Ya pasó. Hace ya unas semanas que han terminado las fiestas de Torrelavega. Unos las habrán disfrutado más que otros. Y algunos otros, carentes de cualquier espíritu festivo, no las habrán prestado ninguna atención, e incluso se habrán cabreado por encontrarse aglomeraciones no habituales de gente allá por dónde pasaba. Pero para la mayoría, nos queda el regusto de haber disfrutado durante diez días, de ciertas actividades que sólo podemos disfrutar una vez al año.
Cada uno tiene sus preferencias a la hora de asistir a las diferentes opciones que nos ofrece el programa festivo, pues bien, para mi son: ronda por los puestos de vino dulce, los fuegos artificiales y… Gorgorito.
Siempre he dicho, que el quien no vio a Gorgorito de niño, no fue niño. Nada más y nada menos que cincuenta años tiene ya el simpático muñeco de guiñol, unos cuantos más de los que yo tengo, y es tal su fama, que en ciudades como Logroño, ya tiene un homenaje en forma de estatua en la Gran Vía.
De pequeñito, unas veces mis abuelos y otras mis padres, me llevaban a verlo sin faltar con puntualidad religiosa. Allí se respiraba un ambiente muy especial, con aquellos bancos largos de madera, en los que se apilaban filas y filas de niños aplaudiendo y chillando al maléfico ogro todos apretujados, y donde había un olor a pipas característicos, similar al que se respira a palomitas en los cines. Se podría decir, que las fiestas patronales no serían lo mismo sin Gorgorito. Tanto es así, que al menos yo, intento coger vacaciones durante esa semana para poder asistir con mis hijos a todas las representaciones.
Sus aventuras, algunas míticas y otras nuevas, están cargadas de heroísmo e inocencia a partes iguales, y aunque algunas de ellas nos las sabemos de memoria, aún hoy se me pone la piel de gallina, cuando le veo destrozar a la bruja a base de estacazos. Porque esa es otra, Gorgorito no sería lo mismo si usara pistolas. Los niños no pueden jugar con armas de fuego, y por eso Gorgorito usa estacas, aunque necesite de muchos estacazos para salvar a la princesa Rosalinda de la bruja Ciriaca y su cómplice el Ogro Dienteslargos. Todo ello ayudado por su caballito llamado Valiente, y por los niños, que le chivan siempre a grito pelado los planes de los malos.
Le perdí la pista durante unos cuantos años. Ya se sabe, cuando se llega a la edad del pavo, muchas de nuestras aficiones hasta entonces, se convierten en cosas de niños pasando a un decimonoveno plano. Pero a medida que pasan los años, va apareciendo la nostalgia de momentos vividos en la niñez e intentamos recuperarlos a toda costa. Por eso en las representaciones de Gorgorito, sólo se ve a niños que arrastran a sus padres, y como en mi caso, a padres que arrastran a sus hijos. Pero el margen que ocupa de los 15 a los 30… completamente ausente. Supongo que es lo normal, cada edad tiene su momento.
Hay fiestas mejores y fiestas peores, como todo en la vida, y aunque algunos momentos vividos los recordaremos siempre, otros han pasado sin pena ni gloria ni ánimo de recordarlos. Y si voy a recordar durante mucho tiempo las fiestas de este año, será por ser el año en que, al fin, pude hacerme una fotografía junto a Gorgorito.
Yo, cuando sale el programa de fiestas, lo primero que hago, y lo que siempre haré, es comprobar que días actúa Gorgorito. El día que abra el programa, y no aparezcan programadas sus representaciones, las fiestas, serán menos fiestas…
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