11 de diciembre de 2009

Misterios sin resolver.

Tener conocimiento sobre todo lo que nos rodea, siempre ha sido una obsesión del género humano. Sentimos la necesidad de comprenderlo todo, y nos sentimos indefensos ante todo aquello que se escapa a nuestra comprensión y que no puede ser demostrado con hechos. Y hay muchos temas, para los que nadie ha sido capaz aún de encontrar una respuesta convincente, al menos que yo sepa.

Por ejemplo, quién no se ha preguntado alguna vez, qué hay después de la muerte. Hasta donde yo llego, el más allá no se puede ver desde el más acá. Se intuye que es un sitio un poco oscuro y es necesario estar allá para verlo, pero claro, es un viaje sólo de ida y nadie vuelve de allí, quiero decir de allá. No estaría de más que alguien que se muera instalara allá una bombilla, o que se llevara una cámara consigo y nos la enviara a portes debidos desde el más allá, a los que estamos en el más acá. O mejor dicho, a portes pagados, salvo que el más allá sea como el más acá, es decir, materialista, si no, mejor que nos ahorre un dinerito a los del más acá. ¿Algún voluntario?...lo suponía, ¡panda de cobardes!

Hay quien, según los médicos, ha estado clínicamente muerto y afirma haber visto una luz intensa. Pero ¿podemos creerle? Esa gente no puede demostrar de ninguna manera, que dicha luz, no fuera el foco que le pusieron encima de su cabeza cuando estaba tendido en una camilla, y que vislumbró fugazmente en su estado de ¿semiinconsciencia? Y además cómo va a saber él que estaba completamente muerto. Quizás sólo estaba muerto en su mayoría y ese estado confundió a los médicos, que se fiaron de sus aparatitos y no se dieron cuenta, de que el paciente abría y cerraba los ojos levemente, porque es muy diferente estar completamente muerto y estar muerto en su mayoría.

Quien tiene fe, encuentra en ella el optimismo necesario para creer que su alma se liberará, y que va a pasar a mejor vida en un lugar paradisíaco, en el que se entretendrá volando con un par de alas que le saldrán en su espalda. Pero quien no tiene esa fe, espera tras su muerte la oscuridad total, y encontrarse bajo el mando de un esqueleto armado con guadaña lleno de maldad, que secuestrará su alma para satisfacer su ego.


Mientras alguien no pueda demostrar nada, sólo podemos elucubrar con hipótesis a cual más rocambolesca y esperar con inquietud, a que nos toque ir para el más allá. Lo que sí es seguro, es que la muerte nos alcanza a todos, aunque nos haya dado una vida de ventaja. Pensar que podemos escapar de ella, es tan iluso como creer que algún chino es capaz de hacer una tortilla sin dejar de reírse.

Mi único deseo, es que cuando yo me muera, no esté allí para verlo. Espero estar lo más lejos posible, porque soy muy sensible y lo paso mal cuando veo cosas así. No me gustaría llegar al más allá traumatizado…

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