26 de marzo de 2011

Montañas Rusas.

Según se plantee uno su vida, ésta se puede convertir en un carrusel de emociones, con continuas descargas de adrenalina, o por el contrario, puede sumergirse en un remanso cargado de placidez que nos proporcione paz y tranquilidad.

En el primer caso, la vida será como una montaña rusa en la que uno se agarrará a lo primero que pueda para no salir volando por los aires, y claro, lo mismo te toca agarrarte a un buen par de tetas, o tener sólo para agarrarte una tranca a mano… (o al revés…, según el género del sujeto, será más traumático en un caso o en otro). Y a mi no me gusta correr riesgos innecesarios. Llámeme raro si quiere, pero no me quiero arriesgar a que me toque agarrarme a una tranca… Lo más atrevido que he hecho en mi vida voluntariamente, aparte de casarme, ha sido escribir un blog…, y también cruzar la calle con el semáforo en rojo (el de los peatones, no el de los coches…).

Bueno, cocinar puede considerarse como un deporte de riesgo, pero no se puede considerar como un acto voluntario, ya que uno se ve obligado a hacerlo si no quiere morirse de hambre, o dejarse el sueldo en restaurantes, en cuyo caso también acabará muriéndose de hambre… Conducir también representa un riesgo, pero eso no es optativo, salvo que sea usted político y tenga chófer. Y del transporte público ni le hablo, posiblemente sea tan arriesgado como hacer parapente sin paracaídas. Salvo que vuele, en ese caso… ¡oiga!, usted es un pájaro…

No es imprescindible arriesgarse para sacarle todo el jugo a la vida. Se puede conseguir de muchas maneras inofensivas para la salud, y en contra de lo que muchos piensan, uno se puede divertir mucho sin la necesidad de salir volando por los aires. Que también puede ser divertido, no lo dudo, sobre todo para el que está en el suelo mirando, pero también puede ser doloroso, de hecho la mayoría de las veces resulta sumamente doloroso…

Tener los pies en el suelo es más que recomendable, en todos los sentidos, y es una manera tan válida como otra cualquiera de llegar sano y salvo a casa. Me dirá que también le puede caer una maceta en la cabeza, o un microondas lanzado desde el quinto piso por algún vecino desquiciado. En ese caso no le salvaría ni llevar casco, ni siquiera tener la cabeza muy dura…, son cosas que pasan.

Vale, lo admito, estar a salvo es algo muy relativo, pero no me negará que es una mera cuestión de probabilidades, y ya se sabe, quien juega con fuego acaba llamando a los bomberos. O utilizando un extintor. Si es que sabe utilizarlo, que no todo el mundo sabe utilizarlos, no nos lo enseñan en el colegio y no es algo que se utilice todos los días, ni siquiera sólo los fines de semana…, salvo que esté acostumbrado a jugar con fuego, entonces… ¡vaya!, ¿de qué estaba hablando?... ¡Ah sí!, cuando se suba a una montaña rusa, tenga cuidado a ver a dónde se agarra…




20 de marzo de 2011

Una mañana en la peluquería.

Hacía mucho tiempo que no visitaba una peluquería.

Y no porque tenga alguna razón especial para no visitarlas, sino porque tengo la mala costumbre de no tener pelo. Al menos no el suficiente como para requerir tales servicios de un profesional, y me basta con un par de pasadas con la máquina eléctrica a manos de mi señora, quien con su habilidad particular para desarrollar tal función, me proporciona un servicio gratuito completamente satisfactorio (me refiero al corte de pelo, que todo hay que aclararlo…).

Pero el pelo de mi hijo es otra historia. Como es natural, a los seis años aún se tiene el suficiente pelo como para necesitar un corte de pelo adecuado a su edad, y que no lleve a la conclusión errónea de que sus padres le odian. Esa fue la razón de que, precisamente el día del Padre, demostré ser un buen padre, o al menos lo intenté, y le llevé a un peluquero profesional.

Aunque la peluquería en cuestión, no era lo que se conoce hoy en día como una peluquería, sino que se asemejaba más a una barbería de las de antaño, de las que huelen a loción de afeitado Floyd, y regentadas por un peluquero/barbero de avanzada edad, con su chaquetilla blanca impoluta y sus gafas de antes de la guerra, de los que seguirán cortando el pelo hasta que dejen de respirar, y para quien la jubilación sólo es una palabra más de las que adornan nuestro diccionario. Porque es un peluquero vocacional y seguramente lleve cortando el pelo desde que hizo la comunión. Seguramente porque ese mismo día algún otro pseudo peluquero le hizo un escarnio al cortarle el pelo y se dijo para sí mismo: “Nunca más…”.

Y ayer recordé una lección que ya tenía olvidada por todo lo expuesto en el primer párrafo: Madruga si no quieres pasarte media mañana en la peluquería por un corte de pelo. Y es que yo pensaba que ya sólo las mujeres iban a la peluquería…, qué incauto. Hasta seis caballeros esperaban pacientemente cuando llegué a la peluquería de la mano de mi hijo. Pensé en darme la vuelta, pero cualquiera se lo explica al pequeño que ya se veía con un peinado de lo más moderno.

Porque los niños de hoy en día ya no son como los de antes… Con seis años a mi me llevaban a cortarme el pelo y hacían de mi lo que querían. Ahora no. Ahora son ellos los que dicen cómo se lo quieren cortar. Contradecirlos sólo supone perder el tiempo, y mientras no quieran ponerse una cresta es mejor complacerles. Total, el pelo es suyo.

Lo que no hay que hacer es perderlos de vista ni un segundo. Bastó que me llamaran al móvil y tuviera que salir de la peluquería (tampoco es caso que todo el mundo dentro del local se enterara lo que tenía que hablar), para que al volver a entrar descubriera a mi hijo, con una sonrisa de oreja a oreja y los ojos como platos, ojeando un ejemplar de la revista Interviú, justo en la página en que una señora nada fea mostrara todo aquello que normalmente no se suele mostrar a todo el mundo. Sí, en la mesita aquella también había tebeos y cómics, pero… ya he dicho que los niños de hoy en día están muy espabilados.

Por fin nos llegó el turno. Con atención observé todos los movimientos del experto peluquero en la cabeza de mi hijo, quien me miraba a través del espejo con cara de circunstancias al mismo tiempo que obedecía las indicaciones que éste le daba con el objetivo de no cargarse ninguna de las dos orejas. Y me preguntaba cuántos cortes de pelo habría llevado a cabo, con quejas o sin ellas, con éxito o sin él… Seguramente ni él mismo lo sabrá y simplemente se limita a cumplir con la rutina y es que para él todas las cabezas son iguales…

Como no podía ser de otra forma, la espera mereció la pena y el corte de pelo fue un rotundo éxito. La próxima vez… madrugaré.



15 de marzo de 2011

En busca de la comodidad.

El hombre es vago por naturaleza.

Sí, no me mire así, con esa cara de incredulidad. Ya sé que usted trabaja, pero… ¿lo haría si tuviera dinero suficiente para tener todas las comodidades sin necesidad de trabajar? Lo suponía. Usted trabaja por necesidad, pero no por vocación. Igual que yo, no se crea que yo soy diferente a usted o a su vecino. A los que tenemos la mala costumbre de no tener dinero de sobra, no nos queda otra que trabajar para tener sólo algunas comodidades.

Pero los que son lo suficientemente afortunados de tener todas esas comodidades sin necesidad de trabajar… ¿Se cree usted que tendrán algún día la tentación de hacerlo? (el trabajar me refiero…). Ni por asomo, se lo aseguro. Es más, yo en su lugar haría lo mismo, y seguramente, aunque no se lo crea, lo conseguiría sin ningún tipo de esfuerzo. Al menos no supondría ningún esfuerzo sobrehumano.

Pues bien, esa vagancia natural que nos acompaña de nacimiento, y por consiguiente, la búsqueda de la comodidad, es lo que nos ha llevado a nuestra especie a evolucionar de la manera en que lo ha hecho. La comodidad es la madre de la evolución, y el único motor que mueve el progreso alimentado por… la vagancia.

Si existe la rueda, es porque alguien se hartó de llevar arrastrando pesadas mercancías, dejándose medio cuerpo en el intento y el hígado por el camino. Si alguien inventó el mando a distancia, es porque era tan vago que no quería levantarse del sofá para cambiar de canal. Pero no sólo él era vago, porque todos le aplaudimos y le secundamos en el uso del mando salvador, convirtiéndonos así en cómplices de vagancia.

El automóvil se inventó, más que nada, porque sus asientos eran más cómodos que el lomo de un caballo, porque en los inicios del automóvil los caballos aún eran más rápidos que estos, pero claro, no me compare la comodidad y, sobre todo, la disminución de aquejados de almorranas que experimentó la humanidad a raíz del nacimiento del automóvil… El transporte público es otro síntoma de la búsqueda de comodidad, hacemos el mismo recorrido que en nuestro propio vehículo, pero tranquilamente espatarrados en el asiento mirando por la ventanilla, o a la maciza de turno que va de pies agarrada a una barra, y además no tenemos que aparcar…, salvo que sea usted el autobusero, en ese caso… haber sido millonario, qué quiere que le diga.

¿Y la ropa? ¿No se creerá, que la evolución en nuestra vestimenta ha sido propiciada por algún fin ecológico? Fíjese en la incomodidad de las vestimentas de épocas pasadas. Imagínese el tiempo que le llevaría a alguna de las Meninas quitarse toda la ropa en medio de un apretón. En cambio ahora, uno puede desnudarse en menos de lo que se tarda en estornudar, y sin romper ningún botón. Es más, en la mayoría de los casos, ni siquiera hace falta quitarse la ropa, porque esta es tan pequeña que no estorba para nada.

Con ello, no estoy insinuando que de no haber sido tan vagos, ahora seguiríamos clavando los nudillos de las manos al andar, no. Pero sí es posible que aún tuviéramos que levantarnos del sofá a cambiar de canal la televisión…






12 de marzo de 2011

Anuncio.

Tras un largo periodo de ausencia injustificada, que tampoco tenemos que dar explicaciones…, reaparece, para todo aquel que quiera, que tampoco obligamos a nadie a que lo lea, el blog “Retrosexuales Unidos”.

No, no hemos estado en la cárcel cumpliendo condena, de momento la repercusión de nuestros escritos no ha llegado hasta la justicia…, ha sido simplemente un período de adaptación y de búsqueda de nuestro ser más profundo (¡bah! tampoco se crea que es cierto, algo tenía que decir que quedara bonito…).

En fin, si usted no es demasiado susceptible, pinche aquí y se dará cuenta de que, efectivamente es más susceptible de lo que pensaba...



Tengan ustedes un buen fin de semana.



10 de marzo de 2011

Escoteando...

A sugerencia de la amiga Ana de “De ratones y mujeres”, y solidarizándome con el amigo Alcorze de “El errante”, para que no se sienta sólo en semejante marrón, trataré de expresar lo más sinceramente posible mi opinión (que seguramente será extensible a todo el género masculino), sobre un tema inmortal de necesidad y de rigurosa actualidad: El Escote (el femenino…).

Ahora que comienza a despuntar la primavera, que la sangre altera y sitúa las hormonas en espera, la temperatura sube en la misma proporción que disminuyen las prendas de vestir. Y lógicamente, con ello se empiezan a pasear los primeros escotes de la temporada. Una alegría para la vista, y un riesgo físico en modo de choques con farolas y demás obstáculos que se encuentre uno en su camino, por no hablar del aumento de taquicardias colectivas.

Porque me atrevo a asegurar, que el Escote es lo más importante que ha inventado el hombre después del fútbol, y al igual que éste, es capaz de arrastrar masas y pasiones descontroladas. Bueno, igual he exagerado un poco, el fútbol no es tan importante… Pero lo cierto es que un escote no deja indiferente a nadie, y despierta todo tipo de sentimientos, desde la envidia a la admiración, pero rara vez provoca rechazo, porque se trata de una de las partes más hermosas del cuerpo femenino.

Evidentemente no se puede obligar a nadie a que lo luzca contra su voluntad. Siempre he pensado que “lo que se van a comer los gusanos, que lo disfruten los humanos”, pero no todas las mujeres se sienten cómodas enseñando canalillo. El pudor, bien sea por exceso o por defecto de pecho, es la causa más común que le pone freno al escote. Error número uno. Un escote nunca es defectuoso (que quede claro que hablo de “Escote”, no de enseñarlo todo…) Así que cualquier mujer lo puede lucir con orgullo.

Otra razón que le pone freno al escote, son las miradas de la gente, más concretamente las miradas masculinas… Error número dos. Es lógico que a cualquier hombre se le vayan los ojos al santo lugar, y quien diga lo contrario, sencillamente, es un hipócrita. Y es un acto reflejo que no significa nada más allá de lo que realmente significa: sólo es mirar un escote, admirar algo bello que para eso está (claro que no es aconsejable mirarlo más de cinco veces, sobre todo si estás en presencia de tu señora).

Y en realidad, quien lleva escote, es para que la gente lo admire y además… lo mire. Por lo tanto, también me parece hipócrita quejarse de que la miren a una al escote en lugar de mantener la vista fija a la altura del horizonte. Vale, es cierto que algunos además de mirarlo lo babean, pero hablamos de gente normal, que echa una miradita, o dos, o tres de reojo, que más que molestar, lo único que hace es halagar la constitución de la señora o señorita en cuestión. Lo de llevar escote por que hace calor me parece una excusa bastante tonta, porque yo llevo camisetas de verano sin necesidad de enseñar escote, y me consta que también hay ropa para mujeres del mismo tipo, pero… nos mola lo de lucir busto y sobre todo… que lo miren.

¿Que tales miradas pueden crear incomodidad? Bueno, a mí nadie me mira el escote, ni ninguna otra parte de mi anatomía si soy sincero, así que no puedo saber qué se siente en dicha situación, pero echando a volar un poco la imaginación, sólo un poco, seguramente me sentiría halagado y no despertaría en mi ningún sentimiento de indignación ni rechazo. Simplemente me sentiría halagado. Ahora bien, si me babearan me sentiría… babeado, y seguramente me daría la vuelta, o mejor dicho, me taparía, no vaya a ser que por darme la vuelta terminara…

Total, en la playa se enseña mucho más y no pasa nada. Estar en la playa es como ir por la calle en sujetador, pero peor, porque los bikinis son más frágiles y sujetan menos… bastante menos…, por lo tanto, que nadie se corte de enseñar escote, seguro que alguien lo agradece…




8 de marzo de 2011

Personaje a exámen.

Capítulo 10. Napoleón Bonaparte.


Personaje bélico donde los haya, hizo de la guerra un arte al que se dedicó en cuerpo y alma, acumulando conquista tras conquista… hasta que le pararon los pies. Las malas lenguas dicen que se cayó del poni…

Fuente de inspiración para muchos que terminan en hospitales psiquiátricos, Napoleón fue francés por casualidad, por destino, o vaya usted a saber porqué, pero anecdóticamente, para que Napoleón naciera en territorio francés, los mandamases de Francia tuvieron que comprar la isla de Córcega a los italianos un año antes (lo cual me da que pensar que los franceses eran adivinos, o contaban con algún Rapel de la época en la corte). Sabían que sería alguien importante cuando creciera y no escatimaron en gastos para que fuera compatriota suyo. Años más tarde, se dieron cuenta de que fue alguien importante a pesar de no crecer demasiado…

Allí, en Córcega, había una pequeña localidad, de la cual lo único que se sabe es que era buena (la parte), y que dio origen al apellido de nuestro personaje, y en la que vivió los primeros años de su vida odiando a muerte a los franceses por el sometimiento ejercido sobre su pueblo. Pero a la tierna edad de 10 años, su padre le envió junto a su hermano José (también de una buena parte, de ahí que fueran hermanos), para que probaran fortuna en el arte de la guerra. El buen acogimiento que le dispensaron, y las enseñanzas proporcionadas cambiaron los intereses de Napoleón y borraron de un plumazo el odio que había alimentado durante años (por el interés te quiero Andrés…).

Fue allí, en Francia, donde tras ganar más batallas que cualquier americano, le entraron a Napoleón verdaderos aires de grandeza. Pero sólo aires, porque siguió sin crecer y se estancó en poco más de metro y medio para el resto de su vida, y aunque para él no supuso ningún obstáculo, cuando fue nombrado emperador, a la corte le supuso un enorme despilfarro, debiendo acondicionar toda la decoración y muebles de palacio para adecuarlo a su tamaño y convertirlo en el palacio de Pin y Pon (daba muy mala imagen verlo sentado en cualquier silla con los pies colgando…).

De todas formas, su reducido tamaño no le impidió casarse, y aunque no encontró a nadie de su talla, consiguió enamorar a la amante de un tal Barras, llamada Josefina, y se casó con ella. Aunque el carácter interesado de nuestro personaje, que únicamente buscaba descendencia, le llevó a cambiarla por otra mujer más fértil que sí le proporcionó un Vástago, al que llamó, ¡cómo no! Napoleón II (típico en la época).

Su experiencia en el campo de batalla, le llevó a ser una persona altamente desconfiada. Tanto era así, que agarraba fuertemente su cartera, y no sacaba la mano de la chaqueta ni para posar para los pintores que le inmortalizaron en cuadros que aún hoy en día adornan numerosos museos. A pesar de todo, le robaron el poder, le robaron a su mujer e hijo, le robaron el poni, e incluso… le robaron la cartera.

En definitiva, otro conquistador, que como muchos otros terminó conquistado, exiliado, robado, envenenado…muchas otras cosas que terminan en “ado”… , y finalmente sepultado.

Podría contar muchas más cosas sobre Napoleón, pero eso… es otra historia.



5 de marzo de 2011

Tecnología punta.

Vivimos en la era de la tecnología, o cuando menos digamos que es una era bastante tecnológica, o que todo está tecnológicamente avanzado, y que todo se basa en términos tecnológicos…

Hasta tal punto tecnológico hemos llegado que, por poner un ejemplo, yo puedo escribir algo en mi ordenador, sentado tranquilamente en mi casa, y alguien que esté a dos millones de kilómetros, o incluso en el espacio, lo puede leer en su pantalla, también estando tranquilamente sentado, y todo ello prácticamente al instante. Pero no se crea que sólo puedo hacerlo yo porque sea especial…, no, por mucho que le cueste creerlo, lo puede hacer también usted, si es que tiene ordenador, claro. Es más, lo puede hacer cualquiera que tenga ordenador. Y no sólo eso, sino que también podemos enviar mensajes, fotos y casi cualquier cosa que se le ocurra. Sí eso también puede hacerlo cualquiera.

Cualquiera… menos los bancos. Me explico, no se impaciente.

Gracias al trabajo que desempeño (y mucha otra gente, en eso tampoco soy especial…), he venido observando desde hace algunos años, que los bancos, o bien no conocen todas las ventajas de las que disponemos en estos tiempos tan tecnológicos, o bien pasan completamente de tales ventajas, dándole la espalda al progreso sabe Dios por qué razón.

Hacer una transferencia no parece una operación difícil para alguien que tiene como herramienta de trabajo un ordenador. En teoría es sencillo, se quita el dinero de una cuenta, y se envía a otra como si de un mail se tratara, y casi instantáneamente debería aparecer el mismo importe en la otra cuenta, aunque esa otra cuenta esté en otro banco diferente. Pero la tecnología bancaria no funciona tecnológicamente…

Todos los primeros de cada mes, doy al banco la orden de realizar las transferencias de las nóminas de la empresa donde trabajo. Diez o quince minutos después, a lo sumo treinta, todos los importes aparecen restados de la cuenta de mi empresa. Como pronto, dos días después, el dinero por fin aparece ingresado en mi cuenta personal y en la del resto de mis compañeros.

Por lo que se ve, mi dinero ha estado haciendo turismo sin mi permiso. O bien ha decidido dar un pequeño rodeo vía Wisconsin antes de llegar a su destino. Lo gracioso es que, en mi caso, el banco emisor de la transferencia, está a tan sólo veinte metros del banco receptor de dicha transferencia, y estoy seguro de que si mi dinero fuera andando, tardaría bastante menos.

Quiero ser bien pensado y creer que mi dinero no se va de vacaciones, pero entonces… ¿dónde coño se mete durante dos días?... Está retenido en el banco de mi empresa pasando algún tipo de control de alcoholemia, o siendo interrogado por el FBI, o despidiéndose de los billetes amigos que deja en el banco… O por el contrario, está retenido en mi banco, y antes de ingresar está pasando un reconocimiento médico, o está empadronándose en tal caja de un habitáculo particular, o sacando entrada para poder entrar…



Aunque creo saberlo, intento no pensar qué tipos de juegos se traen los bancos con nuestro dinero (imagínense lo que puede generar todo ese dinero “perdido” en el ciberespacio), y tampoco es que tenga demasiada repercusión individualmente, pero la verdad es que me quema la sangre que en la era de la tecnología, y en lugares donde hay tres ordenadores por metro cuadrado, tengan los pc`s más lentos de la historia… o que les aten manos y piernas para obtener un beneficio propio…



2 de marzo de 2011

Animalitos...

Capítulo 7. El Pingüino.


Nos encontramos ante una de las especies animales más variopintas y curiosas que nos ofrece la naturaleza. Y el caso es que, si nos guiamos de todos los comentarios que se hacen de nuestro protagonista, no sabríamos muy bien como catalogarle, porque se trata de un animal lleno de curiosidades.

A pesar de ser un ave… no puede volar, y paradójicamente también, aunque no sea un pez se pasa la vida sumergido en el agua, donde es capaz de mantenerse más de un cuarto de hora sin respirar… Nos encontramos por lo tanto ante un auténtico pájaro-anfibio. Lo cual hace dudar a los científicos en cuanto a la clasificación de su familia. El caso es que se encuentra en medio de la nada, porque no se sabe si es una especie a medio evolucionar, o si por el contrario, ha sufrido un retroceso en tal evolución.

De todas formas, es un animal que, por alguna extraña razón, le cae bien a todo el mundo. Su graciosa y característica forma de andar, le impide manejarse con soltura en tierra firme, donde es presa fácil para los depredadores de su entorno, además por si fuera poco, estos siempre le pillan en frío…

Es uno de los animales más elegantes, por no decir el que más, y no se quita el frac ni para dormir. Aunque bueno, tampoco representa ningún problema, ya que duerme de pies y no se le arruga nunca. Eso si, el grosor de dicho frac le permite vivir sin calefacción, o mejor dicho, el propio traje tiene una calefacción incorporada a base de grasas y fluidos que, como si de un circuito cerrado se tratara, consiguen que su calor corporal sea equivalente al que sentiríamos cualquiera de nosotros dentro de una sauna. No es de extrañar por lo tanto, que continuamente se tire al agua para refrescarse…

Injustamente, se le llama “pájaro bobo”, y digo injustamente porque, que se sepa, a día de hoy no ha sido sometido a ningún test de inteligencia que demuestre su posible escasez de masa gris. Claro que también podría ser, que hubiera sido sometido a dicho test, pero el miembro elegido fuera el más tonto, vaya usted a saber, porque está claro que en todas las especies existen miembros con mayor torpeza mental que otros. Me gustaría ver a mí, que dirían de los humanos si existiera otra especie dominante, y le hicieran ese mismo test a cualquier político de los que pueblan nuestro planeta. Seguramente se llevarían una idea bastante equivocada acerca de la inteligencia humana…

Podría contar muchas más cosas sobre los pingüinos, pero eso… que lo hagan los de National Geographic…