarse las manos
como pudo.
Continuará...
Pues ya tiene mala suerte ese señor: con todo ese pedazo de playa y tienen que tocarle, al lado, tres lozanas mozas en topless. ¿Puede existir mayor desgracia?
ResponderEliminar!Hola,elvis!
ResponderEliminarPues este buen hombre puede decir que paso desapercibido en la playa jajajaja,pobriño.Y como forma de perder grasa lo hizo genial,me imagino su cuerpo sudoroso,telita jajajaja.menos mal que por lo menos se regalo la vista con las buenas mozas,generosas ellas que le dieron un buen paisaje ;)
Me he reido mucho ,elvis,siempre me haces sonreir,gracias querido amigo.Muchisimos besitos.
Espero que el relato no sea autobiográfico. Jajaja. Ansiosa estoy por la segunda parte. Un besote!!!
ResponderEliminarMi mirada sucia imagina una segunda parte aún más sucia... :)
ResponderEliminarSi Bwuana, desde luego. Que estén tumbadas boca abajo. Eso sí que sería una desgracia...
ResponderEliminarSaludos.
Esmeralda, cierto. Es lo bueno de ir a la playa, siempre hay algo interesante que ver jajajaja
Besos.
Mi Alter Ego, algo de ello hay, aunque no diré qué, para que cada uno imagine lo que quiera. La realidad siempre supera la ficción...
Besos.
Dina, con personajes como este, todo lo sucio es perfectamente posible jajaja
Besos.