19 de septiembre de 2013

Divagando... o desvariando.

Divagar es una buena costumbre. Sobre todo si se llega a una conclusión, porque así habrá servido para algo.

Pero cuando se divaga sin llegar a una conclusión, se convierte en una mala costumbre. Y yo tengo la mala costumbre de divagar, por eso, porque nunca llego a una conclusión que me aclare un poco el tema en cuestión. Y además soy reincidente, porque hoy, he vuelto a divagar inútilmente.

¿El tema?... La alimentación. El continuo bombardeo mediático, instándonos a adoptar unos hábitos alimenticios sanos, ha congregado en mi mente, una serie de certezas totalmente contradictorias entre sí. Digo “certezas”, porque todas ellas son tan ciertas como que hay día y noche, no se crea que digo “certezas” en un alarde de sapiencia intelectual sublime, seguramente usted también podrá corroborar que lo que llamo “certezas” son ciertamente “certezas”… 

Divaguemos un poco. Ya veremos después, según el resultado, si haber divagado ha sido una buena o mala costumbre.

Siempre nos han aconsejado, comer sano para mantener la línea, haciendo de los vegetales y verduras el estandarte para mantener una buena línea, evitando ingerir demasiada carne y productos grasos. Eso es un consejo. Una certeza, sin embargo más que evidente, es que, todos los animales que conozco, que basan su dieta alimenticia en los vegetales, como por ejemplo, el elefante, el hipopótamo, el rinoceronte, la vaca… son gordos. Y aún diría más: son extremadamente gordos. En cambio, casi todos los carnívoros que conozco, que reniegan de los vegetales tanto como de la muerte, como los leones, guepardos, tigres, hienas, perros… son incluso delgados.

Podríamos pensar, seguramente de forma acertada, que lo importante para mantenerse sano, no es la dieta, si no los hábitos de vida que lleva cada uno, y el dicho ese de que una buena barriga no se hace con acelgas, queda en entredicho. ¿Qué provoca entonces que un elefante, que no come nada más que hierbajos, tenga un volumen tan desmedido? Posiblemente tenga algo que ver, el hecho de que para comer sólo tenga que dar pasitos… por que tanto árboles como arbustos aún no han aprendido a correr. En cambio, los carnívoros para trincar a sus presas, en ocasiones tienen que hacer un gran esfuerzo. Y también tienen que hacer un gran esfuerzo para comérselas, por supuesto. El ejercicio es, por lo tanto, la clave.

¿Se cree que hemos llegado entonces a una conclusión?... Ni por asomo, no se me relaje, porque estamos muy lejos aún de llegar a una conclusión válida.

Porque esta teoría, más o menos válida, podría resolver el enigma dentro del reino animal salvaje (quiero decir, de los animales salvajes, no que usted sea un salvaje, que aunque es posible que lo sea, no me refiero a usted, no me sea susceptible), pero en ningún caso es válida para la especie humana, por mucho que también seamos animales (sí, en algunos casos también unos salvajes). Porque los humanos, en líneas generales, llevamos unos hábitos de vida similares y todos, al cabo del día, hemos hecho más o menos los mismos esfuerzos físicos. Los esfuerzos mentales son poco menos que imposibles de demostrar, así que los dejaremos de lado.

Todos trabajamos, más o menos el mismo número de horas, hacemos las mismas comidas y, sin embargo, la diferente composición en forma de ingredientes de dichas comidas, no guarda ninguna relación con la apariencia física de los comensales. Entre los vegetarianos, hay gente delgada y gente gorda, y lo mismo podemos decir de los fervientes carnívoros, aunque es cierto que hay más gente delgada entre los vegetarianos y a la inversa, más gente gorda entre los carnívoros.

Ahora es cuando nos damos cuenta de que divagar es una mala costumbre, pero… a pesar de todo seguimos divagando, para caer en la cuenta de que, el mismo alimento, por ejemplo una lechuga, es ingerido de diferente manera por un animal salvaje, que por un humano, sea o no salvaje. Mientras que el animal se la come a palo seco, y le engorda, el hombre se la come mezclada con aceite y vinagre… y por lo general adelgaza. Otro ejemplo: el león se come un chuletón de buey, a palo seco y aliñado con sangre… y mantiene la línea, mientras que el hombre se lo come cocinado con aceite y, por lo general, engorda. ¡Maldito aceite!...


Con todas estas certezas dentro de mi mente, continuaré divagando. A veces, divagando podemos llegar a una conclusión definitiva. Esperemos que la próxima vez tenga más éxito…




16 de septiembre de 2013

Animalitos.

Capítulo 12. El Ornitorrinco.


Podría empezar este capítulo de la misma manera que los anteriores, es decir, diciendo “El Ornitorrinco es una especie…, bla bla bla…”. Sí, podría. Pero estaría totalmente equivocado, porque, en realidad, el Ornitorrinco no es una especie animal, si no que es una poli-especie de animal.

Porque hasta donde todos sabemos, y si no para eso está la Wikipedia, el Ornitorrinco está formado con diferentes trozos de diferentes animales. Al menos en su aspecto exterior, podemos ver que tiene pico de pato, cola de castor, manos y pies de nutria, y cuerpo de vaya usted a saber qué animal, porque seguro que tampoco es suyo. Su aspecto interior sigue siendo un misterio para el ciudadano de a pié. Y seguramente, para quien vaya en coche también lo sea…

Yo no quiero ser mal pensado, pero a diferencia de los científicos, que sostienen que el Ornitorrinco es un producto de la evolución, yo sólo puedo imaginarme, que es el producto de una noche de desenfreno, en la que se vieron envueltos un pato, una nutria, un castor y vaya usted a saber que más especies se juntaron esa noche. Posiblemente también participara un pez, ya que el Ornitorrinco es un animal semiacuatico, aunque sinceramente, de ser así, no veo de qué forma pudo llegar el pez a colaborar en la orgía.

Y seguramente, y por una lógica aplastante, la hembra receptora, fuera una pata, o sea, un pato hembra, no que uno de ellos engendrara en una de sus patas, porque el Ornitorrinco, a día de hoy, pone huevos, y eso es algo que ni las nutrias ni los castores pueden hacer. Al menos si se encuentran en perfecto estado de salud. Por lo tanto, el esperma provenía de la nutria, del castor, o de vaya usted a saber qué otro animal que aportó su tronco. Quiero decir, que aportó su cuerpo sin extremidades, no que su tronco fuera obligatoriamente el miembro que obró el milagro penetrando a la hembra, aunque es cierto que podría haberlo sido.

Tal escándalo en forma de orgía, no es de extrañar que sucediera en el lugar más escondido posible, donde dichos animales buscaran para tan obsceno acto una total intimidad, donde nadie pudiera escandalizarse. Sí, allá, precisamente en el culo del mundo, en el sur de Australia se perpetró la bacanal de zoofilia interracial… y allí se quedó el producto, siendo abandonado por sus creadores, sin atreverse a salir al mundo exterior a consecuencia de la vergüenza que su procedencia le producía. Y también, porque el día que finalmente se atrevió a salir de allí, no supo qué responder cuando le preguntaron “y tú… ¿qué animal eres?”…


Podría contaros muchas más cosas sobre el Ornitorrinco, pero eso… que lo hagan los de National Geographic… 



10 de septiembre de 2013

Hombres, Mujeres... y compañía. III

No. No me había olvidado de ello.

Como puede entender, intento espaciar los post sobre el tema, para no aburrir con ello al personal. Aunque quizás no lo consiga. Quiero decir, que quizás no consiga no aburrir al personal, porque espaciar los post estoy seguro de que si lo conseguiré. De hecho ya lo he conseguido. Pero no puedo olvidarme del tema, porque son demasiadas las diferencias de actitud entre hombres,  mujeres  y compañía, y ya dije en el primer post, que el tema iba a dar para mucho.

En el post de hoy, hablaré de la diferente actitud que existe entre hombres, mujeres y compañía, en relación a algo que, no sólo es siempre tema de rigurosa actualidad, sino que además es un claro tema de debate entre hombres, mujeres… y compañía: La limpieza.

Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que la limpieza es uno de los temas que genera un mayor número de discusiones entre hombres y mujeres, o debates acalorados, llámelo como quiera, y sobre todo, por alguna extraña razón, se da con mayor asiduidad entre hombres y mujeres que comparten techo, baño, cama y el resto de la casa. Y a diferencia de lo que creemos, dichos enfrentamientos, no se producen porque una de las partes sea más limpia que otra, o lo que es lo mismo, que una de las partes sea más guarrilla que otra.

No, dicho enfrentamiento, se produce por la diferente actitud  con la que ambas partes afrontan la limpieza, y el diferente concepto que tienen de ella. Mientras que para el hombre la limpieza es una necesidad con la que hay que cumplir, con mayor o menor eficacia y frecuencia según los casos, para la mujer es una prioridad que hay que finiquitar antes de pasar a otras tareas más gratificantes. Por supuesto, y como siempre, hablo en general, porque en ambos géneros, habrá casos… y casos.

Normalmente, una mujer intenta siempre dejar su casa lo más arreglada posible antes de salir de ella a disfrutar de la vida, porque se toma la limpieza como una prioridad y no como una necesidad. Una necesidad hay que hacerla, pero se puede hacer en cualquier momento, cuando sea. Una prioridad hay que hacerla, y hay que hacerla antes del ocio y disfrute.

Y ese es el primer punto en el que empieza la discusión, porque uno quiere irse de fiesta lo más rápido posible… y otra quiere recogerlo todo antes de irse, sin pararse a pensar que puede hacerse en otro momento, porque la casa se va a quedar vacía… y no habrá allí nadie para verlo. Es una cuestión de establecer prioridades, y está claro que hombres, mujeres y compañía priorizan de diferente manera.

También por lo general, las mujeres suelen pensar, que los hombres somos algo guarrillos y descuidados con la limpieza. Piensan que, por ejemplo, somos capaces de ver sucio el suelo de la cocina y dejarlo como está para ir a tumbarnos en el sofá. Y nos llaman cerdos. Lo cual sería cierto si hubiéramos visto suciedad en el suelo de la cocina. Y ahí está el error, porque realmente, nosotros no apreciamos esa suciedad, lo vemos limpio y no consideramos necesario limpiarlo… y nos tumbamos a vaguear.

Ese es el quid de la cuestión: la mujer ve suciedad donde el hombre no es capaz de apreciarla. Es como una mezcla de sexto sentido e intuición femenina, de la que el hombre carece. Es como si la mujer, tuviera una vista microscópica capaz de captar el más mínimo detalle, una vista capaz de captar imágenes de 346 mega píxeles, mientras que el hombre sólo puede captar unos 14…


Por todo ello, si usted es mujer, deje de pensar que los hombres somos guarros y, si quiere, empiece a pensar que somos cortos de vista. Y si es usted hombre, deje de pensar que las mujeres ven visiones en forma de suciedad, y empiece a pensar… que ven más que usted.







4 de septiembre de 2013

Depresión post-vacacional.

Sí señor, sí. Seguramente usted acabe de reincorporarse al trabajo después de las vacaciones y sepa perfectamente de lo que voy a escribir.

Y además da igual que viva usted en Wisconsin o en Helsinki. Volver a trabajar después de un período vacacional, es uno de los motivos más nobles que existen para caer en una depresión, o cualquier otra cosa que se le parezca. Salvo que usted viva en China, y además sea usted chino, en ese caso, seguramente se pase los dos únicos días de sus vacaciones deseando que llegue el momento de volver a trabajar.

El cambio que sufrimos en la transición vaguear-currar, puede llegar a ser traumático si uno no está debidamente mentalizado para llevar a cabo dicha transición. ¿Y cómo hacerlo?, me preguntará con cara de interrogante, pero…  qué quiere que le diga, no tengo ni la más remota idea. ¿Se cree que si lo supiera estaría yo ahora con esta depresión, o como quiera llamarlo? No, si lo supiera estaría tan feliz como un chino (como un chino que estuviera trabajando, no como un chino que estuviera de vacaciones).

Y es que, pasar de estar durante un tiempo determinado haciendo lo que uno realmente quiere, a verse privado de toda esa libertad y enfrentarse de nuevo a la rutina diaria, tiene su miga. Si, está claro que incluso antes de empezar el período vacacional ya sabíamos cuando iba a terminar, porque las vacaciones, como casi todo en la vida, son efímeras, pero… siempre acaban en el momento más inoportuno, cuando uno más lo está disfrutando. A mi cuando alguien me pregunta: “¿Qué tal las vacaciones?”, nunca se me ocurre otra respuesta que no sea: cortas. Porque eso es lo que de verdad duele, que sean tan cortas, si duraran cuatro ó cinco meses seguramente acabaría pidiendo a gritos volver a trabajar (incluso hasta podría pasar por un chino cualquiera).

Pero son tan cortas, que nunca nos da tiempo a hacer todo lo que teníamos pensado. A mí por ejemplo, en estas que acabo de disfrutar, por más intentos que he hecho para encontrar un hueco, no me ha dado tiempo a pintar la casa. Sí, se estará preguntando que porqué no lo hago  cualquier fin de semana, pero entonces… ¿me quiere explicar para qué coño son las vacaciones?  ¿Cómo dice? No, mire usted, perdone que discrepe pero las vacaciones no son para disfrutar, las vacaciones son para intentar convertirnos en unos maestros del bricolaje, aunque no sepamos ni lo que es un alicate… ni seamos chinos. Porque lo que para unos es un pasatiempo tan ameno, que pueden hacer con los ojos cerrados, para otros es un deporte de riesgo.

Pero a parte de ser cortas, las vacaciones también son cansadas. Quien diga lo contrario miente, y en la mayoría de los casos, necesitaríamos de unas vacaciones para recuperarnos de las vacaciones, aunque seguramente, en vez de descansar, acabaríamos pintando la casa. En realidad, el ser conscientes de que en vacaciones hemos hecho de todo menos descansar, es otro motivo más que alimenta la depresión, porque yo, además de no ser chino, tampoco soy como el conejito de Duracelli…





Pd.: No tengo absolutamente nada en contra de los chinos, estoy seguro de que son buena gente y además... muy trabajadores.


Pd.2: Nuevo mes… nueva chica del mes.