24 de abril de 2010

Personaje a examen.

Capítulo 6. Cleopatra.


Conocida en su pueblo como Cleopatra Filopator Nea Thea, o Cleopatra VII.



Abro con ella el apartado de las féminas, en la sección “Personaje a examen”, porque no quiero que nadie piense que es una sección exclusiva de personajes masculinos. Y lo hago con una mujer, que de haber vivido en nuestros días, viviría con la bandera del feminismo en la mano, ya que a pesar de nacer y vivir A.C. (antes de Cristo, para los agnósticos…), vivió con la mentalidad de una mujer del siglo XXI, o del XX…, es decir, manejó a los hombres como la vino en gana siempre que quiso.

Para ello se valió de dos armas muy poderosas y ante las que pocos hombres pueden resistirse…, bueno ante las otras dos armas que pocos hombres pueden resistirse: su poder de Reina y su belleza, aunque no se sabe muy bien cuál de las dos condiciones causó un mayor efecto en los hombres que claudicaron ante ella. Me inclino a pensar que fue su belleza lo que ponía a sus pies a todo varón que se le acercaba, ya que ha habido otras reinas que, a pesar de tener poder, no seducirían ni a Cuasimodo.

Era coqueta y caprichosa a partes iguales. Tan coqueta, que se arreglaba y bañaba varias veces al día, y tan caprichosa que, al menos uno de esos baños, debía de ser en leche de burra. Pronto descubrió que la leche de burra, no era la única leche con la que necesitaba cubrirse…, aunque sí era la única que conseguía que su piel no sufriera los efectos del calor del desierto. Llegó al colmo del capricho, cuando se empeñó en que sus sirvientes barrieran el desierto, dando como única razón, que le molestaba la arena que se le metía en sus carísimas sandalias compradas en Dios sabe dónde…

Nació en el año 69 A.C., número que la marcaría para toda su vida, o lo que es lo mismo en el menos 69, que es justo lo que le decía su padre: “Cleo… menos 69 y más trabajar…”. Al ver que ésta no le hacía caso, intentó controlarla como pudo. Como primera medida, convirtió su séquito de sirvientes en una tribu de eunucos, pero le sirvió de poco, ya que estos se valían de cualquier objeto que tuviera la misma forma y cumpliera con la función de aquello que les faltaba para complacerla. Podemos asegurar, que fueron esos eunucos los creadores de los instrumentos que hoy conocemos con el nombre de “consolador”…

Al ver que tales medidas, no sólo no funcionaban, si no que incrementaban la lujuria de su hija, el Faraón dejó escrito en su testamento, la obligación de casarse con su hermano, el de ella, un tal Ptolomeo XIII (acción para la que estaba amparado por la ley, ya que en aquellos años no existía el incesto). Aquel fue un auténtico castigo, lo cual sólo le sirvió al Faraón para dejar al mando de su pueblo, además de una hija incontrolada, un hijo cornudo. En aquellos años, Ptolomeo XIII era un crío, a todas luces incapaz de satisfacer a Cleopatra, lo cual no hizo más que aumentar su rebeldía, dedicándose a la noble tarea de seducir romanos y todo bicho viviente que se le pusiera al alcance, en todos y cada uno de los viajes, que debía realizar para cumplir con las obligaciones que su posición le imponía.

Tras ir escalando peldaños en la sociedad romana, llegó hasta un tal Julio César, emperador romano de la época, que tardó en caer en sus redes, lo que ella tardó en mirarle. Fue tal el dominio que ejerció sobre el emperador, que no sólo intentó que los romanos la adoraran, si no que se dedicó a luchar contra los enemigos de Cleopatra, que no eran otros que sus propios hermanos, los que le quedaban, porque Ptolomeo XIII ya había pasado a mejor vida a manos de un Julio César inducido por Cleopatra. Como no podía ser de otra manera, el capricho de meterse en las sábanas de Cleopatra, le costó al emperador el odio de su pueblo y por consiguiente… la muerte.

Y tras Julio César, llegó Marco Antonio. Este sólo llegaba a general, pero fue suficiente para que Cleopatra lograra nuevos objetivos políticos para su pueblo y para sí misma. Aunque no les fue del todo bien y tuvieron que emigrar a la chabola que Cleopatra tenía en su tierra, donde siguió quitándose de en medio a todo aquel que supusiera un obstáculo en su reinado. Pero aquello duró lo que tenía que durar, o lo que es lo mismo, hasta que llegó otro romano, Octavio, aunque éste sólo se dejó seducir a medias y Cleopatra nunca pudo manejarle como a los anteriores.

Con tanto escarceo, su reino quedó algo descuidado, por decirlo finamente, y atravesó por una de las etapas de más hambre y miseria que recordaran los más viejos del lugar, lo cual no es mucho teniendo en cuenta que la edad de mortalidad no superaba los cuarenta años. No es de extrañar por lo tanto, que mirara hacia donde mirara, Cleopatra sólo viera enemigos dispuestos a quitarla de en medio a ella, y viviera inmersa en innumerables batallas que terminaron por minar su resistencia.

Todas esas circunstancias la condujeron a una depresión de caballo, lo que unido a la crisis de los cuarenta la llevó al suicidio. Su pueblo, agradeció sus servicios… envolviéndola en papel higiénico. Desagradecidos…

Pasaron muchas cosas más en su vida, pero eso… es otra historia.

10 comentarios:

  1. Noto mucho Hollywood a su crónica, don Elvis. Lo que afirma de la buena Cleopatra es de fuente confiable?

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  2. Viejex, si con lo de Hollywood se refiere al último capítulo de Crónicas Chumbescas, es posible. El descubrimiento del sexo opuesto ya ha sido puesto en escena demasiadas veces como para que resulte novedoso. Yo aún diría más, cualquier situación vivida por alguien tiene muchas probabilidades de que ya haya sido puesta en escena...

    Lo que afirmo de Cleopatra es altamente fiable, ahora bien, todos sabemos que la historia, a veces, tiene diferentes interpretaciones.

    Saludos cordiales.

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  3. A veces soy tan críptico para preguntar las cosas! no se por qué lo hago, simplemente lo hago...me sale así...lo que yo quería saber es de que fuentes se nutre usted para afirmar de modo tan categórico que la señorita Cleopatra fuese tan puta.

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  4. Viejex, no se preocupe, sea críptico o no prefiero que me pregunten para intentar resolver cualquier duda.

    Pero tampoco creo que haya que descalificar tan duramente a nuestro personaje. Cada uno usa las armas que tiene para conseguir lo que quiere. Es posible que le gustara demasiado el sexo..., qué quiere que le diga, a mi también jajaja.

    Mis fuentes son fidedignas, claro que otra cosa es como interprete yo la información. Suelo leer la Wikipedia y después saco mis propias conclusiones.

    Saludos cordiales.

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  5. Pero no se podrá negar que fue una reina divertida. Al menos para los que la trataron de cerca.

    Para los que les tocó limpiar la arena no creo. Pero eso... eso es otra historia.

    Un saludo.

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  6. Yoni, pues si, fué una reina divertida, pero quienes la trataron con más cercanía pudieron disfrutar de otras cualidades más placenteras jajajaja

    A los que les tocó limpiar la arena, no les tocó tratarla con cercanía, de haber sido así, posiblemente Cleopatra no habría llegado a adulta...

    Saludos cordiales.

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  7. A mí me impresionó mucho el día que escuché a un historiador decir que Cleopatra, en realidad, era rubia. Descendiente de griegos.

    Una Mariana Nannis, digamos.
    Le envidio el tiempo de bañarse varias veces al día... suertuda!

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  8. Jazmín, si Cleopatra hubiera sido rubia, igual hasta habría hecho lo posible por retroceder al pasado y volverme egipcio.

    Me llama la atención que lo único que la envidie sea poder bañarse varias veces al día..., ¿acaso es usted una maniática de la limpieza corporal?

    Saludos cordiales.

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  9. Por supuesto que lo de rubia no la desmerece para nada! Me llamó la atención porque siempre imaginé a los egipcios -aún los de los reinos antiguos- de piel más oscura. Pero esta dinastía, en fin, venía más clarita.

    Nooo... maniática, no! Bah, no lo sé. Quizás no lo sea por falta de oportunidad.
    Sí soy maniática de oler rico y tener la piel suave (pero ojo, por métodos modernos, eh... que no tengo animales de granja en el ascensor!)

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  10. Eso de que por ser rubia no desmerece... estoy seguro de que no, de hecho a muchos nos gustan más rubias.

    jajajajaja, me acabo de imaginarla en su ascensor ordeñando a su burra jajajaja (se me caen las lágrimas de la risa...)

    Saludos cordiales.

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Uy lo que han dicho...