26 de marzo de 2009

Viajar es un placer...

“El viajar es un placer, que nos suele suceder…” Sabía cuando organizamos el viaje a Londres, que allí iba a ver a unos cuantos ingleses en su hábitat natural. Pero además de eso, está científicamente demostrado, que viajes donde viajes, siempre te vas a encontrar, a un oriental con una cámara, a un italiano intentando ligar, a un mexicano chistoso, y a un grupo de españoles haciendo tonterías… Los tres primeros, con mucha paciencia, podrían llegar a rehabilitarse, pero para los españoles, sobre todo si se trata de mi familia, cualquier intento de rehabilitación, no pasará de ser eso, un mero intento. Viajar a cualquier lugar con toda tu familia, puede llegar a ser una experiencia mística, os lo aseguro…


En primer lugar, aconsejo a todo el mundo, no comer alubias si se va a viajar en avión. A 15.000 metros de altura, los gases acumulados se expanden, ejerciendo presión por todas las partes del cuerpo, y claro, hay que aguantarse, porque en los aviones, a día de hoy, no se pueden abrir las ventanillas para airear el ambiente. Así que te toca sufrir en silencio, sentadito y sin mover ni un solo músculo. Cualquier movimiento puede ser letal. Hacer eso, o encerrarse todo el vuelo en el baño. Pero no lo recomiendo, porque si te sueltas el cinturón, la densidad de los gases te elevarán hasta el techo creándote complejo de lámpara. Cuando por fin pude bajar del avión, besé el suelo, pero sólo fue una manera de disimular, ya que mi verdadera intención era inclinarme para descargar, si no todos, si la mayor parte de los gases sin llamar la atención.


Lo bueno de llevar sólo equipaje de mano, es que no te pierden las maletas y que no tienes que esperar a que te las den. Sin embargo, a mi me hacía ilusión esperarlas, así que ni corto ni perezoso, le hice un gesto a mi hermana, y nos fuimos corriendo al comienzo de la cinta transportadora, y dejando allí nuestros bolsos, corrimos hasta el otro extremo a esperarlos. Qué éxtasis, el ver como nuestro equipaje recorría aquellos 30 metros hasta llegar a nuestros brazos. Aquel segurata enorme que miraba atónito la escena, enseguida se dio cuenta de que sólo podíamos ser españoles…


Cuando llegamos al hotel, me entró complejo de caracol. Nuestra habitación era tan pequeña, que la podría haber llevado encima sin ningún tipo de esfuerzo. De hecho, si me descuidaba, dormía con la cabeza fuera. He visto tiendas de campaña de dos plazas mucho más grandes. El camarote de los hermanos Marx, era un palacio comparado con aquel cubículo. Lo que nunca entenderé, es por qué si estamos en el mismo uso horario que Londres, cuando llegamos allí tenemos que atrasar una hora el reloj. Aconsejo, que también atraséis el reloj del móvil si lo vais a usar como despertador, si no queréis presentaros a desayunar a las 7 de la mañana y encontraros el comedor cerrado a cal y canto…


Londres, es la ciudad, que teniendo la mayor cadena de cafeterías, tiene el peor café que he tomado en mi vida, y eso nos dejó una de las frases más pronunciadas en el viaje... “Qué mierda de café!!!”. Aunque esa no fue la única frase que recordaremos toda la vida. Aquí va alguna frasecita más:
¿Dónde está tu padre? –Mi madre cada vez que nos bajábamos del metro…
¿Dónde está Pedro? –Cualquiera de nosotros cada vez que mi hermano metía el turbo y le perdíamos de vista…
¿Tomamos algo? –Yo, que me gusta bastante eso de tomar unas cañas…
¿Lleváis los billetes en la mano? –Mi hermano cada vez que íbamos a subir al metro…
¡Déjala que disfrute! –Mi padre a mi madre cada vez que ésta reprendía a mi hermana por hacer el tonto…
¡Que no es eseeee! –Mi hermano cada vez que nos equivocábamos de andén en el metro…
¿Otra iglesia? –Mi padre… no voy a explicar los motivos…
¿Cómo se dice café cortado? –Yo, que siempre me lo decían y nunca me acordaba…

En fin, cosas que se dicen en los viajes multitudinarios. Entre otros lugares, de cuyo nombre no me acuerdo, visitamos la Galería Nacional, a la que por alguna extraña razón ellos le llaman “National Gallery”, muchas habitaciones llenas de cuadros y vacías de muebles…, Buckingham Palace, al cual recomiendo visitar de día, porque de noche no se ve una mierda… Notting Hill, lugar no recomendado para compradores compulsivos, ni para aquellos que son susceptibles de perderse… El British Museum, al que llaman museo, pero que se parece más a una oficina de objetos perdidos, o mejor dicho robados, porque casi nada de lo que hay allí es producto nacional. Claro que los ingleses siempre han sido hábiles en el arte de apropiarse de lo que no es suyo…, de hecho, me extrañó mucho no ver allí metido al mismísimo peñón de Gibraltar…


También visitamos la torre de Londres, donde vimos las joyas de la corona. Muy bonitas y lujosas ellas, cosa que no me extraña, con el dineral que cobran por entrar a verlas. Al menos, las murallas de la fortaleza que las protege son dignas de ver, y para completar el billete, hasta te puedes hacer una foto con el famoso Beefeater que teóricamente custodia las murallas, pero que en realidad, por sus sospechosos coloretes, me parece que lo único que custodia son las botellas de ginebra de su mismo nombre.


Lo bueno de viajar, es que te das cuenta de la verdadera dimensión de las cosas. Así, gente rural como nosotros, que pensábamos que El Corte Inglés era la panacea de los centros comerciales, descubrimos que no, que el Corte Inglés, es eso, un corte de un cuarto del verdadero centro comercial Inglés, el centro comercial Harrods, donde no hay más lujo porque se les acabó el dinero. ¿A que en el Corte Inglés no hay porteros que te abran la puerta mientras te dicen no sé qué?… Y subir por las escaleras mecánicas, y encontrarte con una señorita cantando ópera asomada a un balcón, es algo que yo pensaba que sólo pasaba en las películas… Eso sí, os aseguro que en el Corte Inglés, con veinte euros puedes comprar algo, en Harrods creo que sólo puedes comprar un par de imanes para la nevera…


Y es que, en Inglaterra, pasan cosas muy raras… No sé cómo ligarán allí los gays, pero intenté entrar en un “local de ambiente” de esos en pleno Soho, porque me meaba… so malpensados, y no me dejaron entrar por ir sólo… O son gente muy, muy rara, o es que los restaurantes chinos que abundan en esa zona, le ponen algo a la salsa de cerdo agridulce… Al menos a nosotros no nos afectó, y fuimos españoles hasta el último momento, cuando ya en el tren que nos llevaba al aeropuerto, comimos jamón con pan a papos llenos, es lo bueno de viajar con mi madre…, siempre tiene un poco de jamón a mano…


No sé si volveré a ir a Londres, ni mucho menos si iré con mi familia…, pero ya no me hace falta, porque ya estuve allí, disfruté de lo que vi, pero sinceramente, disfruté mucho más de la compañía…

19 de marzo de 2009

¿El dia de qué?...

Los medios de comunicación, a base de publicidad, nos quieren hacer creer que hoy es el día del Padre. Y también, que es necesario gastarse el dinero en regalos, que nos hagan sentir más padres de lo que lo somos otros días. Y por desgracia, en muchos casos lo consiguen. Pero que equivocados están.

Quien es padre, es padre todos los días del año. No necesitamos un día específico para sentirnos padres más que cualquier otro día. Y eso, los niños, lo saben muy bien. Ellos son la razón de que seamos padres a diario, y no esperan a que nadie les diga que es el día del padre, para hacernos regalos. A nuestros hijos, no les importa no tener dinero para hacer un regalo.

Hoy, como muchos otros días del año, me han vuelto a hacer un regalo. Un regalo, que nunca tiene anuncios publicitarios, porque con él nadie hace negocio. Sólo se beneficia el Padre. Es el regalo más caro del mundo. Un regalo, para el que no hay dinero suficiente, y que por eso está fuera del mercado. Ese regalo, es el abrazo de un hijo, y no creo que nada, absolutamente nada, nos haga sentir más padre. Quien tenga ese regalo, será un padre feliz.

6 de marzo de 2009

La vida al revés...

Siempre he pensado, que los humanos tenemos la vida muy mal organizada. Cada etapa que atravesamos, tiene establecidas unas ocupaciones para llevar a cabo, con unas directrices que ni siquiera se sabe quien las marcó, y de las que nadie se escapa. Bueno, nadie que lleve una vida de las que consideramos una “vida normal”. Y ahí está el fallo, en lo que consideramos una vida normal, porque… ¿qué es una vida normal?



Las etapas que vamos superando a medida que vamos creciendo, son tan antiguas como la vida misma, y las llevamos a cabo con total dedicación. De hecho, ni siquiera nos planteamos que la vida se pueda organizar de una manera diferente. Supongo que quien planificó nuestra vida, tal y como la conocemos, fue algún individuo de los llamados “trabajadores ejemplares”, porque lo planificó todo de tal manera, que exprimimos nuestro tiempo, primero en estudiar para ser hombres de provecho, y después en eso…, en ser hombres de provecho trabajando humildemente y anhelando que llegue el día de nuestra jubilación, a poder ser anticipada… Pero para lo que entendemos como disfrute, dicho personaje no pensó demasiado, vamos que no perdió mucho tiempo en ello, ni se produjo una hernia cerebral estrujándose los sesos para facilitarnos una vida de relax.

A saber, cuando somos niños, nos obligan a estudiar, cuando lo que de verdad queremos hacer es estar todo el día jugando. Además, en los ratos libres, no tenemos suficiente autonomía, ni motriz, ni económica, para movernos solos. Cuando llegamos a la adolescencia, es aún peor, porque la alteración de hormonas, nos pone en rebeldía ante cualquier obligación impuesta. Tenemos autonomía para movernos, pero aún tenemos limitaciones económicas que nos impiden hacer todo lo que quisiéramos.

Es ahí cuando nos vemos obligados a iniciar lo más rápido posible nuestra vida laboral, para conseguir también la independencia económica, pero…. Enseguida nos damos cuenta de que con ello no conseguimos nuestro objetivo. Las jornadas laborales, son bastante peor llevaderas que las jornadas escolares, y la mayoría de los días, la escasez de tiempo, y el agotamiento, nos impiden hacer lo que queremos. Todo esto se agrava, si además tienes descendencia, ya que se añade otra frustración más, por perderte muchos momentos que te gustaría vivir con tus hijos, y que no puedes vivir, únicamente, por estar viviendo otros momentos con tu jefe, para qué negarlo, bastante más ingratos…

Así que, a medida que quemamos años de vida laboral, nuestras ganas de jubilarnos aumentan en proporción geométrica, vamos, a lo bestia, y cuando ésta llega…, entonces tenemos todo tipo de autonomía, y todo el tiempo del mundo, pero…, nos damos cuenta de que ya no estamos ni para un cortao, ni para un pasodoble, y que para ir de excursión, nos tenemos que resignar al itinerario que nos haya querido programar el Inserso, si es que pillamos una plaza en el autobús…


Sí, ya sé que en la vida hay tiempo para todo, pero creo que nuestra vida sería mucho más llevadera y mucho más placentera, si la organizáramos de esta otra manera:

Nuestra vida laboral, podría empezar cuando cumpliéramos 65 años. Como tendríamos un sueldo, no cobraríamos la Jubilación. Dicha jubilación la habríamos cobrado durante nuestros primeros veinticinco años de vida. Lo emplearíamos en ahorrar todo lo posible, y emplearíamos nuestro tiempo en dedicarnos a jugar, a divertimos, y a estudiar un poco, pero tampoco demasiado. Durante esta etapa, nuestros abuelos nos mantendrían y pagarían los estudios, ya que ellos estarían trabajando. A los veinticinco podríamos entrar en período de jubilación y vagancia extrema, podríamos hacer lo que nos viniera en gana, ya que dispondríamos de tiempo y dinero suficiente para movernos a nuestro antojo al menos durante unos 25 años… Una vez cumplidos los 50, podríamos casarnos, formar una familia y vivir del sueldo de nuestros padres, que por fin estarían en edad de trabajar. Cuando lleguemos a los 65, nos tocará empezar a trabajar para mantener a nuestros nietos, que se estarían pegando la vida padre, o mejor dicho, la vida abuela. Los que consigan llegar a los 90 años, que ya es una buena edad para sentirse realizado, habrán disfrutado de la vida durante 65, y tan sólo habrán trabajado 25, por supuesto a un ritmo tan bajo y lento como su desgastado cuerpo se lo permita…

Posiblemente, a muchos, no les importaría morir antes de iniciar su vida laboral, pero entonces… ¿De qué iban a vivir nuestros hijos y nietos? Por favor, pensemos en ellos, e intentemos vivir al menos hasta los 120 años… Lo de ser inmortales, lo dejaremos para los currantes de verdad…