31 de enero de 2011

La Tentación.

Mi anterior entrada (Personaje a examen: Eva), sin que su contenido dé para mucho, nos invita a reflexionar acerca de porqué el hombre es tan débil ante la tentación ofrecida (una vez más, como siempre, me refiero al “hombre” como especie, englobando tanto al varón como a la mujer).

En uno de los comentarios de dicha entrada, Julio, de “El Humor de Julio”, nos muestra claramente, al menos, porqué Adán sucumbió ante tal tentación incluyendo en su comentario la imagen de la manzana ofrecida por Eva (pulse aquí para verla y después vuelva… si quiere, por supuesto). ¿Acaso alguien habría sido capaz de negarse a comer de ella?... No mienta, no conseguirá nada con ello. Está claro que el ser humano es, por decirlo de una manera fina, viciosillo por devoción hasta decir basta. Es el estigma que llevamos grabado en nuestros genes. Porque no es algo que se pueda aislar en unos cuantos ejemplares en concreto, si no algo común en todos los miembros de nuestra especie.

A todos nos gusta el sexo, en cualquiera de sus variedades y en mayor o menor medida claro está, pero hay pocos humanos que rechacen una sesión sexual en circunstancias normales… Vale que no le apetezca después de haber corrido una maratón o después de haber visto una entrevista a Sánchez Dragó, pero la realidad es que incluso personas que han hecho el voto de castidad (no miro a nadie…), llegan a caer en la tentación con mayor o menor frecuencia…

Y es que el sexo es sano y saludable, sobre todo si es con la pareja de uno mismo. Con la pareja de otro, puede que también sea sano si es con la debida precaución, pero saludable… ¡¡Oiga, yo qué sé!!, ¿a mi qué me pregunta?, nunca lo he practicado. El sexo con la pareja de otro, quiero decir, o con alguien que esté desparejado, el sexo con mi pareja lo practico siempre que puedo, y no me pregunten la frecuencia porque no pienso decirlo… me ampara el derecho a la intimidad, que yo no soy de esos famosos de la prensa rosa que se venden por… ¿cuánto ha dicho?... pues a lo mejor me lo pienso…

En realidad, podemos resumir la naturaleza del ser humano con la conocida frase: “Qué buena estaría mi mujer… si fuera mi vecina”.

Ese es el verdadero quid de la cuestión: tanta tentación está en nuestra propia naturaleza. Porque el ser humano, al igual que la gran mayoría de especies, es de naturaleza polígama. Nuestros antepasados convivían con absoluta normalidad con varias esposas, e incluso estaba mal visto por los demás que sólo tuvieran una. Claro que por aquel entonces, el ser humano, más concretamente el macho, era claramente machista y no consentía en ningún caso que la hembra tuviera varios esposos. Injusto me dirá usted, desde luego que sí, pero tan cierto como indiscutible. Esa es nuestra naturaleza real.

Si actualmente en nuestra cultura cristiana no actuamos así, es solamente porque, sabe Dios cuando, nos fueron impuestas una serie de normas de comportamiento cívico y social, que nos hacen actuar en contra de nuestra naturaleza con el objeto de… ¿ser decentes? Llámelo como quiera, el caso es que se producen y se seguirán produciendo un montón de infidelidades que tienen como origen a nuestra propia naturaleza.

Sin embargo en otras culturas, unas más civilizadas que otras, es cierto, siguen actuando tal y como les dicta su naturaleza, se aparean a su antojo con quien les apetece, sin que nadie de su entorno les diga ni “mú”…

Ellos no conocen la tentación, solamente conocen el deseo por otros congéneres, deseo que además es satisfecho con el consentimiento de su sociedad. En nuestra cultura no está permitido, y por eso pasa a la categoría de tentación, en la que sólo los miembros capaces de vencer a su naturaleza se libran de caer en ella. A eso le llaman acertadamente fidelidad a su pareja. Estoy de acuerdo en ello, pero quien diga que no ha tenido alguna tentación en algún momento, sencillamente, es un hipócrita.






Pd.: Esto es sólo una reflexión, o si quieren un desvarío de los míos, y espero que nadie lo malinterprete. No estoy defendiendo la poligamia, al menos yo con la mujer que tengo voy sobradísimo, simplemente reflexiono acerca de la facilidad del ser humano para caer en la tentación de lo que sea.

24 de enero de 2011

Personaje a Examen.

Capítulo 9.  Eva.


Seguramente se trate de uno de los personajes históricos más injustamente tratados por sus actos, acusada por los cuales de instalar el pecado en la tierra. Dicho así parece que estemos ante el mismísimo demonio, pero nada más lejos de la realidad.

Según la Biblia, costilla de Adán que se convirtió con los años en su compañera, mujer, amante y, según tal teoría, en madre de todos los hombres y mujeres que posteriormente poblaron la tierra. No voy a discutir tal teoría, aunque hay cosas que se me escapan. Que fue su compañera y sobre todo su amante estoy seguro, más que nada porque siendo hombre y mujer, tenían demasiado tiempo libre y de alguna manera habían de rellenarlo (conste que lo de rellenar no va con segundas…), pero dudo mucho que fuera su mujer, porque según la Iglesia fueron los primeros habitantes de la tierra y… ¿quién coño iba a casarlos?.

Así que con tales premisas, podemos asegurar que todos sus hijos fueron completamente bastardos, al menos hasta que uno de ellos se convirtió en cura. La buena de Eva, que para mi no tuvo ninguna culpa de estar allí en aquel momento de la historia, llevaba a Adán por la calle de la amargura por culpa de su indumentaria, o mejor dicho, por su escasez de indumentaria, sobre todo, y por alguna extraña razón, en otoño… Aunque también hay quien dice que era demasiado hermosa como para ir tapada… vaya usted a saber, no había nadie más que Adán para confirmarlo, y claro, él estaba enamorado… qué iba a decir.

El hecho de ser la primera mujer, y encima provenir del interior de un hombre (menuda paradoja, cuando lo normal es que el hombre provenga del interior de la mujer…), no la ayudó demasiado a la hora de saber cuáles eran sus funciones, así que se fió de la única persona de la que fiarse: Adán. Lógicamente, este aprovechó la circunstancia en su beneficio y vivió a cuerpo de rey a costa de la pobre Eva, que guiada por los consejos de su compañero sentó inconscientemente las bases del futuro comportamiento femenino: satisfacer al hombre en todo lo que le ordenara (afortunadamente unos cuantos siglos después las Evas contemporáneas mandaron a paseo los deseos de los Adanes contemporáneos…).

Pero hipócritamente, y a pesar de todos los pecados que pudiera cometer, fue expulsada del paraíso, simplemente por darle una manzana a Adán. El hecho de vivir en adulterio y ser exhibicionista no fue considerado por el dueño del Paraíso como hechos a tener en cuenta, y sin embargo sí lo fue su acción de ofrecer una manzana a su pobre compañero, el cual, por ser demasiado bajito, no alcanzaba a coger dicho fruto del árbol. Esto demuestra que el dueño del paraíso era un pervertido (por cierto, ¿alguien sabe quién era?...).

De todas formas, a la pobre Eva se le quitaron para siempre las ganas de comer manzanas, y desterrada junto a su compañero, tuvo que buscarse la vida de cualquier manera fuera del paraíso. Como es lógico se hinchó a tener hijos, y aunque sólo se conoce el nombre de tres varones: Caín, Abel y Set, está claro que alguna hija tuvo que tener, porque a ver si no cómo se explica que pudiera poblarse la tierra, que por mucho tiempo libre que tuviera está claro que no todos los descendientes salieron de su útero. Es de suponer que algún día le llegara la menopausia.

Eva hizo más cosas en su vida, pero eso… es otra historia.

19 de enero de 2011

Desvariando

¿Quién no ha hablado consigo mismo en alguna ocasión?

¿O en muchas ocasiones? O para qué nos vamos a engañar: ¿continuamente?

Cómo que no, eso no se lo cree usted ni harto de vino. Vale que no quiera decirnos de qué habla usted consigo mismo, eso lo dejamos para su intimidad, es más, incluso le agradeceremos que no lo haga, porque podría herir alguna que otra sensibilidad y, además, no le importa a nadie en absoluto el saber qué tonterías se dice a sí mismo, pero no niegue la evidencia porque todos tenemos subconsciente, o inconsciente o… cualquier otra cosa que termine en ente… incluso mente.

Y todos sabemos que la mente, el subconsciente o lo que sea, es muy, pero que muy curiosa, o curioso, e inevitablemente le formulará a usted un montón de preguntas al cabo del día que tendrá que responder. Al igual que todo el mundo, tampoco se crea que su mente, su subconsciente o lo que sea es especial, porque no lo es. Es posible que sea un poco retorcida por hacerle preguntas más o menos comprometedoras, incluso que su inteligencia sea de mayor o menor grado, pero ser especial… no, eso no. Para ser especial debería de responderse ella misma sus propias preguntas… lo cual significaría que no se fiaría de las respuestas de usted y le dejaría en mal lugar, y en ese caso, el especial sería usted, por no llamarle de otra manera… Empiezo a entender porqué no quiere reconocer que habla consigo mismo…

Y tendrá también la poca vergüenza de negar que, a veces, no sólo habla con su subconsciente, mente o lo que sea, si no que incluso discute con ella… o con él. Me lo imaginaba, porque usted es de ese tipo de personas incapaces de reconocer algo así. Pues qué quiere que le diga, así vamos de perdedores… porque ¿quién no ha discutido alguna vez consigo mismo? Yo lo hago continuamente. Respirar quiero decir, discutir conmigo mismo sólo a veces, cuando mi subconsciente mente o lo que sea, se pone en plan terco, lo cual suele suceder de cuando en cuando, más que nada porque a veces me cuesta horrores que entienda lo que quiero decirle. No, a usted no, a mi mente subconsciente o lo que sea, me malinterpreta y nos armamos un lío que ni le cuento. Pero claro, usted nos quiere hacer creer que no, cuando la realidad demuestra que es capaz de discutir hasta por la climatología. ¿Cómo dice? Está usted fresco si se cree que hace sol, ¿no ve que caen granizos?, si, esa misma, la granizada que le falta… desde luego… no me extraña que no hable con su mente subconsciente o lo que sea, seguramente le ha retirado la palabra por todas las tonterías que le dice…

Al menos lo que yo nunca he hecho, es llegar a las manos con mi mente subconsciente o lo que sea, porque soy pacífico y… ¿Cómo? ¿Qué usted si?.... Esto es la monda ¡vamos!... O sea, que usted es de los que golpea primero y habla después… Mire amigo, no sólo es usted especial, si no que además es raro, raro, raro…


17 de enero de 2011

Crónicas Chumbescas. Capítulo 8.

Lea antes esto (si no lo ha hecho ya).


Adaptarse a un cambio tan importante en sus vidas, no fue nada fácil para nuestros protagonistas. Superado el trauma inicial provocado por los viajes en autobús, se enfrentaban ahora al reto de compartir aula con un buen número de alumnos de ciudad (como Jason les llamaba), y no era nada difícil distinguir a unos de otros. A simple vista, bastaba con echar un vistazo a su indumentaria, para llegar a la conclusión de quien era de ciudad y quien no… Ahora bien, si se llegaba a conocer más profundamente a cada alumno, la certeza de quién no vivía en la ciudad era aún mayor…

Los profesores tenían en cuenta tal circunstancia, e intentaron concienzudamente integrar en la dinámica escolar a los alumnos que provenían de fuera de la ciudad. No fue fácil, es más, fue difícil. Y no porque los nuevos fueran unos inadaptados, que lo eran, si no más bien por los tontos prejuicios que tenían los alumnos que vivían en la ciudad. Por alguna extraña razón, se creían superiores a sus nuevos compañeros y se lo recordaban continuamente con desprecios. Pero ello no hizo mella en Higor y el resto, de hecho no era nada nuevo para ellos, acostumbrados a que les sucediera en su propio pueblo, casi que lo estaban esperando, así que se limitaron a seguir con su vida como si nada.

Al cuarto día, nuestros amigos por fin pudieron comer en el comedor del instituto. No es que nadie les hubiera impedido comer allí, pero hasta ese día no le habían podido encontrar, y ya casi habían perdido la fe cuando Micky se perdió buscando los lavabos y se dio de bruces con un letrero que ponía “Comedor”. Impresionado por su hallazgo, se lo dijo a sus compañeros, quienes saltaron alborozados celebrando el extraordinario descubrimiento. No obstante, sus limitados recursos económicos, les obligaba a llevarse la comida de casa, aunque al menos podían disfrutar de su comida bajo techo en los días en que la climatología les daba la espalda.

Un día cualquiera de la segunda semana, mientras comían en el comedor, se percataron de que dos mesas más allá de la suya, una chica hacía lo propio en la más absoluta de las soledades. Enseguida llegaron a la conclusión de que debía tratarse de alguien marginado por vaya usted a saber qué motivo. Intrigados por tal suposición y tras debatir durante unos minutos, decidieron intentar un acercamiento para averiguarlo. Fue, cómo no, Jason quien se encargó de llevarlo a cabo, y lo decidieron así por ser éste quien se desenvolvía con más desparpajo a la hora de sociabilizar. Se levantó y se dirigió hacia ella con paso firme y decidido, y al llegar hizo gala de su facilidad de palabra diciendo: “Hola.”

Ella levantó su mirada lentamente. Una mirada tan ausente como su higiene, hecho que no pasó desapercibido para Jason, quien por mucho que fuera granjero y estuviera acostumbrado a ciertos olores, no dejó de sentirse extrañado, y al mismo tiempo, le facilitó su segunda frase, que en realidad fue una pregunta: “¿Eres granjera?”… (Jason siempre fue de pensamiento retardado y nada más formular la pregunta pensó “yo soy granjero y no huelo mal, ¡mecachis!...”) Pero la chica ni se inmutó, siguió mirándole como si estuviera en otro mundo y tras unos segundos interminables para Jason le preguntó, iniciando así la siguiente conversación:

Chica- “¿Siempre inicias así todas las conversaciones?

Jason- No, te lo he preguntado porque hueles mal… (de nuevo se arrepintió casi instantáneamente). Quiero decir que hueles como yo… a granja.

Chica- ¿Y a ti también te han cortado el agua de la ducha?

Jason- Sí, pero no importa, porque en la granja reutilizamos el agua. Nos pasaba tan a menudo que mi padre tuvo que idear un sistema de autoabastecimiento… Entonces… ¿a ti te lo han cortado?

Chica- No, se lo han cortado a mi vecino, yo ni siquiera tengo agua en casa.

Esbozó una ligera sonrisa al comprobar que Jason se había quedado perplejo porque no se podía explicar tal circunstancia, te podían quitar el agua, pero no tenerlo nunca….

Chica- Me llamo Mariela ¿y tú?

Jason- Yo me llamo Jason, y… (haciendo un esfuerzo extra, ya que nunca pensó que la conversación llegara tan lejos)… y me preguntaba si querrías sentarte conmigo y mis amigos…

Mariela- No sé… (girando la cabeza echó un vistazo hacia donde se encontraban aquellos tres granjeros, quienes en un intento baldío de disimular desviaban su mirada precipitadamente). ¿Ellos también huelen mal?... quiero decir… ¿ellos también huelen a granja?...

Jason- (entusiasmado)… ¡Sí!...!Sí!...incluso peor, ya lo verás….



Con aire dubitativo, y lentamente, Mariela se levantó de su asiento y cogiendo su bandeja siguió a Jason en dirección a la mesa donde esperaban Higor, Micky y John, tan impacientes como nerviosos…

Continuará...


14 de enero de 2011

Los Cuatro Fantásticos.

Se reunieron… Los cuatro. Porque eran cuatro.

Se les ocurrió la genial idea de hacer una foto los cuatro juntos, para regalársela a sus padres, un día y a una hora determinada. Y no sólo lo pensaron, si no que además fueron capaces de hacerlo.

Parecía fácil, pero no lo fue. Ni siquiera era fácil que los cuatro coincidieran a la misma hora y en el mismo lugar. Unos horarios laborales demasiado complicados dieron al traste con su primera intención de reunirse,… pero lo consiguieron a la segunda.

Elegir la vestimenta fue fácil, ya que por alguna extraña razón, los cuatro se sentían atraídos por el color blanco. Blanca era la camisa… y blanca era la camiseta interior tipo albañil rústico que portaba… uno de ellos, y que por razones que se desconocen, causó cierta gracia y recochineo en los otros tres, ante la incredulidad del pobre hombre que, resignado, sólo pudo decir: “Pues cómo queréis que sea una camiseta interior…, si además no se va a ver…”.

Elegir un posado fue bastante más complicado, porque posar, lo que se dice posar tan sólo lo habían experimentado al posar un vaso en la barra de cualquier bar, lo que produjo situaciones un tanto rocambolescas. Que si me pongo de perfil se me ve mucho la barriga, que si me pongo de frente se me ven mucho las orejas…, si me pongo sentado el que tengo detrás de mi de pies se muere de la risa porque me ve las arrugas de la calva… Sí, porque hay quien evidentemente no tiene pelos en la calva (que por eso es calvo, que lo tengo que explicar todo), pero sí que tiene arrugas, posiblemente como consecuencia de alguna mutación molecular…

Una hora y media más tarde de haber entrado en el estudio, después de unos cuantos “tú ponte allí que a tu lado parezco más bajo de lo que soy”, una docena de “dejar de reíros y de decir tonterías”, y un par de docenas de tomas falsas se dio por concluida la sesión.

El fotógrafo aguantó estoicamente y con profesionalidad, el difícil reto de fotografiar a cuatro individuos que no pararon de moverse y gesticular, porque lo de estarse quietos no va con ellos. Por momentos, pensó que estaba en el circo en lugar de encontrarse en su estudio fotográfico… trabajando. Afortunadamente tenía un gran sentido del humor y no les denunció por maltrato psicológico y falta de seriedad… Y pensó que lo más sensato, sería fotografiarlos y esconder el resultado en el sótano antes de que nadie dudara de su calidad como fotógrafo, eso si, después de cobrar sus honorarios.

Este fue el resultado:




De Izquierda a derecha, o de menor a mayor, como prefieran, estos son los cuatro fantásticos:

El Hombre de Goma, el héroe por excelencia, que tiene la facultad, gracias a la flexibilidad de su musculoso cuerpo, de adaptarse a cualquier situación, siempre que ésta le convenga, que lo mismo te hace la cena que va y gana la carrera del pavo sin despeinarse… no, cuando tenía pelo tampoco se despeinaba.

La Antorcha Humana, con la facultad de encenderse e inflamarse al más mínimo contratiempo, generando altísimas temperaturas que, paradójicamente, es capaz de soportar gracias a su gran frialdad mental. Sería capaz de derretir el hielo con su mirada si no usara gafas de culo de vaso…

La Mujer Invisible, cuando consigue permanecer inmóvil, que son pocas veces, tiene la facultad de pasar completamente desapercibida, sobre todo si se coloca de perfil, gracias a su extremada delgadez, y destaca sobre el resto de los miembros del grupo por ser la única que aún puede visitar una peluquería sin que la tomen por loca…

La Cosa, nombre que lo dice todo de él, de espaldas anchas, cintura ancha y caderas anchas, su única facultad es ser casi redondo, da igual que se ponga de perfil o de frente, y no tener que peinarse por las mañanas, aunque en su defecto se ve obligado cada día a alisar las arrugas que se forman sobre su calva…

Espero que nunca se arrepientan de haber sido inmortalizados juntos, pero por si acaso… es aconsejable silenciar convenientemente al fotógrafo… (que se encargue La Cosa y que parezca un accidente…).

10 de enero de 2011

El Día "R".

Día: R. Hora: Sabe Dios cuál era porque aún no había amanecido…

Se oye una vocecilla en la habitación de los niños: “Mami!!! Me quiero levantar ya!!!... Que ya han venido los Reyes!!!...

Así comenzó el día R. Un día mágico, especial, esperado… y agobiante. Y madrugador, porque miro el reloj y eran las 7:26…

Tras el susto inicial que acompaña a esos momentos de semiinconsciencia que necesita uno para asimilar en qué día se encuentra, me levanto y me dirijo al salón de mi casa donde mis hijos miran emocionados los regalos que amontonados forman dos pequeñas torres, una al lado de la zapatilla de cada uno. Esperaban un gesto afirmativo, tras el cual se lanzan a abrir los paquetes como posesos… Te enseñan uno a uno sus regalos diciendo: ¡Mira Papi lo que me han traído los Reyes!... y pones una cara de sorpresa digna de un oscar mientras miras el regalo embobado.

Entre tanto, y con gran alboroto como ruido de fondo, me son entregados mis regalos… Más concretamente mis dos regalos. Abro el primero: un pijama. Bien, me hacía falta. Abro el segundo y… ¿Saben esa sensación que tiene uno a veces de que le están tomando el pelo? Pues eso mismo sentí yo, aunque lo disimulé bien. Ahora mismo pienso que fue una venganza de los Reyes, mosqueados conmigo por lo que escribí en el post anterior, más concretamente en el último párrafo, en el que se me ocurrió hacer algún comentario sobre sus centenarias barbas… Pues eso, como venganza, me dejan de regalo un kit de afeitado en una caja que cita textualmente: “ Kit de ayuda para el hombre Lija”. ¿No se lo creen? Pues miren la foto:



Después del típico cachondeo, y de comprobar cómo el salón se llenaba poco a poco de papeles de regalos hechos jirones, comencé con la labor logística. Sí, esa en la que no piensan los Reyes cuando dejan los juguetes, esa que nos tiene a los padres unas cuantas horas de rodillas, o sentados en cuclillas como prefieran, armando la casita de no sé quién, la isla calavera de Peter Pan, o la boutique de Minie… Estoy seguro de que ayer cuando me levanté de la cama yo tenía dos riñones, a las 12 del mediodía no me atrevería a jurar que siguieran en su sitio…

Y claro, cuando uno cree que ya lo tiene todo montado y bajo control… llegan los cuñados, o mejor dicho, las cuñadas. Y no vienen solas no, lo hacen acompañadas de otro montón de paquetes sorpresa que… sí, han adivinado bien, también hay que montar algún que otro juguetito que me tiene “entretenido” hasta la hora de comer.

Pero no queda ahí la cosa. Antes de la merienda nos espera un viaje. Viaje a casa de los abuelos paternos donde se junta la otra parte de la familia para… ¿se imaginan?... Sí, eso, para merendar o cenar, o para merendar y cenar. Lo que se suele llamar una merienda-cena. Y ya puestos, ¿porqué no? Darnos unos cuantos regalos más. Más alboroto infantil, más envoltorios rotos y…, sí, más juguetes para montar, de lo cual me libro momentáneamente por no estar en mi casa.

Pero faltaba el plato fuerte de la jornada, y no me refiero a los mejillones de la merienda-cena, no. El momento que mis hermanos y yo llevábamos esperando un par de meses. Entregarle a mis padres el regalo, consistente en una foto de estudio de los cuatro hijos (la historia de esta foto la contaré en otro post). Y el momento tuvo su cachondeo. Tras dejar caer durante la merienda-cena algún comentario del tipo “qué bien quedaría ahí una tv de 42 pulgadas” o “tenéis que cambiar de tv”, en el momento de entregarles el “paquetito”, les hicimos salir del salón, para colocar encima de la mesa el cuadro envuelto en… la caja de un tv. Su cara fue un poema y mi madre sólo atinó a decir: “yo no quiero esa pedazo tele, no tengo sitio para colocarla…”. Nos reímos a lo bestia.

En fin, el día terminó justo cuando debía terminar, es decir a las 0:00 horas, momento en el que arropaba a mis hijos en sus camas. Lo dicho, un día bastante completito y del que me alegro de que sólo halla uno al año, más que nada, porque mi bolsillo no da para más…

5 de enero de 2011

Personajes desactualizados.

Nos encontramos en una etapa de la historia marcada por el avance tecnológico en casi todos los ámbitos imaginables. Hagamos lo que hagamos, contamos con aparatos que nos facilitan la labor hasta casi no tener que hacer nada… porque por mucho que usted me diga, apretar un botón es casi como si no hiciéramos nada, y en muchos casos nuestro mayor esfuerzo consiste en cambiar las pilas a lo que sea…

Los niños usan teléfono móvil y juegan al ordenador o a la PSP, compramos cosas sin movernos de casa a través de internet, nos comunicamos por mail y vía sms, el coche nos avisa cuando le tenemos que llevar a revisión, el GPS nos guía para que no nos perdamos (aunque algunos sigamos perdiéndonos…), e incluso ya podemos ver películas en tres dimensiones sin movernos del sofá en nuestro salón (si es que tiene un aparato válido para ello, si no lo tiene, no me sea cafre y no se ponga esas gafas tan raras para ver mejor los pechos de la presentadora, porque lo verá todo borroso…).

Pero siempre hay personajes que se oponen al progreso, y que se empeñan en vivir la vida y hacer las cosas de la misma manera a como las hacían hace 2.000 años… ó más. Es el caso de los Reyes Magos, que por muy magos que sean, estoy seguro de que les irían mejor las cosas si contemplaran la posibilidad de utilizar alguna de las herramientas que el progreso ha puesto en nuestras manos.

Me explico:

1- Si la mejor manera de transportar paquetes fuera en camello, estoy seguro de que Seur también los utilizaría. Es más, por mucho que tengan un buen depósito de combustible, no creo que eso suponga ninguna ventaja frente a cualquier furgoneta.

2- Enviar un paje a cada ciudad para recoger las cartas que todos los niños escriben, supone un coste elevadísimo, que podrían ahorrarse simplemente con crearse una cuenta en Hotmail, y emplear dichos fondos en comprarse unas cuantas furgonetas para repartir los regalos.

3- Si los pajes se sacasen el permiso de conducir (bastaría con el B-1), también podrían hacer de repartidores, aunque tuvieran que cambiar el traje para ir más cómodos en el reparto, así se ahorrarían el sueldo de los repartidores, que podrían emplear en contratar a un buen abogado que los defienda de los pleitos en los que se van a ver envueltos por el sindicato de pajes enviados al paro, porque no tendrían suficientes furgonetas para todos ellos. Y ya ni te cuento si les obligaron a sacar el permiso de conducir antes de enviarlos al paro…


4- Las confusiones con las peticiones de los regalos se podrían subsanar casi en su totalidad si estos se efectúan vía email, porque no habría malinterpretaciones. Así, ningún niño recibiría un juego de preservativos en lugar de juegos recreativos, o una muñeca hinchable en lugar de una muñeca barriguitas…

5- 5-Pero sobre todo, y para terminar… ¡por Dios! ¿Es que no saben que ya se inventaron las maquinillas de afeitar? ¿Hasta cuándo piensan seguir con esas barbas? ¿Es que nunca vamos a poder verles las caras? Si tienen miedo de que les reconozcan y les linchen… ¿porqué siguen utilizando el medio de transporte más lento que existe?

Espero que recapaciten y se actualicen a la mayor brevedad posible, porque si no me veo haciendo de Rey Mago toda la vida…

3 de enero de 2011

Esas primeras horas locas...

Recibir un año nuevo suele ser una tarea más o menos gratificante. Cada uno lo hace a su manera según sus obligaciones y, mientras unos lo reciben trabajando o simplemente ocupando espacio en su lugar de trabajo (lo siento por ellos), otros lo recibimos de una manera… como decirlo, si, eso es… lo recibimos de cualquier manera.

Son esas horas, las primeras del año, para todos aquellos que no nos encontramos trabajando, unas horas un tanto alocadas por decirlo finamente, que suelen transcurrir en la más absoluta algarabía y desenfreno, y en las que por alguna extraña razón, nos vemos impulsados a cumplir con la noble labor de la degustación de cualquier bebida más o menos alcohólica (vale, también hay quien se queda en casa viendo “Qué bello es vivir”… allá ellos, eso no es tan divertido). Y así, reunidos en diversos locales, unos públicos y otros privados damos rienda suelta a nuestra sociabilidad para agarrarnos a todo lo que se menea, bien sea para no caernos al suelo, o bien para transmitir cualquier tipo de sentimiento… más o menos casto.

Yo tengo la suerte de no trabajar ese día, o mejor dicho, esa noche, así que me encuentro integrado en ese grupo de alborotadores, que dentro de un local privado echan a volar su sociabilidad. Y no sólo eso, si no que además suelo salir ileso al menos mentalmente. Físicamente, qué quieren que les diga, uno ya no está para muchos trotes y ya he perdido la cuenta de las contracturas y tirones que la tal sociabilidad ha dejado en mi cuerpo…

Pero vayamos al grano. En esas primeras horas volvió a quedar demostrada la teoría de que para saber beber… hay que saber mear… o saber sudar. De hecho yo sudé tanto que no necesité visitar el servicio ninguna vez, a pesar de haber ingerido tanto líquido como el absorbido por Bob Esponja cualquier día laboral. Es lo bueno que tiene moverse más que los precios, tienes contracturas, sí, pero sudas y no te entran ganas de mear… Claro que a lo mejor también tuvo algo que ver, el hecho de no quitarme el jersey para no dejar al descubierto mi camiseta interior, modelo “albañil rústico” que tanto ha dado que hablar en anteriores ocasiones.

Pero además de bailar, y “sociabilizar” bebiendo, o bebiendo sociabilidad y sudar, o socializar sudor bebiendo, o como lo quiera usted llamar, y aunque sea difícil de creer, sucedieron muchas más cosas. Si la última carrera del año es la San Silvestre de Vallecas, la primera carrera del año, es la San Pingüino de Torrelavega. Distinción ésta obtenida por méritos propios, y cuya participación aumenta, y seguramente seguirá aumentando, año tras año. Cierto es que carece de la oficialidad que caracteriza a la San Silvestre de cara a los medios, pero sin duda tiene tanta dificultad como ella, o incluso me atrevería a decir que más, y seguramente en próximas ediciones llegará a tener una gran cobertura incluso televisiva. Por cierto, no estaría de más, que las mujeres ejercieran su derecho a la igualdad, e instauraran la categoría femenina en la próxima edición…

Si usted tiene fortaleza en su estómago, pinche aquí para ver la imagen de la línea de salida de la primera edición de la San Pingüino. Quién ganó carece de importancia, bueno vale… gané yo, pero todos los participantes demostraron tener una gran valentía, un gran sentido del equilibrio…, y menos sentido del ridículo que pelos tengo yo en la cabeza, y eso, créanme que es muy poco… Ganó el más rápido si, y niego tajantemente las acusaciones infundadas contra mi persona por parte del público, que afirmaba impunemente, que mi habilidad en la especialidad haya sido adquirida a base de tener que huir en circunstancias sospechosas, por haber sido sorprendido en situaciones comprometidas… son sólo leyendas urbanas.

Tras la carrera, y algunos bailes más porque siete horas dan para mucho, terminamos la fiesta en una cafetería colindante, desayunando el típico ¿chocolate con churros?... He de reconocer que el mejunje que llenaba el vaso de plástico era de color marrón oscuro, también conocido como marrón chocolate, y que lo que venía en el plato era de color dorado, pero… cualquier parecido con lo que realmente queríamos desayunar es pura coincidencia y en este caso, la realidad tuvo más de ficción que de realidad. De todas formas, quedó demostrado que el ser humano cuando tiene hambre… es capaz de comerse hasta el envase, y no nos importó demasiado comer chicle dorado mojado en leche… marrón chocolate, mientras alguien hacía alusión a yo qué sé que medía 22 cm., mientras el resto ponía cara de no saber si estaba desayunando… o en un discurso de Sigmund Freud. Qué se le va a hacer, algunos ven churros y se les va el santo al muslo…

En fín, a grandes rasgos, así transcurrieron en mi entorno las primeras horas de este año. Posiblemente me deje muchas cosas en el tintero pero… sudé demasiado y además soy muy despistado.