11 de septiembre de 2010

Crónicas Chumbescas. Capítulo 7.

                                                                                                                       (Lea el Capítulo anterior).


El final del verano dio paso a un nuevo año escolar. Y con ello iba a llegar un cambio bastante significativo en las vidas de nuestros protagonistas, porque el nuevo curso sería el primero en el que asistirían al instituto, o a la “High School”, como le llaman allí. Por supuesto, ninguno de ellos tenía la más mínima intención de llegar a cursar estudios universitarios, pero el paso por el instituto era obligatorio (o el High School, como quieran llamarlo…). Ello significó, entre otras cosas, que se terminaron las caminatas diarias hasta la escuela del pueblo, siendo sustituidas por un viaje en autobús hasta el instituto en Madisson (capital del estado). Era casi una hora de ida y casi otra de vuelta, de un viaje que se sabía como empezaba, pero cuyo resultado final siempre era una incógnita…

Aquel “autobús” amarillo chillón (sí, en Wisconsin también eran amarillos…y chillaba) atentaba contra la seguridad vial y convertía cada viaje en una aventura digna del mismísimo Mc Gyver. Su conductor respondía al nombre de Carl, cuando le gritaban porque era un poco duro de oído, y su cavidad estomacal tenía un diámetro que provocaba algunas dificultades en el movimiento de rotación del volante, lo cual tampoco ayudaba demasiado a la conducción del vehículo. Contaba con 24 asientos, el autobús, Carl sólo usaba uno de ellos, de los cuales la mitad iban vacíos por falta de ocupantes. Higor y sus amigos iban siempre sentados en los cuatro asientos traseros, les encantaban los saltos que daba la parte trasera del autobús cada vez que pillaba un bache. El motor amenazaba con saltar en pedazos cada vez que Carl lo arrancaba, y a cada pocos kilómetros sufría ciertas explosiones que ningún mecánico del estado fue capaz de solucionar…, de hecho ninguno de los dos mecánicos llegó nunca a saber de donde procedían, las explosiones quiero decir, los mecánicos… tampoco.

El consumo de gasoil en cantidades ingentes, también era un misterio, pero la parada a mitad de camino en la única gasolinera que había (en el camino porque en el estado había otra), era una parada obligada todos los días. Bueno, en realidad paraba dos veces, una a la ida y otra a la vuelta, lo cual provocó que corrieran ciertos rumores de ciertos intereses de Carl en aquella gasolinera. Los bien pensados sostenían que Carl estaba liado con el dependiente de la gasolinera, los mal pensados creían que eran los bollos que vendía aquel dependiente los que realmente atraían a Carl.


Uno de los primeros viajes que dieron nuestros protagonistas, tras la pertinente parada en la gasolinera, Carl no se percató de que Higor había bajado del autobús con el noble propósito de hacer sus necesidades más necesarias, dejándole allí tirado, bueno más bien dejándole honorablemente inclinado… Tubo que esperar allí todo el día a que volviera el autobús ya por la tarde, matando moscas en compañía del dependiente (cuyo nombre se desconoce porque era un tipo tremendamente reservado, aunque nunca se ha sabido quién le había reservado…). Higor aprendió dos cosas ese día. La primera de ellas y la más importante, que había que procurar hacer las necesidades antes de salir de casa cuando se iba a viajar con Carl, y la segunda, que era cierto que Carl no oía si no se le gritaba…

Cuando nuestros amigos llegaron por primera vez ante el instituto, se dieron cuenta rápidamente que habían tomado la decisión errónea al intentar estudiar allí. No era de extrañar, ya que Carl les dejó delante de la Iglesia que estaba a varias manzanas del instituto por no se qué asunto familiar… Cuando llegaron al verdadero instituto tres horas después, su opinión no sólo no cambió en absoluto, si no que se acrecentó enormemente. Se encontraron con una gran cantidad de chavalería de ambos sexos armando jaleo en los aledaños del instituto. Se quejaban de que… ¡empezaba el curso! Higor y sus amigos no daban crédito ante tan ridícula queja y pensaban: “cómo iban a ir a la escuela si no empezaba el curso”… Sea como fuera, el curso empezó el día que tenía que empezar.

Continuará…


3 comentarios:

  1. Si sigues así fijo que al final escribes el libro. Ánimo.

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  2. Cómo capítulo 7??!!
    Me perdí 6 anteriores...???!!!!
    voy a leerlos
    Un saludo!

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  3. Anto, en ello estoy, aunque sea por capítulos.... Gracias por los ánimos.


    Carugo, creo que llega un poco tarde jajaja... Que tenga suerte en la lectura, la necesitará...


    Saludos cordiales a ambos.

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Uy lo que han dicho...