Un hombre entra en una cafetería. En un acto reflejo examina
el interior de la misma guardando en su memoria todos los detalles que su mente
le permite. Dado que no es un ejemplar
de mente brillante, los detalles que consigue procesar no son demasiados. Eso
provoca que, no sólo esté a punto de caerse al no ver un escalón próximo a la
puerta que acaba de cruzar, si no que algún metro más adelante, también se
lleve por delante unas muletas que estaban apoyadas en una silla en posición
diagonal. A pesar de todo, consigue llegar sin más contratiempos hasta el
mostrador, donde permanece de pies porque no vio a tiempo la única banqueta
libre…, que si vio una mujer que entró por la otra puerta existente del local…
La mujer también ha permanecido unos segundos plantada en la
puerta tras cruzarla, y a pesar de tener aún puestas las gafas de sol, tarda
apenas cinco segundos en sortear todos los obstáculos que se interponen entre
ella y la única banqueta libre al lado del mostrador. Ni siquiera ha necesitado
mirar a su espalda para saber a ciencia cierta cuantos clientes han seguido su
trasero con la vista…, y sólo vuelve su cabeza para presenciar como aquel torpe
se trastabillaba con la muleta apoyada en la silla en posición horizontal. Se
sienta en la banqueta y pide un café mientras busca algo en el bolso. Le
interrumpe la voz del hombre torpe pidiendo algo sin alcohol, y aunque en un
principio no le presta demasiada atención, no puede evitar hacerlo al escuchar
al camarero blasfemar por la falta de indecisión del cliente que no sabe qué
bebida pedir, al mismo tiempo que le decía que él no era nadie para decidir qué
debía beber un cliente…
El hombre está indeciso. Más aún con aquella espléndida
mujer a escasos dos metros de su posición. En tan sólo unos segundos, la mujer había
conseguido que su mente no fuera capaz de decidir entre una cerveza sin alcohol
o una Coca Cola, así que pensó: “de perdidos al río”… y pidió un Martini… Giró
90 grados y se situó de frente a la mujer que le había descentrado, intentando
aparentar seguridad en sí mismo… sin conseguirlo, porque al girarse tropezó el
vaso recién llenado, derramando su contenido sobre el mostrador… Más juramentos
de boca del camarero y doble gasto para nuestro hombre.
Mientras añadía el azúcar al café, la mujer observa de reojo
al hombre de su derecha que por fin se ha decidido por un Martini. Se percata
de que se ha girado hacia ella y que ha tirado la bebida llegando a salpicar su
rodilla desnuda. Coge una servilleta y la seca cuidadosamente mientras escucha
un torpe y balbuceante “lo siento”. Ella levanta la vista y lo mira con una
sonrisa indulgente. Se detiene a observarlo concienzudamente. Fija su vista en
el entrecejo y la va bajando lentamente hasta llegar allá donde se unen las dos
piernas. Vuelve a subir la vista pero a medio camino la vuelve a bajar, para
detenerse en ese singular lugar dibujando su cara una expresión de asombro…
A duras penas el hombre intenta reponerse del espantoso
ridículo que acaba de soportar al tropezar su copa. Intenta disculparse con la
mujer de su izquierda, a quien ha salpicado la rodilla que tiene en medio de su
interminable pierna. Comprueba aliviado que la mujer acepta sus disculpas
mientras se seca con movimientos que simulan una caricia. El hombre pierde su
mirada entre los pliegues de la corta falda, pero entre aquellos macizos muslos
no corre el aire y el hermetismo es total. Levanta la mirada y se percata de
que la mujer le está mirando su entrepierna. Poco a poco, la observadora va
levantando la vista, y nuestro hombre se prepara para un inminente encuentro de
sus miradas, pero al llegar los ojos de ella a su pecho, bruscamente vuelven a
descender hasta la entrepierna… El ve cómo se dibuja en su cara un gesto de
asombro y orgulloso espera a que le mire a los ojos. Tras unos segundos
interminables, ella levanta la vista y… él no puede aguantar la mirada.
Tímidamente baja su mirada… para descubrir que llevaba la bragueta abierta.
(Moraleja 1: El significado de una mirada es muy relativo… y
variable, haciendo que cualquier parecido con la realidad sea pura
coincidencia…).
Él intenta recomponerse como puede, en un acto reflejo y,
cómo no, torpemente cierra la cremallera de su pantalón asegurándose de dejarlo
todo en su sitio… Levantó la vista, tranquilizándose al ver la mirada
complaciente que la mujer le dedicaba. Así y todo pensó: “tierra trágame”… Mientras
tanto, ella pensaba: “me tragaría todo eso…”.
Siguieron dedicándose miradas, unas más furtivas que otras,
mientras apuraban sus correspondientes bebidas, pero ninguno de los dos, cada
uno por diferentes motivos, se atrevía a romper el hielo. Él porque pensaba que
ya había hecho bastante el ridículo por aquel día. Ella porque no le parecía
oportuno, sabe Dios porqué.
Pero poco a poco, dentro de cada uno de ellos iba creciendo
una incontrolable ansiedad de hacer algo juntos. Fue ella quien se decidió
antes a romper el hielo. Su mente buscaba las palabras idóneas que no pusieran
más nervioso aún al torpe que tenía frente a ella. De repente una idea vino a
su cabeza y, casi sin darse cuenta, la pronunció con un volumen lo
suficientemente alto como para que él la oyera diciendo: “deberíamos echar el
resto…”. Él la escuchó estupefacto y respondió: “me conformaría con echar
uno…”.
Ni siquiera se dijeron sus nombres, pero una vez roto el
hielo, ambos ganaron en confianza, él porque nunca la tuvo y ella porque no se
sintió rechazada. Y ambos iniciaron esta conversación:
Ella- Aquí no podemos, esto es un lugar público.
Él- Tienes razón, ¿dónde lo hacemos?
Ella- En la misma calle… No tengo ganas de perder mi
precioso tiempo buscando otro lugar más cómodo…
Él- De acuerdo, será un poco molesto, pero de acuerdo…
¡Camarero! Cóbreme las dos consumiciones…
Ella- A lo demás invito yo…
Tras pagar la cuenta, salieron a la calle y buscaron un
lugar que les resguardara de la lluvia. Se cobijaron en un portalillo y, tras
dedicarle ella una sonrisa, empezó a rebuscar en su bolso mientras decía: “creo
que me queda uno”. Él ya no podía aguantar más la ansiedad, así que la ayudó a
buscar aquello que necesitaban:
Él- Si no lo encuentras sé dónde podemos comprar más, así
podremos echar más de uno.
Ella- Mírale a él qué espabilado… Y eso que te conformabas
con uno.
Él- Bueno, si sólo se puede uno, pues uno, pero si hay
posibilidad de más… ¿Para qué desaprovechar la ocasión?...
Ella- Tienes razón… Pero ¿porqué me habré comprado yo un
bolso tan grande?... ¡Ah!... Aquí está…
Ansiosa ella también, lo tomó en sus manos y dirigiendo su
boca hacia él… lo encendió con el mechero que tenía en el bolsillo… Aunque
enseguida se dieron cuenta de que con uno no les iba a alcanzar…
(Moraleja 2: Nunca lleves sólo uno…, nunca se sabe con quién lo
vas a tener que compartir…).
¿Por qué lo llaman atracción cuando quieren decir sexo?.
ResponderEliminar:)
Más de uno mejor.
Con tantas Moralejas con las mujeres... ni Las Rozas.... ;)
ResponderEliminar:*
Curioso relato; al ver la fotografía, pensé que se trataba de una pareja bailando el tango.
ResponderEliminarMás que atracción, yo lo llamaría ansiedad, jaja!
ResponderEliminarJajajaja. Si es que fumar cada vez se está convirtiendo en un acto más íntimo y prohibido... Besotes!!!
ResponderEliminarMe ha encantado ese ir y venir de él a ella y vuelta, como en una película.
ResponderEliminarY ese cigarrillo a medias, sabrá a poco y será un comienzo.
Besos de humo
Jajajaja...muy buena ;)
ResponderEliminarSergio, supongo que más que nada por el "qué dirán" jajaja
ResponderEliminarSaludos.
Dalicia, jajaja, son moralejas de la vida más que de las mujeres. Pero cierto, mejor no pensar y rozar.
Besos.
Sí Bwana, difícil bailar el tango sentados. Aunque bueno, todo es probar.
Saludos.
B., jajaja, por eso el título Atracción lleva una interrogación.
Besos.
Mi Alter Ego, y además casi hasta pornográfico jajaja
Besos.
Pilar, gracias. Uno siempre sabe a poco, sea a medias o en solitario jajaja
Besos.
Tusjoyasdelacorona, gracias.
Saludos.
Pensé hasta hoy que mi torpeza era el impedimento, y veo que no. Que ademas, hay otros factores que inciden en el arte de entender a las mujeres.
ResponderEliminargracias por enseñarme el camino.
Waspy, uuuffff, yo sólo pongo lo que veo, pero de ahí a que lo entienda...
ResponderEliminarSaludos.
jajaja, y fueron felices y fumaron a mansalva. Sé que no rima, pero peor son los haikus...
ResponderEliminarUn abrazo.
jajaja, me ha encantado, jajaja
ResponderEliminarCurioso. Dos veces con la "miel" en los labios. Hay gente que no aprende. Me doy una vuelta por su blog, que se ve muy completito y curioso.
ResponderEliminarTropezar dos veces en la misma piedra jajaja.
EliminarBienvenido a tu casa.
Saludos.