Según se plantee uno su vida, ésta se puede convertir en un carrusel de emociones, con continuas descargas de adrenalina, o por el contrario, puede sumergirse en un remanso cargado de placidez que nos proporcione paz y tranquilidad.
En el primer caso, la vida será como una montaña rusa en la que uno se agarrará a lo primero que pueda para no salir volando por los aires, y claro, lo mismo te toca agarrarte a un buen par de tetas, o tener sólo para agarrarte una tranca a mano… (o al revés…, según el género del sujeto, será más traumático en un caso o en otro). Y a mi no me gusta correr riesgos innecesarios. Llámeme raro si quiere, pero no me quiero arriesgar a que me toque agarrarme a una tranca… Lo más atrevido que he hecho en mi vida voluntariamente, aparte de casarme, ha sido escribir un blog…, y también cruzar la calle con el semáforo en rojo (el de los peatones, no el de los coches…).
Bueno, cocinar puede considerarse como un deporte de riesgo, pero no se puede considerar como un acto voluntario, ya que uno se ve obligado a hacerlo si no quiere morirse de hambre, o dejarse el sueldo en restaurantes, en cuyo caso también acabará muriéndose de hambre… Conducir también representa un riesgo, pero eso no es optativo, salvo que sea usted político y tenga chófer. Y del transporte público ni le hablo, posiblemente sea tan arriesgado como hacer parapente sin paracaídas. Salvo que vuele, en ese caso… ¡oiga!, usted es un pájaro…
No es imprescindible arriesgarse para sacarle todo el jugo a la vida. Se puede conseguir de muchas maneras inofensivas para la salud, y en contra de lo que muchos piensan, uno se puede divertir mucho sin la necesidad de salir volando por los aires. Que también puede ser divertido, no lo dudo, sobre todo para el que está en el suelo mirando, pero también puede ser doloroso, de hecho la mayoría de las veces resulta sumamente doloroso…
Tener los pies en el suelo es más que recomendable, en todos los sentidos, y es una manera tan válida como otra cualquiera de llegar sano y salvo a casa. Me dirá que también le puede caer una maceta en la cabeza, o un microondas lanzado desde el quinto piso por algún vecino desquiciado. En ese caso no le salvaría ni llevar casco, ni siquiera tener la cabeza muy dura…, son cosas que pasan.
Vale, lo admito, estar a salvo es algo muy relativo, pero no me negará que es una mera cuestión de probabilidades, y ya se sabe, quien juega con fuego acaba llamando a los bomberos. O utilizando un extintor. Si es que sabe utilizarlo, que no todo el mundo sabe utilizarlos, no nos lo enseñan en el colegio y no es algo que se utilice todos los días, ni siquiera sólo los fines de semana…, salvo que esté acostumbrado a jugar con fuego, entonces… ¡vaya!, ¿de qué estaba hablando?... ¡Ah sí!, cuando se suba a una montaña rusa, tenga cuidado a ver a dónde se agarra…