24 de diciembre de 2009

Crónicas Chumbescas. Capitulo 3.

Quien no lo haya hecho ya, que lea los anteriores capítulos…, es una advertencia.

Hasta el mencionado episodio de su exitosa operación de reducción de orejas, con tan sólo diez años de edad, Higor era un niño solitario, y su mayor virtud, consistía en ser capaz de mantener diálogos consigo mismo durante horas.
Emocionalmente hablando, tampoco era, como se pueden suponer, un niño totalmente equilibrado. Siempre fue hijo único, a sus padres no les quedó ninguna gana de incrementar la familia por miedo a… vaya usted a saber qué. Ese hecho posiblemente contribuyera enormemente a elevar su carácter introvertido, hasta el punto de que se le podía ver en ocasiones, sentado en la puerta de su casa charlando con las palomas o con cualquier otro animalito que se le acercara.

Hasta entonces, había sido un bicho raro para sus vecinos, pero después de la operación, pasó a ser un bicho raro con las orejas un poco más pequeñas, aunque sus rarezas empezaron a ser aceptadas por todo el mundo, disminuyeron las burlas y desprecios, y empezó a ser considerado como un personaje simpático e inofensivo, al que todo el mundo conocía, y a quien todo el mundo dedicaba una sonrisa cuando se cruzaba con él.

Tales muestras de cariño, fueron recibidas por Higor con inusitado entusiasmo, lo cual provocó, que poco a poco empezara a hablar con otros niños del colegio. Sobre todo con aquellos niños que como él, se encontraban un tanto marginados del resto. Cierto es que no todos los niños le trataban de igual manera, algunos le trataban de cualquier manera. Como en todos los colegios, allí había grupos de niños crueles que siempre menospreciaban a los más débiles, tímidos y, por decirlo finamente, menos espabilados. Pero al menos, ya no se sentía sólo y no era el único despreciado. Se sentía más fuerte por ello, y poco a poco se empezó a formar un grupo de amigos inseparables, maltratados, pero unidos.

El primero en acercarse a Higor, y el que fuera su mejor amigo, según éste reconociera muchos años más tarde, fue Jason Mac Arrón, otro hijo único de emigrantes escoceses, a quien conoció cuando Higor y él coincidieron en un partido de fútbol, o de soccer como le llamaban los americanos, que habían organizado los niños más gamberros de la escuela y al que por primera vez habían sido invitados. Ese día se inició una gran amistad. Se pasaron todo el partido el uno frente al otro charlando animadamente, ya que les había tocado hacer de poste de portería… cosas del “azar”. Allí recibió el primer gran consejo de los muchos que le dio Jason en su vida: “será mejor que te pongas de perfil”, a lo que Higor respondió con una sonrisa.

Pero no estaban solos. Pronto repararon en el otro extremo del campo, y allí, en la otra portería, formaban con entusiasmo John Gordon y Micky Piks, dos compañeros de clase a quienes nunca veían la cara por estar en la primera línea de pupitres mirando siempre hacia delante, y a quienes por estar tan lejos, no pudieron decirles que era mejor ponerse de perfil. Cuando terminó el partido, es decir, cuando los dos equipos se cansaron de correr, los cuatro se reunieron por primera vez, y tras las presentaciones oportunas, pasaron un largo rato contándose los moratones causados por los balonazos recibidos, y explicándose alegremente cómo el balón les había golpeado una y otra vez. “Al menos (dijo Jason), no nos han hecho jugar de balón”…

Los padres de Higor, se alegraron enormemente de que su hijo, al fin, tuviera un grupo de amigos con el que relacionarse. Ya no era un bicho raro solitario. Ahora era un bicho raro dentro de un grupo de bichos raros. Por primera vez en su vida, Higor pertenecía a un grupo, que si bien no era el deseado por los Chumbosky, al menos sirvió para que su hijo se relacionara con alguien de su misma especie, y que además, hablaba su mismo idioma.

Desde el día en que les unió el destino, se convirtieron en inseparables. Iban juntos a todas partes y todo lo hacían juntos, hasta el punto de que eran conocidos en el barrio como “los cuatro inseparables”. Jason era el más locuaz y hablador de los cuatro, lo que le valió para que sus tres compañeros depositaran en él toda su confianza para guiarles y, al mismo tiempo, les sirviera de portavoz ante la sociedad. Era el mayor de los cuatro, ya que repetía curso por tercera vez y les sacaba un año, así que con el tiempo, no sólo fue su guía, si no que se convirtió además en una especie de protector para ellos. John y Micky llevaban juntos dos años, así que se conocían perfectamente y sabían perfectamente cuales eran sus debilidades. Una de las debilidades de John, eran los dulces, que le causaba un excesivo peso, lo cual originó que desde pequeñito se le conociera con el apodo de “el bola”. Las debilidades de Micky darían para escribir un libro, y de hecho su principal característica era la debilidad, hasta el punto de que le costaba mucho trabajo soportar el peso de la ropa que llevaba puesta, y desde muy pequeñito fue conocido por sus allegados como “el débil”. Años después, descubrirían que la escasez de fuerza, no era la única debilidad de Micky. Hasta su encuentro con Jason y Higor, habían sido dos almas sin rumbo, que al fin habían encontrado quien guiara sus pasos.

Aquí abajo, podemos ver de izquierda a derecha: Jason, John, Micky, e Higor


Comenzaba pues, una nueva y esperanzadora etapa en la vida de Higor.

Continuará…

2 comentarios:

  1. Gran consejo el de Jason. Esos son los consejos que uno precisa, nada de tonterias como las que se escuchan habitualmente. Gran relato, Elvis!

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  2. Viejex, muchas gracias, me alegro que le haya gustado.
    Ciertamente, consejos como ése son los que forjan un carácter si se llevan a la práctica. Te puedes librar de un golpe bajo...
    Saludos cordiales.

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Uy lo que han dicho...