26 de mayo de 2010

Me levanto...o no.II

Tal y como había expuesto en el anterior capítulo sobre el tema, después de su acicalamiento personal, concienzudo o no, allá usted, cuando llegue al umbral de ese mundo tan cautivador que es “la calle”, cualquiera que sea la calle en la que usted viva, se encontrará con una cantidad variable de elementos móviles que gravitarán a su alrededor ajenos a su voluntad (no a la de los elementos, si no a la suya propia), y que podrían representar una dificultad en su intención de trasladarse a su lugar de trabajo.

Este es el paso más difícil y en el que muchos deciden no arriesgarse a salir de casa. Para poder evitarlo, deberá concentrarse en todos esos elementos y anticipar mentalmente sus movimientos (los de los elementos móviles, los suyos… también). Le recomiendo para ello, que una vez situado en la misma puerta de su casa, o del portal del edificio donde esté situada su morada, antes de poner un pié en la acera, mire a derecha e izquierda, simulando el acto que llevamos a cabo cuando vamos a cruzar una carretera.

Así nos evitaremos el primer contratiempo del día que supondría chocarnos de bruces con alguien que circula por la acera al incorporarnos al tráfico peatonal. Aunque si esa persona es una hermosa mujer, puede simular que no la ha visto, acomodarse para el contacto y provocar un dulce choque agarrándola antes de que se estrelle contra el suelo… Si usted ya es una mujer, puede hacer lo mismo si el que viene andando es un varón que le atraiga, aunque antes deberá asegurarse de que el impacto no le va a causar ningún daño físico, salvo que ese varón pese 42 kilos, en ese caso dudo mucho que usted quiera tener el más mínimo contacto con el…, sobre todo si además de ser mujer, también es hermosa. Aunque en este último caso, seguramente no necesitará provocar un choque con nadie, sino más bien intentará evitarlo a toda costa caminando por la parte exterior de la acera, lo más alejada posible de los portales.

Si se produce ese “inoportuno accidente”, puede surgir un flirteo ocasional. Ahí, además de controlar a los elementos móviles, deberá controlar el tiempo y los medios de que dispone para cumplimentar el recorrido hasta su lugar de trabajo. Si dispone de tiempo, no hay problema, puede flirtear todo lo que quiera e incluso perder algo de tiempo desayunando por segunda vez con la mujer hermosa/atractivo varón. Si no dispone de tiempo, hágalo igualmente, ya tendrá tiempo de arrepentirse cuando llegue tarde a la cola del autobús (si es que va en autobús) y tenga que hacer todo el recorrido de pies agarrado a una barra, si tiene suerte y su altura se lo permite…

Claro que, si el trayecto hasta su lugar de trabajo lo realiza en autobús, lo más probable es que tal trayecto se convierta en una aventura imprevisible. Dependiendo del lugar en el que pueda ubicarse, dicha aventura será más o menos memorable. La cercanía física con otros viajeros puede producir diversos contactos físicos, intencionados o no, que en algunos casos le pueden llevar a cierto grado de excitación, y le induzcan a iniciar un nuevo flirteo que, ¿porqué no?, puede incluso llegar a ser correspondido y continuado una vez termine su trayecto. En ese caso no se preocupe por su escaso tiempo, desayune por tercera vez con su nuevo ligue sin pensar en las consecuencias que le acarreará llegar tarde al trabajo.

Hay cosas por las que merece la pena llevarse una bronca por llegar tarde a trabajar, y el flirteo es una de las causas más nobles. Total, puede recuperar el tiempo a la hora de comer… como ya ha desayunado tres veces…



17 de mayo de 2010

Cuarentón del norte.

Todavía no he asimilado psicológicamente, que mi edad empieza por cuatro. Y no me refiero a que me haya supuesto un trauma, si no que después de un año diciendo treinta y nueve aún no me he acostumbrado a decir cuarenta, y sin embargo, ya estoy harto de que me pregunten qué tal me ha sentado cumplirlos, y eso que sólo ha pasado un día.

Al menos, y que yo sepa, en mi caso no ha hecho acto de presencia la temida “crisis de los cuarenta”. Y digo “que yo sepa”, porque es posible que la haya pasado sin darme cuenta, siempre he sido algo despistado, por decirlo finamente para no herir mi propia susceptibilidad. ¡Qué demonios!, como no soy susceptible lo puedo decir bien alto: soy un despistado elevado a la máxima potencia allí encima del armario (creo que está allí, no puedo asegurarlo, porque como acabo de decir soy un despistado).

Pero no me ha resultado nada difícil cruzar el umbral, es más, no tuve que hacer absolutamente nada, me quedé quieto, esperé… y fue el propio umbral el que me pasó por encima. Si le hubiera tenido que cruzar yo, seguramente todavía lo estaría intentando. Es el riesgo que se corre cuando se empieza a celebrar antes de llegar a ello. O mejor dicho, cuando se ameniza una celebración con bebidas fermentadas. Si el día 16 hubiera sido un día laboral, es posible que su llegada e inicio me hubieran encontrado durmiendo. Pero este año era Domingo, y decidí recibirle despierto… y brindando desde un par de horas antes.

Y claro, ya se sabe que el alcohol, además de desinfectar, exalta la amistad y los cánticos regionales. Y cuando uno está tan entretenido, y además es un despistado… cuando quise reaccionar ya tenía los cuarenta encima y un ligero dolor de cabeza, y debo reconocer que me enteré primero del dolor de cabeza… Pero ya pasó el trago, o mejor dicho los tragos que le di al vino y al champagne (aunque tampoco puedo asegurar que bebiera eso, porque incluso bebiendo sigo siendo despistado). Tragos que, tras pasar por mi estómago y fermentar mi sangre alterando mi estado físico, se dirigieron en fila india y ordenadamente hacia mi vejiga, donde sacaron billete para viajar al exterior…

Como no podía ser de otra forma, me pasé la mayor parte del Domingo practicando el deporte nacional: la siesta. Lo necesitaba…, tenía que estar en buena forma para terminar tan dichoso día (o no fue dichoso…, no sé, es que soy muy despistado…). A las nueve de la noche, me aguardaba el plato fuerte del día, y por primera vez en Domingo, el plato fuerte no era el fútbol. Lo podría haber sido pero…, en fin, mejor olvidarlo. En esta ocasión, era otro tipo de espectáculo, uno de esos que recuerdas toda la vida. Al menos yo lo disfruté mucho.

Tuve la fortuna de asistir a la representación del musical Mamma Mía, espectacular de principio a fin, recomiendo que no pierdan la oportunidad de verlo si es que esta se les presenta. Pero a mi, además de gustarme, me dejó una serie de interrogantes en mi cabeza. Si la trama del musical tiene su origen en Grecia, las canciones interpretadas son de un grupo sueco, y si, al menos en la versión española a la que yo asistí, eran cantantes españoles que cantaban en español… ¿Porqué le han puesto un título en italiano?

Es posible que haya una razón más que evidente para todo el mundo, pero a mí se me escapa. Claro que, no sé si lo habré dicho ya, como yo soy muy despistado…

10 de mayo de 2010

!Sobreviviré!....

Domingo, 9 de Mayo de 2010, aproximadamente 10:30 de la noche, o 22:30 como lo prefieran. Ha sido un Domingo cualquiera, de esos que dejas pasar perezosamente haciendo lo que te apetece, o sea nada o casi nada que se quede grabado en tu memoria, ni que vayas a recordar unos meses después.

Quizás lo único que con el paso del tiempo recuerde de este Domingo, se centre en que fue el último fin de semana que viví antes de cumplir los cuarenta. Poca cosa para una memoria tan frágil como la mía. Cumplir los cuarenta sólo pasa una, o ninguna vez en la vida, y representa una de esas cifras, que te recuerdan que a partir de entonces, todo va a seguir siendo igual. Tu edad ya nunca empezará por tres, ni mucho menos por dos. Pero sólo es eso, una cifra nada más. Es posible que algunos atraviesen por un período de negación a la realidad y renieguen de su edad, en lo que muchos llaman “la crisis de los cuarenta”. Yo sólo vivo una crisis, y no tiene absolutamente nada que ver con la edad, o al menos no con la mía.

Pero volviendo a lo que nos ocupa: Domingo, 9 de Mayo de 2010, aproximadamente 10:30 de la noche (si, ya sé que lo he repetido, pero es que había perdido el hilo…), tras una buena cena, me dispongo a apilar los platos en la fregadera. Perplejo, observo que allí en el fondo y justo donde iba a posar un vaso, veo algo que se mueve. Descubro a un pequeño escarabajo del tamaño de una mariquita (sabe Dios de dónde habría salido), que con soberano esfuerzo intenta caminar resbalando una y otra vez. Con un dedo lo empujo hacia los agujeros del fregadero y tras abrir el grifo, lo veo caer a través de ellos…

Por supuesto, como siempre, no friego los platos, esa es labor de míster lavavajillas, y tras un ligero aclarado, ordeno todo lo utilizado en dicho electrodoméstico. Me siento un rato a ver la tele…

11:30 de la noche aproximadamente, o 23:30 como lo prefieran. La sed me impulsa hacia la cocina. Cogiendo un vaso me dirijo al grifo para llenarlo y… ¿qué ven mis ojos? Nuestro amigo el pequeño escarabajo, en lo que supongo sería echar las tripas por la boca, ya tiene medio cuerpo asomando por los agujeros del fregadero. Le miro…, me mira… y se queda quieto adivinando su futuro. Vuelvo a empujarle con un dedo mientras digo: “que te largues…”, quizás cruelmente, pero al menos le di una oportunidad de vivir al no matarle.

Me vuelvo al salón y me siento en el sofá, del que no me levanto hasta que termina una película cuyo título no viene al caso, pero que mantuvo mi trasero inmóvil hasta la 1:30 de la mañana del Lunes, 10 de Mayo…

Vuelvo a tener sed, es lo que tiene cenar demasiado. O poco si son alimentos con mucha sal. Creo que se nos fue la mano con la sal en los langostinos (ni siquiera sé si había que echarles sal). Vuelvo a la cocina. Vuelvo a coger un vaso de agua y vuelvo a la fregadera a llenarle, y…, sí, adivinan bien, allí estaba nuestro amigo. Esta vez casi en el borde de la fregadera. La película había sido demasiado larga y tuvo tiempo incluso hasta para descansar. Le miro…, me mira… (supongo, porque sus ojos son diminutos)… y dándome por vencido cojo una cucharilla y le empujo con cuidado sobre ella para depositarlo después en la parte exterior de la ventana…

Ese es un ejemplo de supervivencia. Paradójicamente, quizás el pequeño escarabajo apareciera para demostrarme que se puede sobrevivir si uno se lo propone por más que otros te quieran enterrar…, o quizás sólo fue una coincidencia y no tiene nada que ver con que yo vaya a cumplir los cuarenta. Lo único seguro, es que ahora sí que tengo un buen motivo para recordar el Domingo 9 de Mayo de 2010…

7 de mayo de 2010

Animalitos...

Capítulo 5. El Pollo.




Protagonista de uno de los misterios sin resolver más grandes del universo y que ha conseguido que todos los científicos y sabios del mundo aún debatan duramente, qué fue antes, si el huevo o la gallina… o el pollo.

Resulta ser un animal tremendamente extravagante y curioso, digno de estudio. Aunque suene triste y deprimente, puebla nuestras granjas con la única función en la vida de ser pollo… a la cazuela. O al horno, según gustos.

Aunque, para llegar a cumplir con tan honorable propósito, antes deberá engordar y alcanzar el tamaño ideal para, al menos, llenar un plato. Tal objetivo lo puede alcanzar de dos maneras. Ser adoptado en una granja y crecer felizmente ajeno a su destino rodeado de sus semejantes, o ser regalado a cualquier niño como mascota y sufrir todo tipo de perrerías como, por ejemplo, que le pinten de colorines o que le racionen la comida, circunstancias estas, que soportan sin decir ni pío. A veces los niños les cogen demasiado cariño y no les dan de comer para que no engorden y… no se les coman.

Disponen del privilegio, de ser uno de los pocos animales que cuentan a su disposición con una persona, que dedicada única y exclusivamente a ello, determina su sexo. Así, al poco de romper el cascarón, el sexador de pollos de turno, le coloca en su lugar correspondiente con los demás pollos de su mismo género. Pollo a la derecha y polla a la izquierda. O al revés, según la organización de la granja.

Todo ese proceso, vivido por el animal con total resignación, resulta tremendamente paradójico, y completamente confuso para el pobre pollito, que tiene que soportar estoicamente, que un experto le separe las patas y determine que es pollo porque tiene polla, colocándole con los pollos, o que sea polla porque no tiene polla y le coloque con las demás pollitas. La mayoría sufren un trauma psicológico del que no se recuperan hasta que ponen su primer huevo. Los pollos no, porque también paradójicamente, aunque tienen huevos no los ponen, pero las pollas sí que ponen huevos aunque no los tengan…

Las pollas, o los pollos femeninos llamados también gallinas, se ganaron una mayor longevidad gracias a su habilidad para poner huevos, y obtuvieron tal nombre por su cobardía a la hora de afrontar su futuro en forma de asado, circunstancia que evitan poniendo huevos hasta su muerte natural, que se produce cuando se hartan de poner huevos. Esta circunstancia también resulta paradójica, ya que cuando a alguien se le llama gallina, es precisamente por no ponerle huevos a determinadas situaciones…

Como pueden observar, se trata de un animal completamente paradójico, y que, además de todo lo expuesto anteriormente, a mí personalmente, cada vez que me como un huevo frito tengo la intriga de si me estaré comiendo un pollo… o una polla.

Os podría contar muchas más cosas sobre los pollos, pero eso, que lo hagan los de National Geographic…