28 de enero de 2015

¿Seguro que lo son?...

Los humanos tenemos la costumbre de llamar a las cosas por su nombre.

Al que miente le llamamos mentiroso, al que roba le llamamos ladrón y a quien se desplaza lentamente le llamamos lento, sólo por poner tres ejemplos. Pero a veces, y sólo a veces, tenemos la mala costumbre de llamar a las cosas por las que creemos que es su nombre, y ni siquiera nos paramos a pensar porqué las estamos llamando de esa manera. Y es que, en algunos casos, las apariencias engañan…

Ejemplo 1.  Cuando un político miente, le llamamos mentiroso. ¿Seguro que lo es? Es cierto que mienten, y en muchos casos ha quedado claramente demostrado, pero… ¿realmente es un mentiroso o es su faceta de político la que le lleva a la mentira? No es justificable, pero es más que probable que en su vida cotidiana, la mayoría de ellos, sean personas totalmente sinceras a tiempo completo, y que sea su faceta de políticos lo que les conduce a mentir compulsivamente vaya usted a saber porqué. Y en este caso, en lugar de llamarle mentiroso, sería más acertado simplemente llamarle… político.

Ejemplo 2.  Un hombre roba comida en un supermercado. Seguramente, cualquier ciudadano de a pie diría, totalmente convencido, que ese hombre es un ladrón. Es evidente que ha robado y le han pillado con las manos en la masa, pero… ¿realmente es un ladrón, o ha sido el hambre el que ha robado en su lugar? No pretendo justificar tal comportamiento, pero lo cierto es que, si tuviera comida que llevarse a la boca, seguramente no robaría, son las circunstancias en las que vive quienes le llevan a ello. Yo no le llamaría ladrón, le llamaría… superviviente.

Ejemplo 3.  Un caracol se mueve despacito. Y todos decimos que el caracol es lento. Pero… ¿de verdad es lento, o lo es por sus circunstancias? Si hiciéramos la prueba de coger al hombre más rápido del mundo, Usaín Bolt por ejemplo, y le colocáramos encima una mochila que doblara su peso y le untáramos las suelas de las zapatillas de materia viscosa… ¿seguiría siendo rápido, o se movería lentamente?... Sin duda éste es el ejemplo más claro de lo que intento expresar.


En el fondo, ni es oro todo lo que reluce, ni mierda todo lo que huele mal…






11 de enero de 2015

Regalos.

Ahora que han terminado las fiestas navideñas, culminadas con el día de Reyes, queda en mi mente el poso de los regalos entregados y recibidos ese día. 

Un poso que, vaya usted a saber porqué, me ha llevado a divagar vagamente, sobre la evolución que sufren los regalos entregados y recibidos dentro de la pareja. No sólo los regalos de Reyes, si no todos los regalos en general, sea por cumpleaños, aniversarios y, o, u, días de San Valentínes varios.

Y he llegado a la conclusión, no sé si acertada o no, de que dicha evolución va en consonancia con la evolución sufrida por la propia relación de pareja. Podríamos pensar que, dada la crisis actual, la calidad de los regalos se ha visto afectada, en la misma medida que ha disminuido la capacidad adquisitiva. Pero me consta que, independientemente de la capacidad adquisitiva, la calidad de los regalos, continúa dependiendo en gran medida, de la fase en la que se encuentra la relación de pareja. Si hacemos una clasificación de regalos, podríamos catalogarlos en base a las siguientes fases:

Fase 1: Allá cuando el amor empieza a despuntar en una relación recién iniciada, pero aún desconfiamos de la duración de la relación. Y puestos a desconfiar, no accedemos a gastar demasiado por… porque no vaya a ser que nos dejen con un palmo de narices y se lleven consigo un regalo cojonudo, así que nos limitamos a regalar artículos económicos como un disco, un libro o una camiseta.

Fase 2: Allá cuando, transcurridos unos cuantos meses, el enamoramiento llega a su momento más puro, cuando tenemos la casi certeza de que esta/e ya no se nos escapa, salvo accidente doméstico, y consideramos que es hora de echar el resto. Ahí es cuando el enamoramiento nos hace perder la cabeza y olvidarnos de que nuestro bolsillo tiene fondo, predominando los regalos caros, regalos que deslumbran y que se muestran a todo el mundo para indicar que todo va en serio, regalos tipo joyas, relojes…

Fase 3: Allá cuando a punto de contraer matrimonio, o de recién contraído, y una  vez regalado todas las joyas y demás artículos de lujo del mundo, aún nos dura ese echar el resto y pasamos a regalos de disfrute más personal, personalizado en artículos tecnológicos, del tipo cámara de fotos, móviles, ordenadores, consolas de juegos… que suelen combinarse con regalos, aún más personales como por ejemplo… ropa y lencería.

Fase 4: Allá cuando, tras dos o tres años de matrimonio en los que ha empezado a llegar descendencia, y tras haber agotado el repertorio de entretenimiento tecnológico y la lencería rebosa los armarios donde es olvidada tontamente, continuamos con regalos de los llamados “regalos útiles” del tipo secador de pelo, maquinilla de afeitar  o cortar el pelo eléctrica, despertadores…

Fase 5: Allá cuando volcamos toda nuestra economía en regalos para la descendencia, dejando para la pareja regalos aún más útiles del tipo de pijamas, colonias, zapatillas, kitt variado de afeitado, bufandas, guantes, paraguas… y en definitiva, todo aquello que se puede encontrar en mercadillos y que no supone un gran desembolso económico.

Fase 6: ….aún no he llegado a ella y espero tardar mucho en llegar, porque dada la evolución de los regalos, al final sólo me tocará pagar…

Estas son las fases por las que atraviesan los regalos, siempre en base a mi propia experiencia y en la de los que me rodean… Juzgue usted si son correctas, quizás su experiencia dicte otra evolución.






Pd.: Nuevo mes… nueva chica del mes.