Mucho se ha hablado y se habla del dichoso fin del mundo, y sólo hay una cosa clara en la que todo el mundo coincide, y es que, sea cuando sea, está claro que será el último día…. Porque desde luego que es un poco impuntual y ya llega con retraso, porque según muchos, el fin del mundo iba a ser en el año 2000. Al menos eso decían algunos allá por los ochenta, cuando parecía que cambiar de milenio nos iba a dejar a todos con un palmo de narices y muchas cosas por hacer. Pero el caso es que no llegó y seguimos con dicha incógnita a cuestas.
Y si son muchas las hipótesis sobre qué día llegará, no son menos las que se barajan acerca de cómo será… Que si chocaremos con algún asteroide, que si nos fulminará alguna banda de extraterrestres, que si una caída de la bolsa provocará una crisis nerviosa de todo el planeta, que si se apagará el sol por culpa de una caída de tensión eléctrica….
Cada cual tiene su teoría y no me voy a dedicar a discutirlas todas, porque llenaría demasiadas páginas. Lo que si me atrevería a afirmar, es que no estaremos allí para verlo, porque creo que dicho final, llegará cuando no quede ni rastro de todo aquello que tenga que ver con la vida humana. El mundo ya existía antes de que apareciéramos los humanos, y después de dejarnos vivir en él durante unos cuantos miles de años, se ha dado cuenta de que somos unos autenticos ocupas y ya no le gusta demasiado nuestra compañía.
Y no me extraña que se haya cansado de nosotros. Nos hemos metido tanto en nuestro papel de ocupas destructivos, que estamos cambiando demasiado la decoración original del mundo que habitamos. Cada vez queda menos mundo por destruir, y éste grita en rebeldía para que cesemos en nuestras continuas invenciones para crear un “mundo mejor”.
Continuamente, nos está mandando mensajes para que le dejemos en paz, dejemos de ser unos ocupas y nos vayamos con viento fresco por el mismo lugar por el que llegamos…., y no me refiero a que volvamos a vivir en las ramas de los árboles, más que nada, porque ya no hay suficientes para todos. Además, el mundo no nos permitiría ocupar los pocos árboles que quedan, echando de ellos a otros animales, que sí que han sabido conservar su mundo.
Por eso se rebela contra nosotros en forma de huracanes, tornados, terremotos, inundaciones y otras lindezas por el estilo. Mientras los hombres nos alarmamos e intentamos buscar el origen de tanta catástrofe, el mundo se ríe a nuestras espaldas sabiendo que en cada batalla que provoca, elimina un montón de vidas de esos ocupas que tanto le molestan.
Y como todo depredador que se precie, ha empezado por atacar a los ejemplares más débiles de la manada, los más fáciles de aniquilar, en nuestro caso, los más pobres, los que viven en peores condiciones de vida, y en lugares más accesibles para sus trampas mortales. Los que viven en casas de derribo fácil y en terrenos de rápida destrucción…. Y el resto, nos creemos a salvo por estar mejor ubicados, pero el mundo, el que creemos “nuestro mundo”, se va haciendo poco a poco más fuerte, y de seguro que ya tiene planes en marcha para atacar al resto de la manada.
Es cuestión de tiempo, que sus planes se hagan realidad, y pueda, al fin, vivir libre de los ocupas….
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Uy lo que han dicho...