10 de noviembre de 2010

El Manual. II

Hace un par de semanas, publiqué un post, en el que pedía la colaboración desinteresada, o interesada, da igual, de los amigos lectores, para traducir el manual uzbeko sobre las mujeres que guardaba en mi poder desde hace años.

Nadie fue capaz de traducirlo, y la verdad es que empezaba a perder la fe en sacar algo positivo del asunto, pero… a veces ocurren milagros. Como todos los lectores habituales de este modesto blog saben, tengo la fortuna de ser el biógrafo extraoficial de Higor Chumbosky, y ayer mismo, recibí un correo suyo en el que me indicaba que el tiene amplios conocimientos de Uzbeko ya que sus padres provienen de un país vecino, aunque no me ha querido decir cual es dicho país… vaya usted a saber porqué. Y sí, lo ha adivinado, interesadamente me ha enviado la traducción de la parte que yo publiqué aquí en su día. Y seguirá traduciendo el resto del manual, también interesadamente, en próximas semanas…

Da la casualidad también que un brillante grupo de blogueras está publicando algo parecido en relación sobre el hombre… es mera coincidencia, y espero que a ellas les sirva de más ayuda de lo que me ha servido a mí lo que hasta el momento Higor ha sido capaz de traducir…

Esta es la traducción literal de la primera hoja del manual uzbeko:




INTRODUCCIÓN

Si usted está leyendo este manual es porque lo necesita, porque se ha visto envuelto en alguna situación de la que no sabe desenvolverse, o simplemente no tenía nada más a mano para leer en el cuarto de baño. Si en realidad no lo necesita, créame, es mejor que no lo lea. Debe usted saber, que este manual le dará instrucciones precisas para manejar cualquier tipo de mujer, siempre que sea capaz de llevar a cabo tales instrucciones con total minuciosidad. Cualquier negligencia en su interpretación puede resultar fatal para sus intenciones, dado que la mujer puede convertirse en un arma peligrosa si no aprende a manejarla debidamente.

Capítulo 1. En primer lugar, y antes de que entre en contacto con la mujer, debe leer la introducción. Si no lo ha hecho ya, hágalo, no espere ni un segundo más o puede que lo eche todo a perder antes de tiempo. Una vez hecho esto, pasemos al siguiente capítulo.

Capítulo 2. En su primera toma de contacto con la mujer, lo más normal es que se inicie una conversación. Sea natural, pero tenga siempre en cuenta una importante premisa: ante cualquier pregunta de ella que le haga dudar, responda un rotundo: “no sé…”. Es mejor que le tomen por tonto, a que le malinterpreten y le tomen por un impresentable.

Capítulo 3. Una vez conectada a su vida, deje que sea ella quien tome las decisiones. Ella está preparada para eso y más…, sobre todo si en su primera conversación usted la ha respondido con varios “no sé…” Ahora ella piensa que usted es realmente tonto y si la contradice en algo su enfado está garantizado (el de ella, si fuera suyo de usted no le importaría a nadie…).

Capítulo 4. Pase lo que pase y se ponga como se ponga, no la de de comer pasada la media noche. Comida se entiende, la puede dar de comer otras cosas, pero puede que se arrepienta porque cuando tiene algo en la boca pasada cierta hora, se vuelve muy violenta y muerde con fuerza todo aquello que está a su alcance.

Capítulo 5. Cuando la mujer le ordene algo, hágalo sin pensar…, nuevamente es mejor que piense que es usted tonto a que se quede con la duda. Además con ello conseguirá demostrarla que lo que ella dice va a misa.





Hasta aquí llega la primera página. A medida que mi traductor ocasional vaya traduciendo se irán publicando.


8 de noviembre de 2010

Maldita primera hora rutinaria...

Los acontecimientos del día de hoy, más concretamente los acontecidos a primera hora del día, me han hecho recordar un post que escribí hace algunos años y que hoy he querido recordar porque... el día se lo merece.



Hoy, como todos los días laborales, suena mi despertador, o sea mi móvil, con cierta melodía preestablecida para tal menester. Son las 7.30, y como todos los días hago caso omiso, a sabiendas de que volverá a sonar nueve minutos más tarde. No creo que pasen ni 30 segundos hasta que me vuelvo a quedar dormido.

Nueve minutos después, segundo aviso acogido por mi somnolienta cabecita con un “jrhtv bpqiuthvm htqh” que despierta a mi señora, la cual y sin previo aviso, me suelta una patada, que gracias a que estoy de espaldas a ella, impacta en mi trasero en vez de impactar en otro sitio más delicado. A pesar de todo, vuelvo a hacer caso omiso, decidiendo esperar al tercer aviso y sigo remoloneando entre las sábanas.

Cuando suena el tercer aviso, es decir a las 7:48, ya no me queda más remedio que levantarme, esperar a un cuarto aviso sería tensar demasiado la cuerda, y tras incorporarme aún con los ojos cerrados, me dirijo al excusable a hacer lo que todos hacemos nada más levantarnos, dicho finamente miccionar copiosamente, pero dado las horas que son, y dado que uno todas las mañanas aún se levanta de aquella manera, resulta un tanto complicado acertar en el “agujerito”. Sí, ya sé que a simple vista parece un agujero grande, pero en esas situaciones se vuelve muy pequeñito, y las posturas que uno tiene que adoptar para que aquello no vaya a donde le dé la gana, le hacen pensar a uno si no podría ganarse la vida como contorsionista profesional.

Tras limpiar las salpicaduras inevitables producidas por el chorro incontrolado a presión, mientras esbozo mi segundo “uierhtb`q ytvq8mv utvt9ncm” del día, me dirijo a la cocina con el ánimo de romper con mi ayuno. Con la típica torpeza que causa el tembleque producido por el destemple matutino, empiezo a prepararme un par de tostadas. Una vez introducidas en el tostador, y sin dejar de temblar, pongo a calentar el café. Me quedo embobado mirando como se calienta el líquido elemento, como si nunca lo hubiera visto, mientras recuerdo lo bien que estaba en la cama hace unos minutos. Hasta que se despierta mi sentido del olfato, para apreciar un ligero olor a quemado. Giro la cabeza y también se despierta mi sentido de la vista para observar que sale humo del tostador. Acudo raudo hacia allá, para despertar mi sentido del tacto al sentir que me quemo los dedos, cuando cojo las dos carbonizadas tostadas que pretendía que fueran mi desayuno.

Decido tirarlas a la basura y las sustituyo por un paquete de galletas de Chiquilín, mientras esbozo mi tercer “utvhbp qeuhn nercjm vbqyne” del día, y pienso “éstas no se queman”. Con tanto follón no me he dado cuenta de que el café que estaba calentando, ha hervido. Afortunadamente no se ha salido del cazo porque era muy poca cantidad, así que después de enfriarlo un poco con leche fría, lo hecho en la taza y la dejo en la mesa, mientras escupo mi cuarto “iertuhbp qtvhmcquft8by”. Me dispongo a sentarme con mi característica torpeza matutina, con la mala suerte de que golpeo en la pata de la mesa, haciendo que se tambalee la taza y que la mitad del café caiga en la mesa. Todo ello sumado al dolor que sentía en la rodilla por el golpe, produce que lance mi quinto “urdhbpñ riugbnvuj erihtvgu” a pesar de haber respirado hondo un par de veces.

Tras ingerir una cantidad indecente de galletas, y con complejo de “Triqui” (el monstruo de las galletas de Barrio Sésamo), me desnudo y temblando como un gilipollas me meto a la ducha. Como casi todos los días, se me mete jabón en los ojos, y con los mismos cerrados intento alcanzar la toalla para limpiarlos un poco, con la mala fortuna, de que lo que agarro es la cortinilla, tirándo fuertemente de ella hacia mi.... os podéis imaginar el desenlace, sigo con escozor en los ojos, y además, los dedos del pie magullados por el impacto de la barra que sujeta la cortinilla, y esta vez grito mi sexto “irjhvoñ irtujbq vnwegc” de la mañana....

Me seco como puedo, ya que no puedo abrir aún los ojos por culpa de que aún me escuecen los ojos. Cuando por fin puedo abrirlos miro al reloj y me percato de que ya son las 8:15, así que me visto a toda prisa, y cuando me voy a poner los zapatos, me doy cuenta de que me he puesto dos calcetines diferentes, y si, mientras vomito mi séptimo “jerh vuirh cnrig” del día, busco alguno de los compañeros de los dos calcetines y me pongo el par que primero ha aparecido su pareja.


Cuando estoy a punto de subirme al coche, me doy cuenta de que no he cogido la cartera, guardada aún en la chaqueta que usé el día anterior, así que vuelvo a subir a por ella. Afortunadamente vivo en una casa de dos plantas, así que no tardo mucho en volver a estar sentado en el coche. Pero cuando voy a arrancar, me doy cuenta de que se me han olvidado las llaves de la oficina. Vuelvo a subir los quince peldaños que tengo hasta la segunda planta de mi casa y cojo las malditas llaves, mientras pienso “menos mal que me he dado cuenta”. Por fin, saco el coche del garaje, y cuando estoy cerrando la puerta plegable del mismo, pienso: “¿he cogido el móvil?”. Bueno, supongo que ya sabéis la respuesta, así que mientras vuelvo a subir las escaleras, mascullo el octavo “kjhton vhgicrco iern ,cj vi njc,vmc kcjgmic”, ésta vez acompañado por el primer “UIER bhvñ irjvg n iegvijc” de mi señora, acompañado de un “a ver si despiertas ya” con tono malhumorado......, y mientras pienso “¿esa cara de mala hostia es la misma que hace 5 minutos me ha dado un beso de despedida?”.

Cuando definitivamente subo al coche, son las 8:30, mientras pienso:

“MALDITA PRIMERA HORA RUTINARIA ”...


1 de noviembre de 2010

¿Truco o trato?...

Yo siempre he sido una persona de principios, los finales los dejo para el cine. Y no sólo eso, sino que además siempre he intentado mantenerme fiel a tales principios, pero no siempre lo consigo…

Desde hace cuarenta años, intento ser español con todas mis fuerzas. Con notable esfuerzo me dedico a mantener vivo el espíritu español, fomentando costumbres tan nobles como dormir la siesta (con mucho esfuerzo…), ponerme la roja cuando juega la selección (esto me cuesta un poquito menos), tomar unos vinitos de Rioja con tapita de jamón (sea bueno o menos bueno eso no importa…), ejercer mi derecho a votar (haya elecciones o no…), divertirme hasta la extenuación…, ser bajito (a eso me acostumbré yo sólo), trabajar lo justo para no morirme de hambre… y en fin, todas esas tradiciones que hacen que a los españoles nos consideren en todo el mundo como unos personajes cuanto menos curiosos.

Pero la falta de personalidad de los que no ponen tanto empeño en ser españoles, nos lo está poniendo bastante difícil a los que nos dejamos el hígado en ello. Porque en nuestro país, desde hace ya un montón de años, se ha introducido un virus devastador que proviene de esos estados que están tan unidos.

Empezaron por introducir poco a poco vocablos que, según quienes empezaron a utilizarlos, completaban nuestro “escueto” vocabulario y eran utilizados para servir de nombre a definiciones que sí que existían en nuestro diccionario. Por ejemplo: a “salir a correr por las mañanas”, que nosotros designábamos equivocadamente como “salir a correr por las mañanas”, ahora tenemos que llamarlo “footing” (creo que traducido literalmente es pieseando…), y además les estamos eternamente agradecidos de que nos hayan abierto los ojos. Y así con muchas otras palabras…

Después, poco a poco fuimos adoptando algunas costumbres, como hacer barbacoas (hispánicamente hablando “comer carne a la parrilla”), pero en el campo o en el jardín de tu casa, en lugar de hacerlo en la cocina como siempre habían hecho nuestros abuelos. Y muchas otras, detallarlas aquí todas ellas sería demasiado extenso. Hasta aquí todo normal, incluso podría decir que puede que sea enriquecedor culturalmente hablando, eso sí, siempre que no mancillemos nuestros orígenes, pero…

No contentos con todo eso, poco a poco estamos adoptando incluso sus días festivos, y lo que parecía algo inocente con la inclusión de Santa Claus en nuestro santoral, estamos incorporando otras festividades como la celebrada en el día de ayer: Haloween…




Ayer, será un día que pasará a la historia como el día que traicioné mis principios, celebrando una fiesta que siempre juré y perjuré que nunca iba a celebrar. Claro que en mi defensa podría alegar que cualquiera le dice a sus hijos, que no hay que disfrazarse y salir a pedir caramelos por todas las casas, cuando la mitad del pueblo y todos sus amigos sí que lo harán… Saben donde atacar, a las presas más débiles: los niños. Así que ahí voy yo, junto con los demás padres vestido de vampiro Casimiro, en medio del mayor temporal que uno recuerda (por llevar capa estuve en un tris de que el viento me llevara volando…), como si le fuera la vida en ello, con cara de gilipollas y de “qué bien me lo estoy pasando”.

Llámenme hipócrita si quieren, pero tengo muy claro que por mis hijos lo que sea, aunque a este paso, el año que viene me veo celebrando el 4 de Julio, y al siguiente Acción de Gracias (aunque esto último no me importará tanto, porque si hay algo que nos identifica a los españoles es… hacer gracia)…