Yo no entiendo mucho de política.
De hecho no entiendo mucho de casi nada. Ni siquiera de
sexo, sólo lo justo para quedar a gusto. Podría decir que, si me hiciera
cualquier pregunta sobre casi cualquier tema, habría la posibilidad de que no
supiera responder o le respondiera erróneamente.
Pero sí que hay un tema, en el que nadie, absolutamente
nadie, sabe más que yo. Y me apostaría hasta mi hombría, y no la perdería, a
que sería capaz de contestar cualquier pregunta que me hiciera sobre el tema
sin equivocarme. Un tema en el que soy una auténtica eminencia: las cosas que
me gustan. Y me atrevería a decir, que hay otro tema en el que también soy
catedrático: las cosas que odio.
De cualquiera de estos dos temas, podría responder cualquier
pregunta sin ni siquiera despeinarme. Y no lo digo porque esté prácticamente
calvo, créame. Ya, ya sé que, debido a su timidez (o quizá porque no quiere
arrepentirse), no me hará ninguna pregunta. No importa. Porque, como si de un
conferenciante se tratara, puedo exponer el tema y hablar sobre ello, o
escribir en éste caso, largo y tendido, sin que nadie tenga la osadía de
preguntar.
Por ejemplo: odio despertarme boca abajo, con las manos
cruzadas bajo el pecho (el mío), y sentir que están dormidas (las manos). Sobre
todo cuando es el móvil quien me despierta, usándolo a modo de despertador. ¿Ha
probado alguno de ustedes alguna vez, a intentar coger el móvil para
silenciarlo, con las manos dormidas? Y aún diría más, ¿ha probado alguno de
ustedes, a coger el móvil del suelo con las manos dormidas, tras caérsele
tontamente de las manos al intentar silenciarle… por tener las manos dormidas?
Yo sí, lo he intentado… y odio tener que intentarlo.
También odio (no se crea que lo anteriormente expuesto es lo
único que odio), estar sentado en el trono, haciendo lo que normalmente se hace
cuando uno está sentado en el trono, y que suene el teléfono. El teléfono fijo,
por supuesto, el móvil podría cogerlo aunque estuviera en el trono, sobre todo
si no tengo las manos dormidas. Y lo odio, básicamente, porque cuando uno está
en casa, no pasa nada, suelen volver a llamar más tarde, pero si uno está
sentado en el trono en su oficina, o mejor dicho en el trono del baño de su
oficina, es posible y sólo posible, que no vuelvan a llamar. En ese caso, en el
caso de que no vuelvan a llamar, posiblemente haya perdido un cliente… y,
llámeme raro si quiere, pero perder un cliente por estar sentado en el trono,
por muy noble que pueda parecer lo que hace uno sentado en el trono, no es una
buena manera de perder un cliente.
Otra situación que también odio, en la misma medida que lo
anteriormente expuesto, es cuando, estando sentado en el trono del baño de casa,
suena el teléfono. A diferencia de lo anteriormente expuesto, uno por estar
sólo en casa, intenta salir emulando a un pingüino en dirección al teléfono…
Pero sólo puede intentarlo, porque al ir a incorporarse del trono, uno se da
cuenta de que… se le han dormido las piernas. Y en ese caso, créame, es mejor
quedarse sentado escuchando como suena el teléfono, que levantarse e intentar ir
a cogerlo, porque si ya es difícil caminar como un pingüino, aún lo es más
caminar como un pingüino con las piernas dormidas…, y no me pregunte porqué.
Como puede apreciar, soy todo un catedrático en el tema y
podría seguir escribiendo sobre ello, pero por muy catedrático que sea, no
tengo alma de conferenciante, así que hasta aquí hemos llegado...
Pd.: Nuevo mes, nueva chica del mes...