Una visita al Parque de la Naturaleza de Cabárceno da para
mucho. Y muchas visitas dan para mucho más…
Si usted se saca el pase anual, tiene la posibilidad de
visitarlo 365 días al año, aunque no creo que nadie en su sano juicio lo haga.
Ni siquiera los que trabajan allí van los 365 días… ni yo tampoco. Y si usted
tiene dicho pase, seguro que tampoco lo hará. Y cualquiera puede pensar que
llegará un día en que se aburra de visitar el parque y de ver siempre lo mismo…
Se equivoca. Allí siempre se ve algo nuevo, algo que
aprender o situaciones, cuanto menos, curiosas. Y eso es lo que me pasó a mí el
otro día. A mí y a todos los que estaban en el mismo lugar y en el mismo
instante, no se crea que soy especial y que tengo privilegios sobre lo que allí
ocurre. En absoluto.
Porque… ¿Cuántas veces ha tenido la posibilidad de
presenciar en directo, la cópula de una pareja de animales? No, asistir a un
espectáculo porno de humanos en directo no cuenta. Tampoco cuenta aquella vez que
vio a una pareja en las dunas de la playa en actitud “cariñosa”. Me refiero a
ese acto de dos animales en pos del noble objetivo de perpetuar la especie. La
especie propia por supuesto.
Seguro que no ha tenido demasiadas oportunidades ¿verdad? Yo
tampoco. No hasta el otro día, donde no sólo fui testigo de la cópula de una
especie animal, si no que fui testigo de la cópula de dos especies animales. En
realidad serían tres si cuento lo que pasó después en mi… pero qué digo, eso no
le importa.
En primer lugar fui testigo de cómo un tigre y una tigresa,
tras hacerse mimos, ronroneos y colocarse en situación, iniciaron una copula.
He aquí la prueba fotográfica:
Parece una feliz cópula ¿verdad? Pues nada más lejos de la
realidad, ya que la tigresa, como todo el mundo sabe, es del género femenino, y
tras un momento de aparente sumisión y consentimiento para que el macho
procediera, decidió que ya no quería más, que le dolía la cabeza o que se
sentía incómoda ante la mirada de un servidor y otros 50 espectadores más, y,
dando un escalofriante rugido, que a mí me sonó a algo así como “déjame en paz
so pesado”, le quitó las ganas al tigre de seguir con el mete-saca. Vamos, lo
que se viene conociendo como un auténtico “coitus-interruptus”. El pobre se
debió de quedar con un calentón del carajo, resultando ser la tigresa una
auténtica calienta pollas, y dejándonos a todos con las ganas de presenciar un
orgasmo tigresco.
Tan sólo unas horas después, tuve la fortuna de ser testigo
del mismo acto en otra parcela del parque. Justo en la parcela en la que
habitan unas simpáticas tortugas. Y estas sí que no defraudaron. Como se puede
usted figurar, el acto de apareamiento de las tortugas es… lento. Y más
cercano, ya que se las podía observar más de cerca. Pero a pesar de la
cercanía, un servidor fue incapaz de llegar a ver por dónde entraba lo que
tenía que entrar, ni ver lo que tenía que entrar… ni si entró o no entró por
donde tenía que entrar… ¡Maldito caparazón!. Lo que sí estoy seguro, es que el
acto se consumó. Bastante placenteramente, ya que los bramidos que soltaba el
macho sólo podían ser el resultado de un acto sexual satisfactorio, o si lo
prefieren, de una corrida salvaje…
Por desgracia, no tengo prueba sonora y sólo
tengo prueba fotográfica, así que tendrán que fiarse de mi palabra…
Tengo entendido que las tortugas son animales bastante lujuriosos.
ResponderEliminarAlgo le habría hecho el tigre.
El año pasado viaje a cantabria y visite el parque de Cabarceno, y tuve tambien la "suerte" junto a todo el grupo en el que iban un monton de niños, de presenciar como una osa se tumbaba ante nuestra mirada y nos dedicaba una masturbacion en toda regla, alguna vez habia podido ver animales apareandose, pero masturbandose no, imaginate a todos los padres intentando persuadir a los niños de que debiamos irnos de alli, porque explicar a niños de entre 3 a 7 años lo que estaba haciendo la osa no era tarea facil jejeje, me encanto el parque
ResponderEliminarYo a lo más que llego es al cortejo de las palomas que habitan en el parque que tenemos frente al curro...
ResponderEliminar¡ qué sosos! ella siempre debajo
ResponderEliminarLo del voyeurismo animal era algo que me sonaba lejano, pero veo que no. Que hay quien lo practica.
ResponderEliminarQué mundo tan curioso este, oiga...
Yo tenía dos tortugas, bueno, claramente una era tortugo y acosador, tenía a la otra pobre desesperada, la iba arrinconando contra los rincones y aquello era obsceno, no la dejaba tranquila ni un momento
ResponderEliminarVaya, eso es como asistir en vivo y en directo a un documental del National Geographic. Jajaja. Besotes!!!
ResponderEliminarYo sí he visto copular a dos tortugas y me di cuenta por los bramidos que pegaban. Tenía yo una amiga veterinaria que tenía de todo un poco en su casa (tal que Noé pero sin arca). Jugábamos al ping pong en el jardín cuando de repente empecé a escuchar casi un "sí, sí sí"...(vale, no decían sí, pero a ver cómo lo explico con onomatopeyas. Era concretamente un ñiii ñiii ñiiii, más bien). Menudas eran las tortugas!!! Del resto del sexo salvaje, creo recordar a un par de perros (bastante desagradable, por cierto, eso de quedarse cada uno mirando para un lado hasta que al macho se le encoja da bastante grima) y poco más. Los humanos no los contamos, has dicho, no? jeje.
ResponderEliminarInteresting!!!
Doctora, posiblemente. De hecho nunca había visto a una tortuga correr tanto en pos de algo. Sólo la lujuria da esa rapidez.
ResponderEliminarEn cuanto al tigre... Pues no lo sé, es posible, pero yo no lo vi.
Besos.
Adis, ¿una osa masturbándose? Yo había visto a algún que otro mono, pero no sabía que los osos fueran tan viciosos. Lo mismo acababa de salir del periodo de hibernacion...
Besos.
Dina, al menos ese capítulo no ralla lo obsceno y quizás hasta sea más agradable de ver que lo otro.
Besos.
Dalicia, bastante bochornoso les resultará hacerlo en público como para encima ponerse a practicar el kamasutra jajaja
Besos.
B., existe, existe. Bien sea casual o premeditado, pero existe...
Besos.
Inmagina, tendrías que haberle condenado con una orden de alejamiento como escarmiento.
Besos.
Mi Álter Ego, cierto, bastante mejor diría yo...
Besos.
Ana C., pues sí. Los bramidos que pegan son sobrecogedores y le marcan a uno. No sé si algún día me llegará a producir un trauma, pero impresiona bastante.
Besos.
Estuve en Cabárceno hace unos cuantos años. Pasamos el finde en Cantabria y no podíamos perdernos este parque. A mí lo que más me impresionó son los surcos que tienen las hienas en su trocito de tierra de pasar tantísimas veces por el mismo sitio... Me impresionó mucho eso, no sé por qué.
ResponderEliminarDe todas formas, tendremos que volver (lo tenemos pendiente) porque no paró de diluviar en todo el fin de semana y queremos verlo todo "seco"...
Un beso, Elvis.
Me alegra mucho verte de vuelta. Para que luega digan que Cabarceno no vale para nada !
ResponderEliminarun abrazo paisano
Novicia, pues cuando vuelvas estaré encantado de hacer de guía si queréis.
ResponderEliminarLo de los surcos es una pena, pero supongo que el habitáculo es demasiado reducido...
Besos.
Waspy, desde luego que sirve para mucho. Al menos sirve como centro de inseminación jajajaja
Saludos.