25 de agosto de 2013

Las vacaciones.

Las vacaciones, además de para vaguear, que para eso se inventaron, sirven para muchas otras cosas.

Las mías, de momento, me están sirviendo para mucho, y hasta ahora, he pasado calor, he hecho colas, he metido horas conduciendo, y… he ingerido comida basura en exceso. Como ven, nada de especial, y que, además, me dirá usted que todo eso puede suceder sin estar de vacaciones. Cierto, pero da la casualidad, de que a mí me ha pasado en vacaciones, así que, todo ello se lo “agradezco” a las vacaciones.

Sin embargo, aparte de todo eso, me ha sucedido una pequeña anécdota, que ha provocado en mí una pequeña duda que, hasta el momento, no he sabido resolver. Quizás con su ayuda, me aclare un poco las ideas, y deje de debatirme, y así, poder decidirme entre recuperar la fe en la raza humana… o mandarla definitivamente al carajo.

El suceso en sí, que no tiene nada de paranormal, no se me asuste, consistió en perder, extraviar tontamente, sustracción involuntaria… o sustracción deliberadamente voluntaria, de una riñonera en el Parque Warner, más concretamente, mi riñonera. Pongo los cuatro casos, porque realmente no sé cual fue la razón de que mi riñonera, no se encontrara en el mismo lugar en el que la dejé colocada, instantes antes de que me sumara a la cola de una de las atracciones acuáticas. Y puedo asegurar que no la dejé posada en una papelera, en un banco o… en el suelo, no, la dejé posada en la silla de paseo de mi sobrino de 8 meses.

El caso es que, cuando salí de la atracción unos tres cuartos de hora después, y fui a coger la riñonera, ésta, voluntaria o involuntariamente, había tomado las de Villadiego hacia cualquier destino desconocido, sabe Dios en compañía de quién…

¿Qué contenía la riñonera? Que yo recuerde portaba en ella: Un paquete de pañuelos de papel, un pañuelo de papel usado (guardado allí hasta encontrar una papelera, no piensen mal), un monedero con calderilla, tabaco, un mechero… Eso es lo que yo recordé en un principio cuando me puse a hacer balance de las existencias guardadas en la riñonera. Y en principio me angustié, porque a ver dónde coño compraba yo tabaco. Después, algo después, caí en la cuenta de que también llevaba en la riñonera, en un bolsillito interior, un billete de 50 euros… y las llaves del coche. Y me angustié aún más…

Porque podría subsistir sin los 50 euros, y también sin fumar. Pero sin las llaves del coche y a 400 Km de mi casa… son demasiados como para ir andando a buscar otro juego de llaves. Durante el camino hasta la oficina de objetos perdidos, iba mascullando soluciones en la cabeza, pero todas pasaban por tener que esperar al menos 24 horas para mover el coche, y eso en el mejor de los casos. Claro que podría haber sido peor, pero afortunadamente, la cartera con documentación y tarjetas y el móvil, los llevaba en la mochila de la cámara de fotos que sí había dejado a buen recaudo colgada en la espalda de mi cuñada…

Con cara de cordero degollado, pregunté en la ventanilla de objetos perdidos si alguien había entregado una riñonera negra. La empleada que me atendió, me preguntó si llevaba algún objeto de valor. Le dije que las llaves y me preguntó la marca de mi coche. Un Renault, le dije, y dándome la espalda, sacó algo de un pequeño armario y, así de espaldas a mí, vi cómo investigaba en el interior de aquello que había cogido y que pude percibir que era negro, durante unos interminables 30 segundos… Finalmente, se dio la vuelta y preguntando “¿son estas llaves?” me enseñó las llaves de mi coche… Como toda respuesta, me santigüé mirando al cielo, gesto que la empleada interpretó como afirmativo, dándome mi riñonera y diciéndome “la ha traído una señora hace 15 minutos”… Felizmente había recuperado la riñonera y todo su contenido… excepto los 50 euros.



Y es aquí, amigo lector, cuando me asaltó esa duda existencial. Recuperar la fe en la raza humana o mandarla definitivamente al carajo.

La recuperaría, si supiera que, quien me sustrajo voluntariamente la riñonera, quizás alguien necesitado, tomó para sí los 50 euros y devolvió el resto con el propósito de no hacerme una grandísima putada, ya que se lo podría haber llevado todo o… haberlo tirado en cualquier cubo de basura. Es el único supuesto en el que recuperaría la fe en la raza humana.

Sin embargo, también es posible, que quien sustrajo la riñonera y se apropió del dinero, la dejara por ahí tirada y fuera otra persona quien la entregó en objetos perdidos. En este supuesto habría empate.

O también sería posible, que quién sustrajo la riñonera, no encontrara el dinero, se deshiciera de ella como pudo, otra persona la encontrara, la entregara en objetos perdidos sin mirar lo que había dentro… y que fuera la empleada quien, al revisar el contenido de espaldas a mi… se quedara con los 50 euros. En ese caso, sí que mandaría la fe en la raza humana al carajo. O más lejos si se puede.

A ver si alguien puede arrojar algo de luz a mis dudas…


16 de agosto de 2013

Efemérides.

Hoy es un día para recordar.

Hoy se cumplen años. Sí, aparte de ser hoy el cumpleaños de Madonna, el destino quiso que, también un día como hoy, casi como por casualidad, hace 36 años, otro icono musical nos abandonara. El 16 de Agosto de 1977, el Rey fue encontrado sin vida en Graceland.

Así que, tras guardar un respetuoso minuto de silencio, armemos ruido con una de sus mejores interpretaciones en aquel grandioso concierto que ofreció vía satélite a todo el mundo desde Hawaii.

!!! Dios salve al Rey!!!....



 



Pd.: Aprovecho para anunciar, si es que a alguien le importa, que me iré de vacaciones unos días. Los justos para visitar por enésima vez el Parque Warner. Que Dios me pille confesado...


8 de agosto de 2013

Hombres, Mujeres... y compañía. II

Hombres, mujeres y compañía. O mejor dicho, hoy, hombres en compañía y mujeres en compañía. O lo que es lo mismo, reunión de hombres y reunión de mujeres.

Es otra de las diferentes formas de actuar, de ambos géneros, en una misma situación. Aunque en este caso sólo puedo hablar, con cierta propiedad, de cómo actuamos los hombres en una reunión de hombres.  A día de hoy, nunca he estado en una reunión de mujeres para saber qué es exactamente lo que se cuece en su interior. Quizás algún día me inviten a una de ellas, pero, en ese caso, seguramente dicha reunión quedaría totalmente desvirtuada, por mucho que las asistentes quisieran comportarse con total naturalidad, por lo cual dicha experiencia, no me serviría para conocer más, acerca de esas reuniones de lo que ya conozco. O sea, nada.

Posiblemente, sea éste otro ejemplo, tanto de la simplicidad masculina, como de la complejidad femenina. Sobre todo de la primera, ya que de la segunda, como ya he dicho anteriormente, no puedo hablar con propiedad…

En dichas reuniones de hombres, los temas de conversación pueden ser infinitamente variados. Pero no lo son. Por alguna extraña razón, e independientemente de la clase social e intelectual a la que pertenezca el grupo, siempre se termina hablando del mismo tema. Si usted es hombre, seguramente sepa de lo que hablo. Si es usted mujer, puede que llegue a hacerse una idea, pero nunca llegará a conocerlo en la misma proporción y profundidad que si fuera hombre, ni mucho menos entenderlo.




Puede usted estar hablando, por ejemplo, de toros, recordando los pitones de aquel Miura que daba cagalera sólo imaginárselo, cuando sin previo aviso, uno de sus amigos le interrumpe con un “a aquella de la esquina si que la empitonaba yo…”. O si están en medio de una conversación de finanzas, hablando de las fluctuaciones de la bolsa y especulando con el precio de las bananas en Sudamérica, es interrumpido con un “mira aquella rubia, seguro que sabe más que tú de “plátanos”…” y otro contesta con un ”Y la morena de al lado es catedrática en “melones”…”.

Existen otros temas aleatorios, que también se tratan en esas reuniones, como por ejemplo el coche. El propio de cada uno, no se crea que nadie habla del coche del vecino, casi con toda seguridad, peor que el suyo propio. O de deportes, donde todos descubrimos atónitos, como el más inútil de la pandilla, no jugó nunca en el Madrid porque le tenían manía… todos los entrenadores que tuvo.

Pero finalmente, aunque se hable de diversos temas, a cual más trascendente, todos derivarán en el mismo tema, el más importante. O como lo definen por ahí… el único importante. Somos así de simples.
Ahora bien, con el objeto de poder hacer comparaciones, por mucho que sean odiosas, invitaría cortésmente, y además lo agradecería eternamente, que alguna fémina se prestara a detallarnos lo que se cuece, en ese coto privado que son las reuniones femeninas.


Por favor, absténganse de detallar lo que se cuece en esas reuniones femeninas también llamadas “tupper-sex”…




1 de agosto de 2013

Hombres, mujeres... y compañía.

En este post, y en otros posteriores, trataré un asunto que viene siendo catalogado algo así como “un gran misterio de la naturaleza”, y que desde hace siglos, y lo que nos queda, viene siendo motivo de discusión allá dónde surja cualquier tipo de debate: “Hombres y mujeres somos totalmente diferentes”.



Ya, ya lo sé. El tema tiene tela que cortar y, seguramente, una vez que me haya hartado de escribir sobre ello, estaré peor de lo que estaba y seguiré sin entender nada. Y seguramente usted también, sea hombre o mujer. Sobre todo si es mujer, porque como ya sabrá… usted y yo somos diferentes.

No me estoy refiriendo al físico, eso es algo que hasta un ciego puede ver. Basta un simple vistazo a un miembro de cada género, y también a sus “miembros”, para darse cuenta de que físicamente no tienen nada que ver el uno con el otro. Por mucho que ambos puedan llegar a encajar perfectamente y unirse como piezas de un puzle, está claro que su fisonomía es completamente diferente. Y podemos asegurar, que ese es el motivo, por el que pueden encajar perfectamente, por lo diferentes que son sus miembros… y sus “miembros”.

Pero estará de acuerdo conmigo en que, realmente, tener un colgajo más arriba o más abajo, o el tener uno o dos, o tres colgajos, no es lo que nos hace diferentes a hombres de mujeres. De ser así, ambos podríamos tener las mismas aficiones, los mismos pensamientos, y lo que es más importante, tener un comportamiento similar ante una situación determinada.

Pero el comportamiento está controlado por la mente. Eso que no se ve a simple vista, la manera de pensar, es diferente, independientemente del número de colgajos y su posición, y nos hace comportarnos de manera totalmente diferente a unos y otras al afrontar una misma situación. Por supuesto, está claro que siempre hay casos “especiales” en ambos géneros, casos que suponen la excepción que confirma la regla, pero yo hablo siempre con carácter general.

Sólo por poner un ejemplo, iniciando de este modo la serie de posts acerca de este tema, entre hombres y mujeres existe una gran diferencia en la manera de afrontar la necesidad de comprar ropa.

Si un hombre necesita comprarse ropa, ya sabe, incluso antes de salir de casa, qué establecimiento visitar, y se dirige hacia él con paso firme y total determinación, sin dejar que otros establecimientos le hagan dudar. Una vez en dicho establecimiento, un hombre puede comprar la suficiente ropa como para vestirse de pies a cabeza, incluyendo ropa interior, en apenas veinte minutos de reloj, y le sobra tiempo para hacer una radiografía y memorizar cara y cuerpo de todas las dependientas de la tienda.

Una mujer, sin embargo, sale de compras y lo único que tiene claro, es a qué calle acudir: aquella que tiene el mayor número de tiendas. Una vez allí, empieza a mirar escaparate tras escaparate, del primero al último, y tras estudiárselos todos… vuelve a la primera tienda y empieza a mirar todo el género. Con suerte se probará un par de prendas, pero seguramente las volverá a dejar en su sitio… porque no le terminarán de convencer. Repetirá la misma acción en, al menos, cinco o seis establecimientos más. Seguramente, visite aquellos cuyos escaparates, tengan expuesta alguna prenda que nunca se probaría, y ni mucho menos se compraría. Al salir del último establecimiento, por supuesto aún con las manos vacías, llegará nuevamente hasta el último escaparate, y se decidirá a volver a entrar en la primera tienda, aquella en la que sí se probó un par de prendas… para comprar una de ellas. Después, volverá a la última tienda en la que entró, porque allí había visto otra prenda que combinaba con la que se acaba de comprar…, pero esta vez se la prueba para comprobar que, según ella, no le sienta nada bien. Desesperada, volverá a entrar a todas las tiendas, buscando esa prenda que le combine con lo que se compró, incluyendo también el resto de tiendas en las que aún no había entrado. Por arte de magia, en una de ellas encontrará un conjunto de cuerpo entero que le sienta de maravilla y, además, más económico que lo que ya se había comprado, por lo cual, decide comprárselo y volver a la primera tienda a devolver la prenda solitaria para la cual no encontraba acompañante. Saldrá de la tienda enormemente feliz por la compra realizada. Sin embargo, esa felicidad durará poco. Exactamente el tiempo que tarda en darse cuenta… de que no tiene calzado que combine con ese conjunto que acaba de adquirir…


Esto es sólo un ejemplo de la diferencia de comportamiento. En próximos posts, analizaremos otras diferencias, en otras tantas situaciones diferentes.


Pd: Nuevo mes... nueva chica del mes.