Mi anterior entrada (Personaje a examen: Eva), sin que su contenido dé para mucho, nos invita a reflexionar acerca de porqué el hombre es tan débil ante la tentación ofrecida (una vez más, como siempre, me refiero al “hombre” como especie, englobando tanto al varón como a la mujer).
En uno de los comentarios de dicha entrada, Julio, de “El Humor de Julio”, nos muestra claramente, al menos, porqué Adán sucumbió ante tal tentación incluyendo en su comentario la imagen de la manzana ofrecida por Eva (pulse aquí para verla y después vuelva… si quiere, por supuesto). ¿Acaso alguien habría sido capaz de negarse a comer de ella?... No mienta, no conseguirá nada con ello. Está claro que el ser humano es, por decirlo de una manera fina, viciosillo por devoción hasta decir basta. Es el estigma que llevamos grabado en nuestros genes. Porque no es algo que se pueda aislar en unos cuantos ejemplares en concreto, si no algo común en todos los miembros de nuestra especie.
A todos nos gusta el sexo, en cualquiera de sus variedades y en mayor o menor medida claro está, pero hay pocos humanos que rechacen una sesión sexual en circunstancias normales… Vale que no le apetezca después de haber corrido una maratón o después de haber visto una entrevista a Sánchez Dragó, pero la realidad es que incluso personas que han hecho el voto de castidad (no miro a nadie…), llegan a caer en la tentación con mayor o menor frecuencia…
Y es que el sexo es sano y saludable, sobre todo si es con la pareja de uno mismo. Con la pareja de otro, puede que también sea sano si es con la debida precaución, pero saludable… ¡¡Oiga, yo qué sé!!, ¿a mi qué me pregunta?, nunca lo he practicado. El sexo con la pareja de otro, quiero decir, o con alguien que esté desparejado, el sexo con mi pareja lo practico siempre que puedo, y no me pregunten la frecuencia porque no pienso decirlo… me ampara el derecho a la intimidad, que yo no soy de esos famosos de la prensa rosa que se venden por… ¿cuánto ha dicho?... pues a lo mejor me lo pienso…
En realidad, podemos resumir la naturaleza del ser humano con la conocida frase: “Qué buena estaría mi mujer… si fuera mi vecina”.
Ese es el verdadero quid de la cuestión: tanta tentación está en nuestra propia naturaleza. Porque el ser humano, al igual que la gran mayoría de especies, es de naturaleza polígama. Nuestros antepasados convivían con absoluta normalidad con varias esposas, e incluso estaba mal visto por los demás que sólo tuvieran una. Claro que por aquel entonces, el ser humano, más concretamente el macho, era claramente machista y no consentía en ningún caso que la hembra tuviera varios esposos. Injusto me dirá usted, desde luego que sí, pero tan cierto como indiscutible. Esa es nuestra naturaleza real.
Si actualmente en nuestra cultura cristiana no actuamos así, es solamente porque, sabe Dios cuando, nos fueron impuestas una serie de normas de comportamiento cívico y social, que nos hacen actuar en contra de nuestra naturaleza con el objeto de… ¿ser decentes? Llámelo como quiera, el caso es que se producen y se seguirán produciendo un montón de infidelidades que tienen como origen a nuestra propia naturaleza.
Sin embargo en otras culturas, unas más civilizadas que otras, es cierto, siguen actuando tal y como les dicta su naturaleza, se aparean a su antojo con quien les apetece, sin que nadie de su entorno les diga ni “mú”…
Ellos no conocen la tentación, solamente conocen el deseo por otros congéneres, deseo que además es satisfecho con el consentimiento de su sociedad. En nuestra cultura no está permitido, y por eso pasa a la categoría de tentación, en la que sólo los miembros capaces de vencer a su naturaleza se libran de caer en ella. A eso le llaman acertadamente fidelidad a su pareja. Estoy de acuerdo en ello, pero quien diga que no ha tenido alguna tentación en algún momento, sencillamente, es un hipócrita.
Pd.: Esto es sólo una reflexión, o si quieren un desvarío de los míos, y espero que nadie lo malinterprete. No estoy defendiendo la poligamia, al menos yo con la mujer que tengo voy sobradísimo, simplemente reflexiono acerca de la facilidad del ser humano para caer en la tentación de lo que sea.