Divagar es una buena costumbre. Sobre todo si se llega a una
conclusión, porque así habrá servido para algo.
Pero cuando se divaga sin llegar a una conclusión, se
convierte en una mala costumbre. Y yo tengo la mala costumbre de divagar, por
eso, porque nunca llego a una conclusión que me aclare un poco el tema en
cuestión. Y además soy reincidente, porque hoy, he vuelto a divagar
inútilmente.
¿El tema?... La alimentación. El continuo bombardeo
mediático, instándonos a adoptar unos hábitos alimenticios sanos, ha congregado
en mi mente, una serie de certezas totalmente contradictorias entre sí. Digo “certezas”,
porque todas ellas son tan ciertas como que hay día y noche, no se crea que
digo “certezas” en un alarde de sapiencia intelectual sublime, seguramente
usted también podrá corroborar que lo que llamo “certezas” son ciertamente “certezas”…
Divaguemos un poco. Ya veremos después, según el resultado, si haber divagado ha
sido una buena o mala costumbre.
Siempre nos han aconsejado, comer sano para mantener la
línea, haciendo de los vegetales y verduras el estandarte para mantener una
buena línea, evitando ingerir demasiada carne y productos grasos. Eso es un
consejo. Una certeza, sin embargo más que evidente, es que, todos los animales
que conozco, que basan su dieta alimenticia en los vegetales, como por ejemplo,
el elefante, el hipopótamo, el rinoceronte, la vaca… son gordos. Y aún diría
más: son extremadamente gordos. En cambio, casi todos los carnívoros que
conozco, que reniegan de los vegetales tanto como de la muerte, como los
leones, guepardos, tigres, hienas, perros… son incluso delgados.
Podríamos pensar, seguramente de forma acertada, que lo
importante para mantenerse sano, no es la dieta, si no los hábitos de vida que
lleva cada uno, y el dicho ese de que una buena barriga no se hace con acelgas,
queda en entredicho. ¿Qué provoca entonces que un elefante, que no come nada
más que hierbajos, tenga un volumen tan desmedido? Posiblemente tenga algo que
ver, el hecho de que para comer sólo tenga que dar pasitos… por que tanto
árboles como arbustos aún no han aprendido a correr. En cambio, los carnívoros
para trincar a sus presas, en ocasiones tienen que hacer un gran esfuerzo. Y
también tienen que hacer un gran esfuerzo para comérselas, por supuesto. El
ejercicio es, por lo tanto, la clave.
¿Se cree que hemos llegado entonces a una conclusión?... Ni
por asomo, no se me relaje, porque estamos muy lejos aún de llegar a una
conclusión válida.
Porque esta teoría, más o menos válida, podría resolver el
enigma dentro del reino animal salvaje (quiero decir, de los animales salvajes,
no que usted sea un salvaje, que aunque es posible que lo sea, no me refiero a
usted, no me sea susceptible), pero en ningún caso es válida para la especie
humana, por mucho que también seamos animales (sí, en algunos casos también unos
salvajes). Porque los humanos, en líneas generales, llevamos unos hábitos de
vida similares y todos, al cabo del día, hemos hecho más o menos los mismos
esfuerzos físicos. Los esfuerzos mentales son poco menos que imposibles de
demostrar, así que los dejaremos de lado.
Todos trabajamos, más o menos el mismo número de horas,
hacemos las mismas comidas y, sin embargo, la diferente composición en forma de
ingredientes de dichas comidas, no guarda ninguna relación con la apariencia
física de los comensales. Entre los vegetarianos, hay gente delgada y gente
gorda, y lo mismo podemos decir de los fervientes carnívoros, aunque es cierto
que hay más gente delgada entre los vegetarianos y a la inversa, más gente
gorda entre los carnívoros.
Ahora es cuando nos damos cuenta de que divagar es una mala
costumbre, pero… a pesar de todo seguimos divagando, para caer en la cuenta de
que, el mismo alimento, por ejemplo una lechuga, es ingerido de diferente manera
por un animal salvaje, que por un humano, sea o no salvaje. Mientras que el
animal se la come a palo seco, y le engorda, el hombre se la come mezclada con
aceite y vinagre… y por lo general adelgaza. Otro ejemplo: el león se come un
chuletón de buey, a palo seco y aliñado con sangre… y mantiene la línea,
mientras que el hombre se lo come cocinado con aceite y, por lo general,
engorda. ¡Maldito aceite!...
Con todas estas certezas dentro de mi mente, continuaré
divagando. A veces, divagando podemos llegar a una conclusión definitiva. Esperemos
que la próxima vez tenga más éxito…
Total, que hay que comer carne cruda acompañada de ensalada aliñada, ¿no? Lo mismo hay que patentar esa dieta... Besotes!!!
ResponderEliminarTambién yo hago divagaciones frecuentemente. Ésta, sobre la gordura, ya logré definirla observando a los Masai en Kenia; conseguir alimentos compitiendo con leones y guepardos precisa de una gran agilidad y rapidez de reflejos, lo que les impide engordar.
ResponderEliminarAquellos pueblos que tienen tan sencillo el acceso a la comida, terminan por engordar como cerdos.
Interesante entrada, la verdad es que sí. Pero creo que sale de una premisa que no es válida. Ningún animal salvaje es gordo, sea hervíboro o carnívoro. Un elefante es voluminoso por su osamenta, un hipopótamo tiene un cuerpo redondeado y grasiento que necesita para flotar o para evitar que un león acabe con una cría, pero no es gordo, sino que su propia naturaleza le da la capacidad de generar aquello que necesita. En cautividad un caballo puede engordar, pero un caballo salvaje no lo hará, porque necesita su velocidad y potencia para moverse, ya que son sus únicas armas. Fíjate en una pitón que se traga un cochinillo: mientras hace la digestión durante meses está completamente desprotegida, y en caso de verse amenazada vomita a su víctima para huir.
ResponderEliminarLo que está claro es que cuando hace años iba a la playa y veía a un gordo descomunal, llamaba la atención. Hoy en día son cientos, y me parece que eso no es muy sano. Pero bueno, respecto a los dietistas, como cada uno te dice una cosa, pues... yo qué sé!
Un saludo!
Mi Álter Ego, es posible. Pero a ver quién es el guapo que se come un chuletón crudo. Me niego...
ResponderEliminarBesos.
Si Bwana, sí, eso está claro, en la vida salvaje es una cuestión de necesidades. Pero en la vida civilizada no se cumplen esas premisas y me consta que también hay gente delgada que come como animales.
Saludos.
Sbm, discrepo. La osamenta puede determinar la altura y la anchura, pero no determina el volumen de grasa que la recubre. Un hombre alto tiene una osamenta más grande que la de un hombre bajo, e incluso puede que sea más ancho de espalda, pero eso no significa que tenga que tener más grasa rodeando la osamenta. Por ejemplo, la jirafa tiene una osamenta muy grande... y por lo general es delgada.
Saludos.
jajaja, es bueno discrepar. Entonces discrepamos en esta ocasión. Sin embargo, yo que soy tan cabroncete te pediría alguna foto de algún animal salvaje gordo, pero ojo: gordo de gordo. Un elefante es así por naturaleza (si no quieres achacarlo a la osamenta, pues a otras cosas). ¿Qué sería gordo? Pues pongamos que un ser humano de 1,80 pese 80 kg y ése sea su peso normal. ¿Cuántos vemos de 160 kg? Muchos. Incluso algunos multiplican por tres y por cuatro esa cantidad. Imagínate un elefante que pese dos veces su estándar de masa.
ResponderEliminarPD- Una jirafa no es delgada por naturaleza, sino jirafa.
Otro saludo!
Pues en la vida me había parado a pensar que los animales herbívoros (como los elefantes) son gordos y los carnívoros no. Igualmente, siempre creeré eso que dicen los señores médicos de que "una dieta sana y ejercicio" es la clave para una buena salud y para mantener la línea. Aunque es verdad que la genética también hace mucho en todo este tema, ¿no?
ResponderEliminarPara mi también acaba siendo desastroso divagar, la verdad, así que lo dejo ya.
Besos
Sbm, ahí sí que me has desarmado. Ese argumento sí que no tiene posibilidad de refutación. Es cierto, el elefante es un animal de naturaleza obesa. El hecho es que es gordo desde que nace, y con eso ya está todo dicho. Aunque me quedo con las ganas de saber qué pasaría, si en vez de andar comiendo hierbajos todo el día, se zampara antílopes de dos en dos jajaja
ResponderEliminarSaludos.
J. Vela, así es. La genética tiene mucho que ver. Tanto que, en muchas ocasiones contradice a la naturaleza. De todas formas, mejor perder el tiempo divagando, que viendo culebrones, te lo aseguro.
Besos.
Amigo Elvis:
ResponderEliminarDivague. Divague usted, que es de lo mejor que hay. ¿No dicen que el cerebro es el mayor consumidor de energía de nuestro cuerpo? De ahí se deduce que cuanto más divague, más energía consumirá y mejor mantendrá su línea; algo que no le ocurre a los devoradores de culebrones cuyos cerebros, en "pause", no consumen...
;)
Hay que divagar siempre! Es una buena costumbre! Pueden salir tantas cosas de momentos como estos..
ResponderEliminarChuan Che Tzú, si así fuera yo debería tener un tipazo de quitar el hipo. Aunque ahora que lo pienso, mi tipo quita el hipo, pero a base de asustar...
ResponderEliminarSaludos.
Laura, cierto. El problema es que divagar es como un embarazo, no se sabe lo que va a salir, y lo mismo sale niño que sale niña... o niñe.
Saludos y bienvenida a tu casa.