5 de febrero de 2015

Cuestión de Genes...

¿A quién no le ha pasado que se le tranque una puerta de casa? Si no le ha pasado aún, no se preocupe, ya le pasará, seguramente cuando menos se lo espere.

A mí me pasó el otro día. Berrinche de mi hijo que, totalmente ofuscado, se metió en su habitación dando un portazo. Servidor, que fue detrás de él, intentó abrir la puerta constatando que no se podía abrir. Ni desde fuera ni desde dentro, quedando mi hijo encerrado en compañía de su hermana, dentro de la habitación de ambos. A sus nueve añitos, se lo tomaron con mucha calma y no cundió el pánico, ya que, tal y como conté en este otro post, mi relación con las puertas trancadas, no pasa por su mejor momento, pero esta vez, no terminé utilizando el método para abrir puertas patentado por la policía, es decir, patada brutal. No, esta vez pensé.

Afortunadamente, todos tenemos un cuñado Mac Gyver que si que sabe desenvolverse en este tipo de situaciones, carpintero para más señas y capaz de desmontar un marco en un santiamén. Así que no me extenderé en mi incapacidad si no en lo que pasó una vez abierta la puerta. Mi hija, como ya he dicho antes de nueve años, con una sonrisa de oreja a oreja, nos entregó un papel escrito. Reproduzco a continuación, íntegramente, el contenido de aquel papel:

“30 de Enero 2015.

Hoy Adrián y yo nos hemos quedado atrapados en nuestra habitación. Todo esto ha pasado porque mi hermano dio un portazo, mi madre y mi padre intentaron abrir pero no lo consiguieron así que tuvieron que llamar a mi tio y me imagino que pensaréis que mi tio es cerrajero pero no lo es. Mientras que mi tio venía desde Santander mis padres lo siguieron intentando mientras Adrián y yo intentábamos ayudar. No se como lo hizo mi padre pero consiguió que la manecilla empezara a dar vueltas. Adrian y yo la estábamos girando desde dentro y nos estábamos partiendo de la risa porque mi padre le dijo a mi hermano que golpeara la puerta y Adrián cogió el balón y empezó a dar golpes a la puerta ¡Viva ha llegado mi tio!
No estoy segura pero me parece que han usado un martillo. Y ahora un taladro ¡Madre mía sacarme de aquí! ¡socorro! Esto me empieza a dar mal rollo. Otra vez el taladro. Me estoy aburriendo mogollon y encima son las 11.35 de la noche. Y de repente ¡viva la puerta esta abierta!”


Juzguen ustedes, pero me da a mí, que mis genes están empezando a hacer efecto en mi hija, y que ésta ha heredado mi enorme capacidad para escribir tonterías… Eso sí, he corregido las faltas de ortografía, porque los genes ortográficos aún no le han hecho efecto…